Medio ambiente

El parque nacional de Doñana cumple 50 años: "Está en el peor momento de su historia, en un punto de no retorno"

Dunas y marismas en Doñana, dos de los principales ecosistemas del parque.

Cuando leemos la palabra biodiversidad, lo primero que se nos viene a la cabeza es la exuberancia. La selva amazónica, por ejemplo: con tucanes de mil colores, vegetación que hay que cortar a machete, anacondas esperando un paso en falso del incauto explorador. No funciona siempre así. El parque nacional y natural de Doñana, sin ser tan espectacular y frondoso para el visitante, es uno de los mayores tesoros naturales no solo de Andalucía, no solo de España, no solo de Europa: del mundo. Considerada la mayor reserva ecológica del continente, el parque nacional, considerado el “núcleo” e inaugurado hace 50 años, cuenta con 54.251 hectáreas, y los alrededores, el parque natural, con 68.236.

Formado en gran parte por marismas que mezclan agua salada del Atlántico y dulce del Guadalquivir, su localización, en el límite entre dos continentes, y sus condiciones, únicas para la germinación de la vida, lo convierten en el lugar predilecto para ser lugar de paso, cría e invernada de centenares de especies distintas de aves. Pero no solo son aves: especies vegetales de todo tipo encuentran aquí el ecosistema perfecto, peces y demás formas de vida acuáticas hacen de Doñana su hogar, y el emblemático lince ibérico cuenta aquí con uno de sus maltrechos reinos.

A caballo entre Huelva, Sevilla y Cádiz, la zona está reconocida como Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. También forma parte de la Red Natura 2000, de protección de la biodiversidad. Desde hace décadas es objeto de atención por ecologistas, ambientalistas y biólogos por sus condiciones, únicas en el planeta. La organización conservacionista Adena, fundada entre otros por Félix Rodríguez de la Fuente, nació en parte para defender a Doñana de la construcción, la sobreexplotación y otros males. En 1969 Adena pactó por el Gobierno de Franco la creación del parque natural. En 2019, 50 años después, Adena, como parte de la red mundial de WWF, es la más activa en la lucha para proteger el parque.

Porque la lucha sigue siendo necesaria. Porque a pesar de tanto reconocimiento, tanto organismo y tanta ley para blindar el espacio natural, su aprovechamiento económico está ganando la batalla. Como pasa en tantos otros lugares, las peculiaridades no han vencido al expolio. En eso, Doñana no es especial. “Está en el peor momento de su historia, en un punto de no retorno”, explica a infoLibre Javier Castroviejo, biólogo gallego, presidente de la asociación Amigos de Doñana y durante 14 años director de la Estación Biológica del parque, dependiente del Gobierno central a través del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Tras años con el procedimiento abierto, la Comisión Europea ha mandado a España este jueves ante el Tribunal de Justicia de la UE. El país, a juicio del Ejecutivo comunitario, no ha tomado “las medidas adecuadas para proteger las masas de agua subterránea que alimentan el humedal de Doñana” y, además, “tampoco está adoptando las medidas necesarias para evitar el deterioro de los hábitats protegidos en este humedal, lo que supone una infracción de la legislación de la UE en materia de protección de la naturaleza”.

Para entender las complejas amenazas que cercan a Doñana hay que entender su composición. Varios biotipos se encuentran en escasos kilómetros cuadrados, con su fauna, flora y sus características propias. Las playas, con su propia e intensa dinámica costera; las dunas, moviéndose continuamente; los cotos, zona de matorral intermedia; y las marismas, el ecosistema icónico del parque, separada de los cotos por una franja fronteriza llamada vera de gran riqueza ecológica. A juicio de Castroviejo, el coto, la zona de arenas y las marismas son las más degradadas, porque, simplemente, “no se cumple la ley”. Ni lo que establece la ley 8/1999, de 27 de octubre, del Espacio Natural de Doñana, ni las directivas europeas al respecto (de aves, de hábitats, de agua) que llaman al buen estado de los ecosistemas, y cuya infracción denuncia la Comisión Europea. El hombre de WWF en el terreno, Felipe Fuentelsaz, apunta también a la Ley Forestal Andaluza, el Plan de Ordenación del Territorio del Ámbito de Doñana (POTAD) o, dependiente de este último, el plan referido a las zonas de regadío de la corona forestal del parque, abreviado como Plan de la Corona Forestal. “Hay una falta de gobernanza absoluta en Doñana desde hace décadas”, asegura el activista.

Un parque rodeado de peligros

“Doñana tiene muchos problemas ambientales”, explica. Es un parque tan grande, que alberga tantos ecosistemas diferentes, que las amenazas se multiplican. Porque hay muchas más oportunidades para la extracción de recursos, el uso del suelo y el aprovechamiento económico, y porque está relativamente cerca de grandes núcleos industriales o urbanos. Su composición, además, es tan especial y depende de tantos factores –las marismas están alimentadas por una mezcla calculada de agua dulce y salada– que su equilibrio es frágil.

Al norte, los residuos del desastre de la mina de Aznalcóllar de 1998 siguen acechando, y los ecologistas son escépticos ante la posible reapertura del complejo, conectado con la zona a través del río Guadiamar. Al oeste, donde Fertiberia cuenta con su complejo químico, las balsas de fosfoyesos podrían causar un ecocidio similar en caso de colapso. Rodean el espacio natural Huelva, Cádiz y Sevilla, grandes núcleos urbanos. Desde la capital andaluza le llegan las aguas del Guadalquivir, un río navegable, cuyo dragado –un proyecto paralizado- alteraría el complejo equilibrio hídrico. Entre las dos primeras ciudades siempre se ha barajado una autovía que cruce Doñana, para evitar el paso por la urbe hispalense, y que el PP ondeó como promesa electoral.

Los cazadores furtivos cercan al lince ibérico, que tiene este parque natural como casa. El gasoducto que planea Naturgy, de extracción y almacenamiento de gas natural, implica riesgo sísmico según varios estudios. La intensa agricultura de cultivos que necesitan una gran cantidad de agua, como la fresa, seca la marisma y los acuíferos. Agua que, independientemente del impacto sobre el terreno, cada vez será más difícil de encontrar por el efecto del calentamiento global y el cambio climático. Y, por si todos estos peligros no parecieran suficientes, incendios forestales como el de 2017 pueden volver cualquier mal verano.

De toda la larga lista de amenazas para Doñana, algunas hipotéticas y otras presentes, expertos y ambientalistas destacan, por encima de todas, el impacto de los cultivos de regadío –mayormente fresa y arroz– en el equilibrio hídrico de los ecosistemas. “El agua es el motor de todos ellos, y estamos consumiendo mucha más cantidad de la que tenemos”. El escenario que plantean las fuentes consultadas es exactamente el que criticaba el experto en economía hídrica Pedro Arrojo en su entrevista con infoLibre: una “gallina de los huevos de oro” que, al ser sobreexplotada, pierde su magia. Preocupan, sobre todo, los acuíferos, de donde se sacan a diario hectómetros de agua a través de pozos legales… e ilegales.

 

Flamencos en Doñana.

El Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil ha hallado 562 pozos y 146 balsas de riego sin papeles, según contestó este lunes el Gobierno al coportavoz de Equo Juantxo López de Uralde. WWF estima más de 2.000. Además, apunta Castroviejo, las aguas superficiales de Doñana están en su peor momento: “El agua de las marismas entra por una serie de cauces que están alterados, robados por el regadío y destruidos. La marisma es esencial para todo el conjunto de ecosistemas y no le llega agua. Ese es, en mi opinión, el problema más grave y al que no se atiende”, sentencia el biólogo.

La Directiva Marco de Agua (DMA), la norma base para cualquier tipo de legislación sobre gestión hídrica en la Unión Europea, establece como principio fundamental e irrenunciable el buen estado ecológico de los ecosistemas. No por un arrebato ecológico de Bruselas, sino por sentido común: la insostenibilidad lleva, tarde o temprano, al fin del aprovechamiento del recurso. WWF y Amigos de Doñana denuncian que no se cumple, y el club comunitario ha tomado tomar cartas en el asunto.

Incumplimientos

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Hay dos procedimientos en curso con respecto a Doñana en la Unión Europea. Uno, ante la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, iniciado por Amigos de Doñana, motivó en septiembre una visita de parlamentarios de dicha comisión, que elaborarán este mes su informe. Amigos de Doñana denunció ante instancias europeas el retraso de años en notificarles el avance de la investigación. Por su parte, el brazo ejecutivo de la UE, la Comisión Europea, inició en 2016 un proceso de infracción al Gobierno central. Ante la última respuesta del Ejecutivo, las explicaciones no han convencido a Bruselas, que ha decidido mandar a juicio al país. “La abrupta disminución del nivel de las aguas subterráneas ha agudizado la vulnerabilidad de los espacios de la red Natura 2000 frente a las temporadas secas de la zona y propiciado su mayor deterioro. (...) La Comisión está preocupada ante la probabilidad de que el estado del humedal se siga degradando, dado que España no cumple en la medida suficiente las obligaciones que le imponen tanto la Directiva marco sobre el agua como la Directiva sobre hábitats”, explicó este jueves el organismo en una nota de prensa.

Para WWF, el problema esencial es que no se cumple el Plan de la Corona Forestal, que determinó qué hectáreas de cultivo son legales, cuáles están fuera de la ley pero pueden regularizarse y cuáles son totalmente ilegales y deben clausurarse. Según los cálculos de la organización conservacionista, en Doñana hay 11.000 hectáreas de cultivo, de las cuales 2.000 no deberían estar ahí. El ya pasado Gobierno socialista de la Junta de Andalucía no hizo nada, denuncian, por su desaparición. “Son imposibles de regularizar. Es, simplemente, que no hay recurso natural suficiente”, afirma Fuentelsaz. Los regantes, como en otras zonas de España, se manifiestan continuamente pidiendo más agua, amnistías a cambio de la clausura de sus pozos ilegales y trasvases que les surtan de recursos hídricos. El Congreso aprobó en octubre una Ley del Trasvase que autorizaba la transferencia de agua desde la demarcación hidrográfica del Tinto, Odiel y Piedras a la del Guadalquivir. Unidos Podemos denunció que no quedaba claro en el texto si se evitaría la transferencia de aguas contaminadas por la explotación minera de la zona.

“Necesitamos actuar. No regularizar. No pueden ser todo premios a los regantes. No podemos seguir conviviendo con fincas ilegales. Hace falta un uso eficiente del agua. Es solo que en un Estado de Derecho se tiene que aplicar la ley”, sentencia Fuentelsaz. Los ecologistas son pesimistas ante el nuevo Gobierno autonómico de PP y Ciudadanos, apoyado por los ultraderechistas de Vox. Moreno prometió impulsar la autovía Huelva-Cádiz para cruzar Doñana en coche y derogar el Plan de la Corona Forestal que declara ilegales 2.000 hectáreas de cultivos. A 50 años de la creación del parque nacional de Doñana, no solo el estado del gran tesoro europeo de la biodiversidad es el peor que ha conocido, con el menor número en su historia de especies de árboles, matorrales, arbustos, aves o pequeños mamíferos, como el conejo, claves en la cadena trófica. El futuro, con un Gobierno autonómico que no planea defender su sostenibilidad y con un cambio climático con hechuras de presente, no pinta mejor.

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