Activismo LGTB

Historia de una bandera

Historia de una bandera

El Ayuntamiento de Madrid se encuentra desde este lunes teñido por los colores del arcoíris, plasmados en una tela de 24 metros de longitud. Se trata del principal símbolo del día del Orgullo LGTB (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales), pero la bandera, esa en concreto, es además una página en la historia del colectivo. La misma insignia que ondea hoy en el balcón del Consistorio madrileño, fue la que encabezó hace dos décadas una de las manifestaciones más icónicas en la defensa del matrimonio igualitario.

La alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, decidió recuperarla en junio del 2015, tras su llegada al Gobierno municipal. "Nos pusimos a disposición de los colectivos, y éstos nos pidieron que la bandera del Orgullo luciera en la fachada, y se ofrecieron a darnos la suya porque tenía un componente emocional y simbólico", relatan fuentes del equipo de Ahora Madrid a este periódico. La enseña fue cedida por el Colectivo de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales de Madrid (COGAM), quien además este año le ha concedido al Ayuntamiento y a la Comunidad de Madrid el Premio Triángulo Institucional –que organiza cada año con motivo del día del Orgullo LGTB–, "por llenar de los colores del arcoíris nuestra ciudad y nuestra comunidad".

Sin embargo, hasta que las instituciones colaboraron estrechamente con las organizaciones en defensa de los derechos LGTB, hasta que la bandera se convirtió en un símbolo defendido por las principales fuerzas políticas, han tenido que pasar décadas de lucha en las calles.

Por el derecho a existir

Jesús Generelo, presidente de la Federación LGTB (FELGTB), recuerda su inmersión en las marchas madrileñas a principios de los noventa. "Eran manifestaciones en las que se mezclaba la emoción de visibilizarte y el miedo". Mucho miedo: "Te encontrabas de todo, con insultos, amenazas, y no tenías la seguridad de contar con el apoyo policial", relata. En aquellas manifestaciones, a las que asistían históricos de la lucha LGTB que luego tuvieron un papel fundamental en el ámbito político, como el socialista Pedro Zerolo, no predominaban reivindicaciones concretas tan centradas en el ámbito legal, sino que clamaban "por el respeto, por el derecho a existir".

La década de los noventa llegó a su ecuador con la derogación de la Ley sobre peligrosidad social, pero por entonces "la homosexualidad, bisexualidad y transexualidad eran totalmente despreciables socialmente", recuerda Generelo, quien destaca que el componente emotivo del proceso que se abría entonces pesaba sobre lo demás. "Teníamos muchísimo miedo, pero lo vivimos con una satisfacción que era mayor a ese miedo", reconoce.

Ya en 1995 las marchas empiezan a crecer, de forma sutil pero exponencial. "La manifestación poco a poco va ganando más visibilidad en otros sectores de la sociedad, fue creciendo pero de manera muy pequeña", comenta Generelo. Este crecimiento se traslada también al recorrido de la manifestación. Así lo recuerda Beatriz Gimeno, una de las voces más activas dentro del movimiento LGTB y expresidenta de la FELGTB. "Cuando lo recordamos parece que las manifestaciones siempre han sido como ahora, pero antes nos reuníamos muy pocas personas, por la calle Preciados, y con la policía vigilándonos y la gente que salía a ver lo raritos que éramos", comenta Gimeno en conversación con infoLibre.

La progresiva salida a las calles por parte del colectivo LGTB puso de manifiesto necesidades más complejas y que apuntaban directamente a una actuación política pronta y rotunda. "Empezaron a demandarse en las comunidades autónomas leyes sobre las parejas de hecho, y esto surgió por la necesidad de poner por delante los derechos legales, porque la gente no podía visitar a sus parejas en el hospital, si fallecía tu pareja te quedabas en la calle, no tenías derecho a herencia ni a nada", relata Generelo, de modo que "era evidente la necesidad de una legislación que amparara unas cuestiones básicas".

Estas reclamaciones vinieron secundadas, además, por el problema del sida, "que evidenció situaciones muy dramáticas de las parejas homosexuales", recuerda el activista. "La tragedia del sida tuvo algo de positivo, que las asociaciones se vieron obligadas a ponerse las pilas y empezaron a reclamar nuestros derechos de forma conjunta", sostiene Generelo.

El evento comienza a magnificarse

Gracias al impulso de las federaciones, se produce"un salto espectacular de gente", tal y como comenta Beatriz Gimeno. La activista describe las primeras manifestaciones que remataban en Sol con "Maruja Torres al megáfono, o Massiel, que tenían que subirse a una furgoneta porque no teníamos ni estrado". De ahí, relata Gimeno, "pasamos a las enormes manifestaciones, a que nos tuviéramos que ir de Sol porque ya no cabíamos".

En este contexto, distintas comunidades autónomas comenzaron a aprobar leyes enfocadas a las parejas de hecho: Cataluña aprobó su ley de parejas en 1998, ejemplo que siguieron posteriormente territorios como Aragón, Navarra, País Vasco, la Comunitat Valenciana o Madrid.

Sin embargo, el movimiento decide acabar con la exigencia de una Ley de parejas de hecho a nivel estatal "porque sabíamos que con Aznar sería imposible", tal y como comenta Generelo. "Entonces rechazamos una ley de mínimos y fuimos a por el derecho a casarnos, la demanda principal que unificó el movimiento, el matrimonio igualitario". 

Es en este momento cuando hace su aparición la bandera que hoy ondea en el Ayuntamiento de Madrid. Jesús Grande, presidente de COGAM, explica en declaraciones a este periódico que la bandera "se gestionó porque se estaban debatiendo dos propuestas de ley: una del PSOE sobre parejas de hecho, muy amplia, y otra muy semejante al matrimonio pero por contrato, del PP". En este sentido, existían "dos corrientes diferenciadas, así que nuestra asociación decidió, junto con otras, que íbamos a pedir el matrimonio, y se convocó la manifestación en marzo de 1997", relata Grande.

El activista reconoce que la convocatoria se llevó a cabo con "cierta prisa y celeridad", de modo que el miedo a no llenar las calles les llevó a confeccionar una gran bandera que les diera más visibilidad. "En principio medía 36 metros y se cosió como se pudo, entre voluntarios y la propia junta directiva", relata Grande. La misma bandera fue empleada en numerosas ocasiones hasta que "desapareció del almacén, y no volvió a encontrarse hasta la semana después de la muerte de Pedro Zerolo, en el año 2015", cuando fue encontrada en una caja de cartón cuya base cedió, dejando caer con ella la famosa bandera perdida. "La descubrimos y fue mi madre quien la restauró", continúa Grande, "y entonces tuvimos que recortarla hasta los actuales 24 metros, porque la pobrecita había pasado muy mala vida".

La fiesta más política de Madrid

El reencuentro con la bandera y su posterior restauración ocurre diez años después de que el Congreso aprobase –el 30 de junio del 2005– la ley que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo, norma impulsada por el equipo del socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

Para entonces ya se habían empezado "a sumar comerciantes de Chueca y a darle color, a incorporar carrozas, y surge una manifestación mixta", recuerda Generelo. "Empezamos a recibir el apoyo de empresas, organizaciones y sindicatos, que ponían autobuses, hay ya una magnificación del evento" hasta el día de hoy, cuya celebración reúne a cientos de miles de personas por las calles de Atocha hasta Colón.

Otro de los detalles que recuerda Generelo, y que evidencian de forma anecdótica pero significativa la evolución del movimiento, es cómo la gente se empieza a quitar las gafas de sol que en un principio cubrían su rostro: "Antes, en las primeras manifestaciones, todo el mundo llevaba unas gafas enormes, y eso era un gesto visiblemente expresivo".

El recorrido a partir de entonces, y tras la consecución de las principales demandas, ha derivado en otras formas de expresión que, pese a todo, no dejan de ser reivindicaciones con todas las implicaciones políticas que conllevan. Beatriz Gimeno admite que, una vez conseguido el matrimonio igualitario, "teníamos miedo a quedarnos como vacíos, existía cierto peligro a que el movimiento se vaciara de contenido". Sin embargo, añade, ese temor no llegó a materializarse. Quedaba mucho por hacer: "Reivindicaciones transexuales, bisexuales, la lucha contra la homofobia, contra la LGTBfobia...", subraya.

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La manifestación comenzó a entenderse como una celebración "con gente de todas las provincias y del extranjero, y en ese sentido vimos que no iba a decaer". Este hecho, no obstante, ponía sobre la mesa el riesgo a invisibilizar la vertiente política. "Es imposible mantener siempre la atención política, sería ilusorio pensarlo, cuando se han conseguido tantas cosas y no puedes controlar las ganas de fiesta de los asistentes", opina Gimeno, que por otro lado celebra haber sabido "usarla como primera reivindicación, y cuando las cosas se pusieron duras tuvimos la posibilidad de crecer, y eso fue un arma, a la que le siguieron otras reivindicaciones con un carácter más lúdico, más festivo, que es verdad que se comen parte de las demandas políticas, pero sigue teniendo de por sí visibilidad reivindicativa".

Este año, las organizaciones han dedicado la celebración a una doble demanda: exigen la puesta en marcha de leyes por la igualdad real, y reclaman una mayor visibilidad bisexual. Por un lado, "creemos que una vez alcanzada la igualdad legal debemos trabajar por cuatro medidas imprescindibles para remover los obstáculos que impiden ponerla en marcha: una Ley de igualdad LGTBI, una Ley integral de transexualidad, medidas educativas y un pacto de Estado frente al VIH y a su estigma", explica el presidente de FELGTB.

La bandera que ondeó en la cabecera de las manifestaciones que fueron el germen de todo ese gran festejo de tinte reivindicativo que reúne a cientos de miles de personas en Madrid cada año ha pasado ahora a ser el símbolo de lucha asumido por ciudadanía e instituciones. Aunque el emblema en forma de tela de 24 metros ha resistido el paso de los años, actualmente se encuentra en reparación como consecuencia del viento que raras veces azota a la capital en pleno junio. Este miércoles fue una de esas veces, por lo que la enseña ha tenido que ser temporalmente sustituida por una réplica. Nadie dijo que fuera fácil.

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