Los desafíos del Estado del bienestar

Las pruebas del daño psíquico por la pobreza desvelan un fallo en cadena de la política contra la desigualdad

Reparto de alimentos de Cruz Roja en Córdoba.

Las pruebas están ya reunidas, integradas y puestas al servicio de la Comisión Europea. La pobreza, indica la evidencia científica, daña psicológicamente a quien la sufre hasta el punto de crear un estado mental –anímico, pero también cerebral– que se convierte en sí mismo en un obstáculo para salir de la propia pobreza. Se trata de la definición casi perfecta de círculo vicioso. Es una afirmación delicada, porque puede dar cobertura a la culpabilización del pobre. Pero es, al mismo tiempo, una afirmación abrumadoramente documentada. Y que entraña desafíos añadidos para el caso de España, por la profundidad de su problema de pobreza y los déficits en su forma de afrontarla.

El informe oficial Pobreza y mentalidad, realizado por el Centro Común de Investigación, un servicio de apoyo a la Comisión Europea para dar base científica a sus políticas, reconoce los riesgos de un enfoque que apunta a la psicología de la pobreza, pero los encara a lo largo de más de cien páginas de análisis de publicaciones en los campos de la neurociencia, la sociología y la pedagogía que acreditan la existencia de ese circuito perverso por el que el impacto psicológico de la pobreza se erige en una dificultad añadida para su superación, al condicionar las expectativas y el comportamiento. Es un fenómeno que agrava sus efectos a través de al menos tres factores relacionados: la continuidad en el tiempo de la pobreza, la estigmatización y la segregación.

¿Qué indican unas conclusiones así para el caso de España? Que hay motivos sobrados para la preocupación. Porque se trata de asignaturas pendientes.

El ESTUDIO 'POBREZA Y MENTALIDAD'

Un círculo vicioso (y un riesgo en su interpretación)

El análisis de investigaciones que reúne Pobreza y mentalidad, completado con la aportación de un panel de expertos, enfoca un "obstáculo" para salir de la pobreza "menos estudiado" que la efectividad de las ayudas. ¿Cuál? Algo que está más al fondo, incrustado en el cerebro. "Cómo la pobreza y la exclusión afectan al comportamiento, las aspiraciones y la esperanza, que pueden ser motores esenciales para la movilidad social", dice el informe, elaborado por Laura Cassio, Zsuzsa Blasko y Alice Szczepanikova.

Su estudio, una aportación novedosa al marco de evidencia disponible para la elaboración de políticas de la Comisión Europea, detalla cómo la pobreza, especialmente la duradera y más aún la multigeneracional, se incrusta en la mente y se acaba convirtiendo en una dificultad añadida para salir de la propia pobreza.

Las propias autoras expresan "preocupación" por la posibilidad de que se interprete que "la mentalidad" es la razón para no salir de la pobreza. ¿Cómo salva el informe este riesgo? Con datos, con estudios, con ejemplos, con citas. Además de dejar claro que "el estudio del impacto de la experiencia de la pobreza" no disminuye la responsabilidad política, el texto conquista su validez a través de una cuantiosa base científica.

La herida en la mente

Pobreza y mentalidad concluye que la pobreza y la exclusión "afectan a las funciones ejecutivas y a las capacidades de autorregulación", es decir, "a la atención, la memoria y la planificación". El meollo está en el conocido como "estrés tóxico", una presión "continua y excesiva derivada de las preocupaciones" propias de quien no tiene resuelto lo más básico. No es algo que afecte sólo al ánimo. Afecta al cerebro mismo. Este "estrés tóxico", señala informe, inunda el córtex prefrontal y el cerebro límbico, obstaculizando funciones cruciales. Además, empeora el sueño, lo que complica las cosas. El informe cita estudios que indican que "la experiencia de la escasez", sea de dinero o de tiempo, captura la mente y favorece la "visión de túnel": no se ve más allá del día que hay que superar. Se reduce lo que se conoce como "ancho de banda cognitivo".

He aquí algunos experimentos citados. Las pruebas realizadas a los cultivadores de caña de azúcar de la India antes y después de la cosecha evidencian una subida de la inteligencia una vez hecha la recogida. Con lo imprescindible resuelto, pensamos mejor. Sin ello, se castra nuestra capacidad de planificación. Un experimento demostró que las personas en situación de pobreza están menos dispuestas a asumir riesgos y a sacrificar los ingresos inmediatos en favor de mayores ingresos futuros, además de ser menos propensas a invertir en tecnología y en recursos a largo plazo. "La ironía –señalan las autoras– es que lo que está en juego en la toma de decisiones es también mucho más importante para los pobres. En una situación de escasez, tomar la decisión correcta sobre los recursos es más importante que en una situación de abundancia".

Más. Los estudios recopilados "muestran una clara asociación entre el estatus socioeconómico y el tamaño y la superficie de las regiones del cerebro implicadas en funciones cognitivas como el aprendizaje", añade el informe, que señala que la diferencia se empieza a gestar desde la más temprana infancia, como ha acreditado el Centro de Desarrollo Infantil de Harvard. Un estudio de 2015 publicado en JAMA Pedriatics muestra que las áreas cerebrales clave para el aprendizaje son erosionadas por la pobreza, el estrés, la escasa estimulación y la deficiente nutrición hasta el punto de explicar el 20% del bajo rendimiento de los niños con pocos recursos.

Otro factor. Las personas pobres suelen sufrir la "amenaza del estereotipo", más grave en los casos de pobreza multigeneracional. Así lo expresa el informe: "Un estereotipo negativo sobre la propia identidad desvía la atención y la capacidad mental de la tarea. El estrés causado crea un impuesto sobre el ancho de banda que reduce la memoria de trabajo, la capacidad de análisis y el control personal necesarios para resolver cuestiones difíciles. [...] Esto exacerba la ansiedad, que desvía aún más la atención".

Pobreza multigeneracional

Todo lo expresado hasta aquí se agrava con la pobreza multigeneracional, heredada de abuelos a padres y de padres a hijos, que a su vez suele ir ligada a la segregación educativa y residencial. Ello multiplica el impacto negativo sobre las propias aspiraciones, castigadas además por los estereotipos. Entramos en el terreno de lo que el informe llama el riesgo de "profecía autocumplida", que se manifiesta con fuerza en la etapa escolar.

"Aunque estén igualmente dotados, los alumnos de menor nivel socioeconómico tienen aspiraciones de futuro significativamente menores que los de familias más ricas", concluye el informe a la luz de la evidencia disponible. Se produce, concluyen las autoras, "un círculo vicioso en el que las bajas calificaciones refuerzan las bajas aspiraciones y viceversa". Los profesores también ajustan sus aspiraciones a visiones estereotipadas, que los alumnos perciben e interiorizan. Es lo que se conoce como efecto Pigmalión.

ESPAÑA Y LOS FACTORES AGRAVANTES

Agravante 1: la pobreza se alarga

Si los agravantes de la herida psíquica y emocional de la pobreza son el tiempo, la segregación y los estereotipos, España tiene motivos para revisar su forma de encarar el fenómeno.

En primer lugar, el tiempo de pobreza se alarga, producto de dos crisis enlazadas y de una demostrada incapacidad para su atención eficiente mediante las ayudas públicas [ver aquí] y para su reducción incluso en fases de crecimiento del PIB y del empleo [ver aquí]. En España hay casi 11 millones de personas en exclusión social, 2,5 millones más que en 2018. Más de 6 millones en exclusión severa, cerca de 2 millones más que hace tres años. No se superaba esa barrera desde 2007. Toca techo desde el arranque de una serie iniciada en 2008 el porcentaje de quienes se retrasan en pagos relacionados con la vivienda (de 8,3% a 13,5%) y el de quienes no pueden comer carne, pollo o pescado cada dos días (de 3,8% a 5,4%). Estos son datos que suelen verse como problemas en sí mismos. Y lo son. Pero, además, al análisis del impacto psicológico de pobreza de hoy que tiene en su mesa la Comisión los convierte en causa de alarma sobre las pobrezas que –vía estrago psicológico– vendrán o continuarán mañana.

Se dirá –con razón– que la pandemia ha trastocado la situación. Pero no sólo ha sido el virus. Cuando llegó el covid-19, 600.000 personas en España aún no habían recuperado los mínimos de calidad de vida anteriores a la Gran Recesión, todo ello según los últimos informes globales de Cáritas y la Red Europea de Lucha contra la Pobreza. "Los más perjudicados por la actual crisis –señala Cáritas– son los mismos que cuando llegó la recuperación de la Gran Recesión en 2018 no recibieron el goteo de la recuperación". Llueve sobre mojado. Y es la lluvia sobre mojado lo que más erosiona la psique.

La huella psicológica empieza a hacerse evidente en estados de opinión, por ejemplo entre los jóvenes. La Enquesta sobre l'impacte de la Covid-19, elaborada en plena pandemia por el Centre d'Estudis d'Opinió, concluyó que los jóvenes, atrapados por dos crisis y que en en líneas generales no han conocido etapas de bonanza, eran los más pesimistas sobre su futuro y el de la economía. Otro estudio de la FAD y la Fundación Pfizer concluye que casi un 60% de jóvenes hasta 29 años cree que van a empeorar sus oportunidades. El 54% piensa que tendrá que trabajar "en lo que sea", sin margen de elección. Tras esos datos hay una herida psicológica, que es la que pone en la mesa ahora el informe Pobreza y mentalidad, cuyo mensaje es terminante: dicha herida no es sólo consecuencia de la pobreza, en el futuro puede ser una causa de su continuidad.

Agravante 2: segregación educativa y residencial

El informe señala que la pobreza lastima la psique de quien la padece, inundada de una ansiedad que estrecha sus miras. Esto se agrava cuando la persona sufre segregación, fundamentalmente educativa pero también residencial, dado que carece de referentes para ampliar miras. Y ocurre que España es un país en el que la segregación social es un problema más que acreditado. No en vano, se trata del 22º país con más segregación en Primaria de los 24 de la OCDE analizados por el informe Diversidad y libertad, realizado por el think tank EsadeEcPol y Save the Children, que pone de relieve su carácter de fenómeno creciente [ver aquí, aquí y aquí].

La segregación educativa se combina con la residencial. Como muestra el proyecto de Eurostat Urban Audit, no sólo hay abismales diferencias entre los barrios más ricos y los más pobres, sino que no hay convergencia a la vista y las brechas están creciendo. El Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 cuenta con un informe de alerta en el que cuantifica en en 953 los barrios "en situación de vulnerabilidad alta o muy alta". En todos ellos se da un fenómeno de enquistamiento de una pobreza multigeneracional.

Agravante 3: estigmatización

Si la pobreza estrecha el campo de visión, dificultando la salida de la misma, y educarse en una escuela de elevada segregación –es decir, entre pobres– agrava este estrechamiento, el remate para el problema es la estigmatización, siempre según el informe del Centro Común de Investigación, que destaca la importancia de lanzarle a todos los alumnos el mensaje que hay una oportunidad para ellos.

Otra vez España está en problemas ante una conclusión así. Según el PISA 2018, España es el cuarto país de los 37 de la OCDE con la tasa más alta de repetición, siendo la repetición el mensaje más desmoralizador para el alumnado y el más íntimamente conectado con el abandono, apartado en el que España es líder en la UE. Además, los más pobres repiten cuatro veces más que los que tienen más recursos.

DISFUNCIONES Y POSIBLES SALIDAS

Un castigo a la pobreza

El funcionamiento de las ayudas en España contribuye a agravar el enquistamiento psicológico de la pobreza que desvela el informe Pobreza y mentalidad. Así se desprende del análisis del economista Julen Bollain, profesor e investigador de la Universidad de Mondragón, que afirma que en España el diseño de las políticas públicas a menudo redunda en una "estigmatización" de la población más vulnerable. Bollain acude a un ejemplo emblemático: "El Ingreso Mínimo Vital [IMV] implica un control extraordinariamente invasivo, una espada de Damocles sobre su perceptor, que se enfrenta mensualmente a controles burocráticos para demostrar que sigue siendo pobre. Eso dificulta sacar la cabeza y echar a volar".

Se trata de un mal que el investigador extiende a la mayoría de "políticas condicionadas". Además, fomentan una actitud que Bollain llama "sumisa suplicante", que deteriora la autopercepción y genera una sensación de deuda. El investigador se muestra por ello favorable a una renta básica incondicional, a la que prevé mayor capacidad para evitar la estigmatización y para desactivar el discurso sobre el supuesto fraude masivo de las ayudas, eficaz aunque –como recalca Bollain– no se corresponden con los datos.

Un cambio de enfoque

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El profesor de Sociológica en la Universitat de Barcelona Xavier Martínez-Celorrio, especialista en equidad, cree que la interiorización psicológica de la pobreza y su contribución a la perpetuación de la misma es algo "conocido entre los expertos", pero que aún no empapa la forma de organizar las políticas sociales. Hay, dice, un "excesivo burocratismo del circuito asistencial" y queda pendiente el reto de centrar los programas sociales "en la capacitación, autonomía y empoderamiento para salir del fatalismo del círculo de la pobreza".

¿Cómo hacerlo? A juicio de Martínez–Celorrio, el acceso al IMV, a las ayudas o a las becas "debería ser de ventanilla única y con menos burocracia, interviniendo sobre itinerarios de inserción sin estigmas y sobre el entorno, potenciando el capital social, la participación cívica y el cambio pedagógico en las escuelas de los hijos donde el efecto Pigmalión sigue hiriendo la autoestima y expectativas de la infancia mas vulnerable". Y añade: "La atención que mejor funciona son las acciones integradas y transversales en empleo, formación, servicios sociales, acción comunitaria y educación de los hijos transformando el contexto y vulnerabilidad de los barrios sensibles".

Bollain apunta a una clave psicológica más. Pero, esta vez, no de la psicología del pobre, sino de la sociedad en su conjunto: "Con datos de la OCDE, los salarios de 2020 siguen siendo inferiores a los de 2000. Ya no son sólo las crisis, las crisis son cíclicas. Es que hemos normalizado que un 20% de la población viva en situación de pobreza y que el empleo, que antes garantizaba una vida digna, ya no la garantice".

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