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La derecha española

La movilización de la derecha extrema contra la reforma de la sedición amenaza el liderazgo de Feijóo

Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, en un acto en Madrid.

Cataluña amenaza con borrar definitivamente la estrategia marcada por Alberto Núñez Feijóo para imponerse a Vox y hacerse con el liderazgo indiscutible de la derecha. Como ocurrió con su antecesor, Pablo Casado, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el líder ultra, Santiago Abascal, se han puesto a la cabeza de la oposición a los planes del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para reformar el Código Penal y adaptar el delito de sedición. Entre los dos están marcando el rumbo a seguir y limitando el margen de maniobra de Feijóo.

Se repite la situación de los indultos. Vox ha puesto en marcha una movilización en la calle con manifestaciones el sábado 19 de noviembre a las 12:00 horas en la Plaza Sant Jaume de Barcelona y el domingo 27 de noviembre a las 12:00 horas en la Plaza de Colón de Madrid, el escenario favorito de los ultras para protestar contra el Gobierno. La última vez, el PP de Pablo Casado acabó sumándose a regañadientes a una convocatoria en la que el tirón de Ayuso entre los manifestantes de la derecha radical acabó eclipsando al líder del partido y retrató su posición de subordinación en el campo de la derecha.

Eso es exactamente lo que busca Abascal. Obligar a Feijóo a sumarse a su estrategia de protestas en calle y, al mismo tiempo, forzarle a presentar una moción de censura contra Sánchez. Es una situación endiablada para el PP: si Feijóo cede, se habrá dejado arrastrar por Vox; si no lo hace, se habrá retratado como un líder “débil” a los ojos de los votantes más radicales de la derecha.

De ahí que Abascal haya elevado por primera vez el tono contra Feijóo desde que llegó a la política nacional. Lo hizo a la vista de que el PP no tiene, al menos de momento, ninguna intención de secundar la estrategia de Vox y busca el modo de plantear su propia agenda para frenar la reforma del Código Penal. 

El líder ultra se dio por aludido cuando el líder de la oposición, el pasado lunes, descalificó las respuestas “radicales”. “Feijóo quiere estigmatizar a Vox” y eso, advirtió, es “un error muy grave”. 

El PP “últimamente se equivoca siempre”, enfatizó. “Radicalismo era el de Feijóo en Galicia con medidas durante la pandemia que tumbaron los tribunales, pero no quienes acuden al Tribunal Constitucional para defender legalidad, hemos presentado una moción censura o defendemos la Constitución”. “Feijóo y el PP, ante un golpe de Estado, en vez de oponerse con toda la firmeza necesaria, llama radicales y extremistas a aquellos con los que puede contar para contener el golpe de Estado”, se quejó.

En esta estrategia de obligar al líder del PP a adoptar su punto de vista, Abascal no está solo. Inés Arrimadas, la presidenta de Cs, reveló este miércoles que llamó al presidente de Vox para sumar apoyos y presionar al PP a que presente una moción de censura. Ambos coincidieron en que los de Alberto Núñez Feijóo son quienes tienen que “dar el paso” contra el Gobierno.

Aprovechar la moción

Aunque la moción no tiene posibilidades de prosperar —la derecha no dispone de mayoría en el Congreso—, Arrimadas sostiene que sería útil porque acercaría la “infamia” de la sedición a las elecciones, dándole a Sánchez en lo que “más le duele: los votos”.

La jefa de Ciudadanos asegura que no se fía del PP: Mariano Rajoy prometió volver a incluir el delito de convocatoria de referéndum ilegal del Código Penal y no lo hizo aunque tenía mayoría absoluta. Por eso insiste en la moción de censura: es “útil porque retrasa los plazos y el PP debería estar a la altura, atreverse, dar un paso y asumir ese liderazgo, porque España lo necesita”, subrayó en una entrevista emitida por la Cope, la cadena de radio propiedad de los obispos españoles.

Oficialmente, Ayuso guarda silencio sobre la moción, pero no sobre la cuestión de fondo, sobre la que se ha mostrado mucho más dura que su jefe de filas: “Con esta reforma, Sánchez firma la rendición del Estado de Derecho ante los que quieren romper España y es un paso más para romper el orden constitucional y reducir a España a una república federal. Y España no se vende y España no puede rendirse y esto lo tienen que tener claro tanto Sánchez como sus socios”.

La exportavoz parlamentaria Cayetana Álvarez de Toledo no se ha pronunciado todavía, pero sí ha apoyado a través de Twitter a quienes exigen la moción de censura. Igual que la mayor parte de la derecha mediática, volcada estos días en presionar a Feijóo para que se sume a Vox y movilice al PP en la calle y en el Congreso a través de una censura que anticipe la contienda electoral del año que viene.

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La presión sobre el líder del PP apenas acaba de empezar y en Génova preocupa que acabe debilitando su liderazgo. Feijóo quiere utilizar la reforma de la sedición para desgastar a los barones socialistas con la vista puesta en las elecciones municipales y autonómicas de mayo, pero esa estrategia tiene un impacto mucho menor en las filas de la derecha que la movilización en la calle —de nuevo la foto de Colón— y un hipotético debate de una moción de censura en el Congreso de los Diputados.

Para colmo de males, este escenario se ha desencadenado en un momento delicado para Feijóo. El llamado efecto Feijóo llevaba ya algún tiempo dando muestras de agotamiento cuando el líder del partido mostró su vulnerabilidad al ceder a la presión de Ayuso y de la derecha mediática y seguir bloqueando la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). La excusa, esta vez, fue la reforma de la sedición, que el propio Feijóo había asegurado horas antes que no afectaría a las negociaciones sobre el CGPJ.

De este pulso dentro de la derecha tiene que salir una imagen clara de hasta dónde llega su radicalización, pero Feijóo ya ha empezado a asumir algunos de los planteamientos extremos. Desde el ultraliberalismo de Ayuso y su discurso por la libertad, que hace suyo cada vez con mayor frecuencia, hasta el cuestionamiento de la crisis climática: esta misma semana calificó de “error” la apuesta del Gobierno —y de la Unión Europea— por el coche eléctrico y descalificó como “ideológica” la prioridad otorgada a la lucha contra el calentamiento global.

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