Podemos

“Vamos a hacer lo posible por evitar que Rajoy forme Gobierno”

Jorge Moruno, responsable de discurso de Podemos.

Antonio Girón (Ctxt)

Jorge Moruno (Madrid, 1982) trabaja las intervenciones televisivas con Pablo Iglesias desde antes de que el partido morado fuera una idea barajada por un grupo de científicos sociales de la Complutense. En un discreto segundo plano, este especialista en Sociología del Trabajo, de 33 años, es una de las partículas que componen el mencionadísimo núcleo irradiador convertido en estado mayor de Podemos. Sociólogo de la Complutense y Postgrado por la Universidad Autónoma de Barcelona, Moruno ha publicado el libroLa fábrica del emprendedor. Trabajo y política en la empresa-mundo (Akal, 2015). El responsable de discurso de Podemos habla con CTXT sobre la hoja de ruta de su partido tras las elecciones generales del 20D.

PREGUNTA. ¿Qué cree que va a pasar con el diálogo entre fuerzas políticas? ¿Gran coalición? ¿PSOE y Podemos podrían pactar una investidura con otras fuerzas del arco?

RESPUESTA. El PP va a llamar a la “gobernabilidad”, Ciudadanos está para lo que haga falta, y el PSOE de Pedro Sánchez está como el rey ahogado, tal y como lo definió Enric Juliana. Una gran coalición a tres contra el cambio y a favor de nuevos ajustes es lo deseado por quienes no se presentan a las elecciones. Por nuestra parte, lo hemos dejado claro: vamos a hacer lo posible por evitar que Mariano Rajoy forme gobierno. Nos hemos ofrecido a dialogar y discutir con la mano tendida. Entendemos que es fundamental revertir los recortes, frenar la política de austeridad para acabar con la desigualdad y reactivar la economía, tenemos la necesidad de arrancar de raíz la corrupción, y de construir un nuevo marco de convivencia territorial sobre bases sólidas dentro de una España plurinacional. Por ahora el PSOE no tiene posturas definidas en torno a la agenda a seguir en la salida de la crisis social y económica o en materia de regeneración democrática. Antes de marcar líneas rojas habría que marcar posturas claras.

P. ¿Qué posibilidades reales hay de que Podemos pacte con Sánchez?

R. Desde la misma noche de las elecciones hemos tendido la mano, pero por ahora solo hemos recibido negativas y líneas rojas para poder sentarse a la mesa a debatir. Hemos lanzado la iniciativa del diálogo y hemos recibido un portazo. El PSOE creo que está un poco desorientado, tanto a la interna del partido como en su ambigua posición hacia afuera. Estos días tendrá que aclararse, no son tiempos de batallas intestinas, sino de plantear propuestas de país. Existe una oportunidad clara para echar al PP y hacer política con mayúsculas por encima de tácticas cortoplacistas.

P. Si hubiera elecciones anticipadas... ¿Qué ve como riesgos y qué como ventajas?

R. Creo que nadie desea que se celebren elecciones de nuevo, pero debemos tener claro el orden de las prioridades, es decir, lo prioritario no es lo que la CEOE, el Ibex 35 o la Troika demanden, ni se trata de formar un gobierno estable por el hecho mismo de que sea estable, si por estable entendemos una pista libre para persistir en las políticas de recortes. Lo importante es que haya cambio a favor del bienestar y el futuro de las mayorías sociales, que es lo que ha votado la inmensa mayoría de la ciudadanía. El riesgo y las ventajas hay que calibrarlas poniendo en el centro del debate la necesidad de un cambio social y político.

P. ¿Cual va a ser la agenda parlamentaria de Podemos?

R. Lo primero que vamos a hacer es poner en trámite la Ley 25, basada en contemplar los derechos humanos, algo muy básico que entronca con el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Una ley de rescate social que ponga fin a la pobreza energética y a los desahucios sin alternativa habitacional, se trata así de atender cosas muy básicas. Pero además, estamos haciendo una serie de propuestas integrales de país: consensos sociales que ya existen en la sociedad y que hay que convertir en Ley. Se trata de acabar de raíz con la corrupción, reconocer la plurinacional del país, reducir la desigualdad, blindar los derechos sociales, garantizar una justicia independiente y aplicar una reforma electoral.

P. Uno de los ejes de su discurso es poner punto y final a la política de austeridad diseñada desde Europa. Sin embargo, el menú para España en 2016 son 12.000 millones de euros en recortes. De llegar a formar gobierno, ¿no podría pasar con Podemos lo mismo que con Syriza y veros obligados finalmente a pasar por el aro de la austeridad?

R. El desafío es que tenemos un problema de arquitectura europea. Es imposible construir un proyecto político común, de fraternidad europea, contando con todas las diferencias existentes entre los distintos pueblos europeos, si nos basamos en reglas estáticas y técnicas como el déficit, la deuda y el 2% de la inflación. Es imposible porque son dispositivos disciplinadores en economías completamente desiguales. Sin tener una hacienda pública compartida, una mutualización de la deuda, programas comunes de lucha contra el desempleo, es decir: sin tener en cuenta una serie de elementos que construyan efectivamente un pueblo europeo. Con todo, creo que, como placas tectónicas, la cosa se va moviendo. Lo que ha pasado en Grecia tras el referéndum y el nuevo programa de austeridad, con el ministro de finanzas alemán a la cabeza y el aplauso del ministro de economía español, ha sido una extorsión en toda regla. En Grecia intentaron destruir al gobierno Tsipras para evitar la posibilidad de un cambio democrático en España. También vemos una serie de cambios políticos en Portugal. Todo esto requiere una cierta sedimentación, pero sobre todo precisa de articulación política y democrática a nivel europeo. Precisa de una fuerza que ponga encima de la mesa un espacio de negociación que no esté basado exclusivamente en los dispositivos de disciplina económica que nos abocan a la destrucción del tejido social y de bienestar en Europa.

P. En el escenario de negociación entre líderes políticos de fuerzas tradicionales y emergentes… ¿Los nuevos líderes de su formación no corren el riesgo de convertirse en una nueva élite, una nueva casta política?

R. No lo creo, no por ningún tipo de perfeccionismo moral, sino porque contamos con mecanismos pensados para evitarlo. Pero también importa la realidad material: los sueldos de los representantes de Podemos están ligados al SMI; apostar por subir el salario mínimo es apostar por subir tu propio salario. Eso es estar conectado a la sociedad.

P. Se habló y se escribió sobre el Podemos 2.0., de manera muy resumida: la apuesta por un partido-empresa con un liderazgo fuerte y cerrado frente al partido-movimiento de los orígenes. La composición de candidaturas y confluencias diferentes en cada territorio y los resultados obtenidos el 20D… ¿Ofrecen una nueva fase? ¿Un Podemos 3.0.?

R.Creo que, reconociendo de partida los errores cometidos, a veces se ha sido muy injusto con la hoja de ruta de Vistalegre. No traza un modelo per se, sino una tesis aplicable al tiránico ciclo electoral y político que se abría en 2015 y que parece que todavía no ha terminado. Por ahora, creo que seguimos en las mismas tesis, donde la estrategia plurinacional en el 20D ha sido más un enriquecimiento que una revisión del planteamiento de Vistalegre. Lo anterior, obviamente, no implica que no tengamos que analizar los cambios que se suceden a toda velocidad en el escenario político y adaptarnos a las diferentes coyunturas.

P. Podemos está bajo permanente escrutinio público y mediático, además de acumular un enorme capital simbólico y político… ¿Cómo se vive esa situación de acceso al poder? ¿Produce erosión? ¿Síndrome de Estocolmo?

R. Hay algo que no soportan las élites y por eso nos tratan como intrusos, como si la política fuera un espacio reservado y privado para la gente que está llamada a ocupar puestos de liderazgo viajando en una especie de escaleras mecánicas de la mediocridad. Sigue siendo triste que sea noticia que gente que proviene de la calle o de la sociedad civil entre en las instituciones. Pero es obvio que, en diferentes grados, nuestras vidas se han transformado por completo. Después de las europeas, hasta cierto punto, se asumió estar sometidos al escrutinio permanente de los medios y de la propia sociedad porque era obvio que venía todo en el mismo paquete. No somos marketing, somos gente normal y corriente haciendo política. La gente anónima es también la gente que sale del anonimato.

P. ¿Qué mantiene y que innovaciones plantea Podemos respecto a otros partidos políticos como IU o el PSOE?

R. Así a bote pronto se me ocurren varios aspectos: el modo de financiación, la regeneración democrática y la transparencia, la austeridad de los cargos, las primarias ciudadanas, las consultas revocatorias. En nuestro caso no acudimos a los bancos a pedir créditos, solo nos financiamos con las aportaciones y los microcréditos de la gente. Nuestras cuentas son públicas y transparentes y están detalladas en la web, factura por factura. El dinero sobrante de los sueldos de nuestros representantes electos sirve entre otras cosas para lanzar el proyecto Impulsa.

P. La relación de Podemos con Izquierda Unida es tan fraternal como fratricida. En territorios como Galiza o Catalunya se han planteado candidaturas comunes en las escalas municipal o estatal… ¿Por qué en Madrid no hubo acuerdo con la candidatura de Alberto Garzón?

R. En el caso de Alberto Garzón se intentó pero no salió. Trasladar un caso a otro lugar como si fuera un corta y pega es complicado. La suma simple o la mirada retrospectiva de supuestas cábalas sobre que lo podría haber sucedido sí “la izquierda se uniera”, son a mi juicio incorrectas. Las variables no se mantienen estables durante ese proceso necesariamente, 2+2 no tienen por qué ser cuatro en política. En los territorios como Catalunya, Euskadi, el País Valencià o Galiza, las razones no hay que encontrarlas en la suma de siglas o la “unidad de la izquierda”. Responden, en mi opinión, a las características nacionales en los territorios, responden a una acertada postura en defensa de la plurinacionalidad y la democratización de la economía junto con la relevancia de liderazgos que cuentan con un gran reconocimiento.

P. Catalunya está siendo un escenario central en el actual terremoto político. El procés catalán, la CUP, el movimiento de los Comunes… ¿Catalunya abre los candados del régimen del 78?

R. Está claro que el régimen del 78 se parte por la cuestión territorial, además de por la cuestión social. El ciclo de protestas que se abre con la PDD (Plataforma per el dret a decidir), con las consultas, se presentaron masivamente en las últimas Diadas del 11S, evidenciando una fractura. Es el Partido Popular quien, primero, apela al Tribunal Constitucional y espolea el rechazo a lo catalán, y segundo, a lo largo de todos estos años ha seguido por la senda del inmovilismo, provocando que, según el CEO (Centre d’estudis d’opinió de Catalunya) el 42% de los nuevos independentistas argumenten serlo con motivo de los comentarios y actitudes del gobierno. Esta fractura ha pasado factura a CIU y se abre más cuanto más desoída es la ciudadanía. Parapetarse en la letra de la ley empeora los problemas políticos. Solo un referéndum pactado y legal –por cierto tal y como defendía el PSC en 2012–, donde se le devuelva la palabra a la gente puede desatascar esta situación. Desde la democracia como punto de partida, los consensos sociales y plurinacionales forjados pueden hacerse realidad.

P. ¿Proceso constituyente o solo referéndum catalán?

R. Creo que la apertura de un debate constituyente incluye también la salida del atolladero en materia territorial. El inmovilismo, la falta de estrategia y el desprecio a un proyecto de una España plurinacional solo ayudan a que crezca el sentimiento independentista. Estoy convencido de que el enfoque más sencillo resultará ser también el más eficaz.

P. Muchos científicos sociales hablan de “democracias de audiencias”. Como si el terreno central de la política contemporánea fueran los platós de televisión, los medios de comunicación, las redes sociales…

R. Creo que fue Raymond Williams quien decía eso de que “el acto de comunicar es un acto de comunidad”. La manera en la que se comunica una sociedad nos dice mucho de la sociedad en la que se vive, cómo se trabaja, de qué forma se entienden y estructuran las relaciones y los cambios. Hoy vivimos en un tiempo donde los sistemas de comunicación y culturales son también sistemas de producción. El espacio público se ha convertido en un espacio de producción de mercado colonizando así el espacio de la política (aunque nunca lo consigue del todo). Vivimos en una sociedad dominada por las reglas del deseo de la competitividad, atrapados en la economía de la atención. Esta es la base material de una sociedad conectada y desbordada por el exceso de comunicación: la política y la sociedad tienen que competir con un mundo y un imaginario donde lo que menos hay es tiempo para intervenir, tiempo para que alguien te preste atención. Los dispositivos audiovisuales son fundamentales en la nutrición de nuestra sociabilidad, y es a través de ellos desde donde se generan los sistemas de ideas. Esto te obliga a convertirte en un buen “pistolero”. No hago una valoración subjetiva, sino una descripción del terreno que precisa de cambios sociales más profundos para proteger al mundo de la vida del asedio de la mercancía.

P. Los candidatos moviendo el esqueleto o tocando la guitarra en “prime-time” no son ninguna novedad. En su opinión… ¿Es algo que banaliza la política? ¿O es consustancial a las normas del juego?

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R. Lo importante está en ver si es efectivo, pero ojo, no efectivo en abstracto, no por cinismo, sino verificar si son medios idóneos para un fin en concreto, no cualquiera. Como decía Maquiavelo, siempre es mejor no apartarse del bien, si se puede, pero saber entrar en el mal si uno se ve obligado. Si estás jugando en el terreno electoral, la forma y los tiempos en los que se presenta no los eliges y casi nunca puedes marcarlos. En cualquier caso no me convence la idea de banalizar, es una acusación que suele repetirse siempre que la política se convierte en práctica de muchos y deja de ser tesoro de pocos.

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