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Transición energética

¿Minirreactores frente a renovables? Seis claves para desenmarañar el debate sobre la nuclear

Central nuclear de Ascó (Tarragona), participada por Endesa e Iberdrola.

La derecha está en plena ofensiva por la energía nuclear. La crisis energética ha dado alas a los defensores de esta tecnología: uno de los más insistentes está siendo Ciudadanos, pero no solo. El PP ha pedido a la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, "replantearse" el uso de esta tecnología; y Vox, que acusa a la acción climática de ser la culpable del escenario y defiende el uso de combustibles fósiles pese a la abrumadora evidencia científica en contra, también afea que el Ejecutivo no apueste por el uranio.

La experiencia de los últimos años, sin embargo, evidencia que la energía nuclear no es ni barata ni rápida; que no solo los motivos "ideológicos" están detrás del desapego por esta tecnología; y que existen dudas sobre su seguridad, aunque las prevenciones han mejorado sistemáticamente desde el accidente de Chernóbil y una catástrofe como el de Fukushima es muy improbable. Repasamos seis elementos de debate habitual con respecto a esta polémica manera de generar electricidad.

Nuevas centrales nucleares: complicado

La gran ventaja de la energía nuclear es su nula emisión de gases de efecto invernadero, lo cual la hace una potencial aliada de las energías renovables en la transición energética. Además, no depende de factores meteorológicos, por lo que puede operar aunque no sople el viento o no luzca el sol. Ante una crisis causada por una guerra que ha acelerado la necesidad de desengancharse de los combustibles fósiles rusos, su atractivo se ha fortalecido.

Sin embargo, sus inconvenientes son varios. Hay que gestionar durante centenares de años sus residuos nucleares, que no son sencillos de almacenar, como sabe Enresa, la empresa pública dedicada a ello; y tampoco es una energía barata, aunque en la actualidad su combustible sea mucho más asequible que el gas o el carbón y no tenga que pagar por los derechos de CO2. Ello causa que, en la actualidad, no haya interés en España por construir nuevas centrales nucleares por parte de los que pueden abordarlo en un mercado libre y privatizado: las eléctricas.

Ribera ha dejado claro que no ha recibido ni una sola petición para ello. Ni las compañías lo han defendido, ni en público ni en privado. Nuevos reactores nucleares como el de Hinkley Point, en Reino Unido, están alcanzando un sobrecoste de 25.000 millones de euros; aproximadamente la mitad de lo que preveía invertir el Gobierno hasta 2030 en renovables, 48.000 millones, antes de la llegada de la pandemia y los fondos europeos de recuperación. El proyecto fue aprobado en 2016 y aún no está en funcionando. De media, según cálculos del Informe sobre el Estado de la Industria Nuclear Mundial, se tardan 10 años en construir una instalación de este tipo.

Minirreactores: hasta 2030, nada

María de la Miel, portavoz económica de Cs en el Congreso, es una entusiasta defensora de la energía nuclear. Ha pedido al Gobierno que apueste decididamente por esta tecnología, la más "barata, más limpia y más constante". En la exposición de motivos de la proposición no de ley que presentaron en enero, sin embargo, se reconoce que los costes de inversión son "elevadísimos, y la puesta en marcha de nuevos reactores convencionales dura décadas". Para evitarlo, la formación naranja propone la investigación en reactores modulares pequeños, conocidos por sus siglas en inglés SMR, que en el futuro podrían proporcionar una potencia de hasta 300 MW, ser construidos en algo más de un año y en emplazamientos distintos a los de su ubicación final, y podrían surtir de electricidad a zonas remotas o rurales, como hacen en la actualidad los generadores de diésel, por ejemplo.

De la Miel propuso en Twitter que estos SMR sustituyeran a los reactores convencionales en funcionamiento en España para que la nuclear pase "de aportar un 20% a un 30% en el mix energético teniendo un impacto directo a la baja en la factura de la luz". Sin embargo, no dio detalles ni de dónde salieron los cálculos ni de cómo, exactamente, pueden estos minirreactores funcionar en nucleares corrientes; ningún organismo o propuesta de desarrollo habla de esta posibilidad.

No mencionó, por otro lado, que 2030 es la fecha estimada para que los primeros prototipos empiecen a funcionar, según cuenta la nada sospechosa Sociedad Nuclear Española. lo que no quiere decir que ese sea el año en el que se puedan empezar a comercializar de manera masiva. El Organismo Internacional de Energía Atómica (IAEA, siglas en inglés) recuerda que "su competitividad económica aún deberá demostrarse en la práctica cuando se hayan desplegado".

En la exposición de motivos de proposición no de ley de Cs, se asegura que "el estado de la ciencia permite ya implantar nuevas soluciones alternativas a la construcción de reactores convencionales", mientras que se señala que no se han desarrollado lo suficiente las "tecnologías de almacenamiento" de las renovables, como las baterías y el hidrógeno.

Sin embargo, las empresas energéticas españolas y de todo el mundo sí que han demostrado un fuerte interés por el desarrollo del hidrógeno verde, que puede permitir la caída de las emisiones poco electrificables, como la aviación, el transporte pesado o la industria, al mismo tiempo que sirve de respaldo para evitar la intermitencia de las renovables. Los tiempos para su desarrollo son similares a los de los SMR con más ventajas, pero la derecha española lo ignora o lo obvia.

Alargar las ya existentes: posible

El portavoz de Ciudadanos, Edmundo Bal, atacó al presidente Sánchez este miércoles por no apostar por la nuclear. Sin embargo, teniendo en cuenta los costes y los tiempos, el mix energético español no habría cambiado si el Gobierno o Ribera fueran fervientes defensores de la energía atómica: durante su mandato no se ha cerrado ninguna instalación. Las cinco en pie cuentan con un calendario de cierre consensuado con las eléctricas entre 2027 y 2036. El partido naranja ha defendido alargar su vida hasta, al menos, 2040.

Unas nucleares generando electricidad hasta 2040 permitiría reducir antes la dependencia española del gas, y sus emisiones de CO2 asociadas, consideran los expertos. El Gobierno no estima el desmantelamiento de ninguna central de ciclo combinado en la década presente, aunque su contribución pueda y deba ser mucho menor por el avance renovable. Sin embargo, hay que tener en cuenta que solo aproximadamente un tercio del gas natural del país se destina a la luz, único destino de las nucleares, por lo que no se alcanza la soberanía solo con uranio. Y, por otro lado, no se trata de una decisión que dependa únicamente del Gobierno.

En primer lugar, es el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) quien debe determinar, en base a criterios técnicos, si una central nuclear puede alargar su vida prevista, y las inversiones que debe realizar para mantener la seguridad. Es la empresa explotadora la que debe decidir si acepta esa inversión o no. A través de organizaciones nucleares y en off the record, varias de estas empresas han manifestado su interés de que las instalaciones funcionen durante más tiempo, pero también han amenazado con clausurarlas antes si la nueva regulación contra los "beneficios caídos del cielo" les quita ingresos.

Por el momento, el Gobierno no tiene ningún interés en encabezar nuevas conversaciones o acelerar nada. Si por Ribera fuera, la clausura programada empezaría el año que viene.

¿Son seguras? No hay riesgo cero, pero los avances son múltiples

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tachó la energía nuclear como "poco segura". La posibilidad de un accidente que exponga a la población a la radioactividad y/o que deje inhabitable las tierras de una determinada zona durante décadas es muy baja, pero es real. "Esos efectos externos relacionados con la energía nuclear pueden ser objeto de examen y juicio por parte de la sociedad", reconoció en un informe de 2018 el panel intergubernamental de expertos sobre cambio climático de la ONU, más conocido como IPCC, pero también calificó a estos eventos de "poco probables". La tecnología y los requisitos de seguridad han mejorado mucho desde las últimas catástrofes nucleares.

Debido a la escasa frecuencia de estos accidentes, y en base a datos recabados por Our World on Data, la tasa de muertes relacionadas con la energía nuclear es de 0,07 por cada TWh de electricidad generado, frente al 2,82 de las centrales de gas y el 24 del carbón, por culpa de la contaminación atmosférica. Sin embargo, la complejidad de un accidente nuclear es muy superior a un evento similar en una térmica; y, como ha demostrado la guerra de Ucrania y ha ratificado el OIEA, no hace falta un ataque directo a una central para que aumente el riesgo de escape, aunque por el momento no se ha producido ningún incidente relevante tras la ocupación rusa de Chernóbil.

Interconexiones: prácticamente irrelevantes

Uno de los argumentos que esgrimió el líder de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso para defender la energía nuclear es que España no apuesta por esta tecnología mientras le compra electricidad a Francia generada en sus centrales. Sin embargo, y en base a las estimaciones de Red Eléctrica Española (REE), el flujo ha sido exportador y no importador durante marzo, debido a la parada de ocho centrales nucleares galas por problemas y correcciones.

Aún importando energía eléctrica de Francia, su papel en la generación española es muy bajo. El pasado 30 de marzo, y en base a los datos del operador del sistema, se generaron para su consumo en España 750 GWh, de los cuales 53 GWh venían del vecino.

Soberanía energética: cuestionable

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El partido de extrema derecha también defiende la energía nuclear como manera de ganar "soberanía energética" frente a terceros países. Sin embargo, un tercio del uranio que necesitan las centrales viene de Rusia. Vox ha afeado al Gobierno prohibir en la ley de cambio climático la extracción del combustible en el país, y Berkeley Minera, que peleó por una mina de uranio en Retortillo (Salamanca), aseguró que, si le dieran el ok, podría proveer de este mineral al país en cantidades suficientes para cortar el vínculo con el país de Putin.

Sin embargo, no hizo falta ninguna ley para que el proyecto de Berkeley cayera por su propio peso. La planta de fabricación de concentrados de uranio que incluía la iniciativa contaba con "escasa fiabilidad" y "elevadas incertidumbres" en cuanto a su seguridad, según el Consejo de Seguridad Nuclear. "Las evaluaciones realizadas sobre la documentación que acompaña a la solicitud de autorización de la instalación han detectado numerosas deficiencias a lo largo de la evaluación", apuntó el regulador en julio de 2021.

Las nucleares pueden sustituir a la quema de gas en las centrales de ciclo combinado, pero solo ofrecen electricidad al sistema, por lo que no pueden ayudar a la transición para decirle adiós a Rusia si no se electrifican otros usos que, por ahora, dependen del metano, como la calefacción o la industria. Y, por otro lado, las renovables, que utilizan como combustible el sol, el agua o el viento, son las que más aportan soberanía. Lo ha dicho la Comisión Europea, que pide acelerar cuanto antes su desarrollo; ha cogido el guante España, cuyo Gobierno trabaja para librar de trabas burocráticas a los nuevos proyectos; y lo ignora determinada derecha, que acusa a Ribera de "prejuicios ideológicos".

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