
Demasiado tiempo habían tardado las grandes redes del narcotráfico del sur de España y sus asociados del resto del mundo en aprovechar una vía de agua, nunca mejor dicho, para importar grandes cantidades de cocaína. Tras años introduciendo alijos de hachís a través del río Guadalquivir, los últimos días de 2024 y el inicio de 2025 han servido para confirmar que el narco andaluz ha dado el salto a la cocaína de forma definitiva.
Después de multitud de indicios que apuntaban en esa dirección, con cargamentos intervenidos en la zona de Huelva –dejando de lado los monumentales hallazgos en el puerto de Algeciras (Cádiz) y otros también relevantes en el de Málaga, todos ellos en portacontenedores–, las última pruebas son contundentes. Las autoridades españolas, después de localizar dos zulos bajo tierra con 7.000 kilos de droga colombiana en la localidad sevillana de Coria del Río y de intervenir otros 3.000 –con arresto de ciudadanos colombianos incluido– a apenas tres kilómetros de allí, en Puebla del Río, descubrieron un alijo de dimensiones colosales, 9.000 kilos, en pleno océano Atlántico. Su destino, según piensa la Policía, era esa misma zona de Andalucía: el entorno de Sevilla.
Los narcotraficantes colombianos, que llevan décadas operando en España –en especial en Madrid, donde tienen sus oficinas permanentes, y en Galicia, donde disponen de sus históricos socios para la introducción de la cocaína–, han tomado conciencia de la facilidad existente en el sur de España para realizar las mismas operaciones que llevan a cabo en Galicia, pero incluso con más posibilidades de éxito. Han visto que la flota de narcolanchas que se asienta en las distintas provincias andaluzas tiene una dimensión imposible de controlar por las autoridades, y han dado el paso: con la misma infraestructura con la que introducían, por ejemplo, cinco toneladas de hachís, colocan en España cinco toneladas de cocaína. Con una diferencia. El beneficio se multiplica por 15, dado el mayor valor del polvo blanco en el mercado ilícito.
Operación francesa
La ganancia se multiplica, pero también la pérdida. Las caídas de 7.000 y 3.000 kilos de finales de 2024 de las que ha dado cuenta Narcodiario han puesto en alerta a los dueños de la droga, pero también a la Policía. De hecho, según desveló Narcodiario este domingo, un vecino de Dos Hermanas, a pocos kilómetros de Sevilla y de los grandes hallazgos de droga mencionados, fue detenido en altamar, a unas 1.300 millas de las costas de Martinica, a bordo del barco que transportaba otra gran remesa, ahora nueve toneladas de cocaína. La idea de los narcos, piensa la Policía, era hacer un trasvase de la droga en altamar a narcolanchas que, en la impunidad de la noche, volverían a remontar el Guadalquivir hasta una nave para su posterior enfriamiento. La Brigada Central de Estupefacientes de la Policía Nacional logró rastrear el viaje de este individuo hasta el Caribe y supo que se subió al barco que fue abordado por las autoridades francesas, donde apareció la droga.
El cargamento, como la mayoría de los que cruzan el océano en esta clase de embarcaciones, se introdujo en el navío en altamar, ya con la presencia del andaluz, que sería el garante de la organización contratada para la introducción y custodia del alijo en España, y de tres colombianos. La Marine Nationale de Francia recibió la información precisa de la Policía española a través del Centro de Análisis y Operaciones Marítimas de Narcotráfico (MAOC-N), el gran punto de coordinación internacional para luchar contra la droga, con sede en Lisboa. Los fardos intervenidos son, además, exactamente iguales a los localizados por la Guardia Civil y la propia Policía Nacional en Puebla del Río hace apenas unas semanas. Los colombianos ya habían tomado posesión de la carga.
Sin reacción española
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Mientras, las autoridades políticas españolas parecen estar lejos del escenario. 2025 arrancó con la caída de dos células de la Mafia Albanesa en la provincia de Pontevedra. Dieciocho personas detenidas, la mayoría de esa nacionalidad, acudieron a Galicia en busca de cocaína. Primero fue en el puerto de Vigo, donde se intervinieron unos 1.200 kilos que iban a ser recogidos por los llamados rescatadores. Después, la semana pasada, fue en Vilanova de Arousa, donde los balcánicos cayeron en plena playa, intentando descargar otros 36 fardos con 1.080 kilos que fueron confiscados por la Policía y la Guardia Civil. 2024 había finalizado con los dos citados marcoalijos en Coria y en Puebla del Río, y ahora trasciende la caída de otros 9.000 kilos en altamar que dejan claro que el Guadalquivir se ha convertido en una nueva ruta clave para la droga sudamericana. Pero nada de ello hace reaccionar al país.
Tampoco pareció demasiado relevante el hallazgo de 13.000 kilos de cocaína en un contenedor procedente de Ecuador en octubre pasado, el mayor cargamento de esa droga de la historia de España. Ni siquiera los 20 millones de euros emparedados en su casa por un policía presuntamente vinculado con la organización criminal albanesa dueña de la mercancía. Las advertencias en este periódico de la fiscal jefa Antidroga, Rosa Ana Morán, y de otras autoridades, tales como el jefe del Seacop de la Unión Europea, Dominique Bucas, y de numerosos responsables de las fuerzas de seguridad, siguen sin obtener respuesta. España es el punto de encuentro del crimen organizado, como revelaron los NarcoFiles, el mayor proyecto periodístico mundial sobre crimen organizado, en el que participaron Narcodiario e infoLibre en España, y lo es por condicionantes históricos, geográficos, idiomáticos e incluso turísticos, pero también por el mantenimiento de una Ley de Enjuiciamiento Criminal decimonónica, de una planta judicial que no puede asumir en modo alguno la carga de trabajo con la que cuenta, y de una legislación harto garantista para quienes trafican.
Los muy bien pagados letrados de los capos de la droga conocen perfectamente todas las grietas del sistema, y sus clientes se aprovechan de ello para seguir inundando el país de cocaína.