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El PSOE se lanza a convencer a Sánchez para que continúe y prepara una gran movilización en Ferraz

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"Si fuésemos otro país la historia de Pedro, caerte, besar la lona y volver a levantarte, sería una serie"

Pedro Sánchez en 2017, cuando ganó las últimas primarias del PSOE, en 2018, antes de la moción de censura, y en 2019 y 2020 ya como presidente.

El Pedro Sánchez de ahora es “el mismo que ganó las primarias hace tres años, pero con más responsabilidad. Y eso pesa en las canas, por fuera y por dentro. Y es inevitable”.

La frase es de un colaborador del presidente que le conoce bien y que ha asistido en primera línea a las vicisitudes del líder del PSOE a lo largo de los últimos años.

La intensidad de la vida política española reciente es de tal magnitud que a nadie le parece que sólo hayan transcurrido tres años desde que Pedro Sánchez cambió las reglas de juego del socialismo español con una arrolladora victoria en las primarias del partido. Ocurrió el 21 de mayo de 2017, aupado por una militancia enfadada con la vieja guardia socialista que apenas unos meses antes le había desalojado de la Secretaría General. Aquellos dirigentes, una heteorogénea alianza de guerristas, felipistas y zapateristas, tenía tres objetivos: cerrar el paso a un acuerdo con las formaciones independentistas catalanas y con Unidas Podemos, facilitar la investidura de Mariano Rajoy y poner al timón a Susana Díaz, la heredera natural del establishment del partido. No lo consiguieron.

Sánchez tiene ahora 48 años y desde aquellas primarias vive en una montaña rusa. De estos tres años de sube y baja permanente está a punto de cumplir dos en La Moncloa acostumbrado a sobrevivir en política a corto plazo gracias a su capacidad para adaptarse a las circunstancias. Primero sacando adelante una moción de censura contra Mariano Rajoy en el momento más inesperado posible, cuando el último presidente del PP acababa de asegurarse la aprobación de los Presupuestos Generales y las encuestas prometían al entonces líder de Ciudadanos, Albert Rivera, una ruta directa a la Moncloa. Y después ganando en dos ocasiones consecutivas las elecciones generales en medio de una atomización parlamentaria sin precedentes.

En ese tiempo ha navegado casi todas las aguas en busca de las mayorías que necesita para sacar adelante sus propuestas. Renegando de Unidas Podemos para acabar abrazando la coalición con Pablo Iglesias. Negando al independentismo la posibilidad de plantear sus demandas en una negociación para pactar después la constitución, al más alto nivel —entre gobiernos—, de una mesa de diálogo sobre Cataluña. Ha vivido la inyección de adrenalina de la primera moción de censura exitosa de la democracia española, la victoria en las convocatorias electorales de abril y mayo de 2019. Pero también la impotencia de no poder aprobar unos presupuestos o el revés de no haber sido capaz de rentabilizar la repetición electoral de noviembre, en la que esperaba que los ciudadanos reforzasen su mayoría para no tener que pactar con los independentistas ni ceder parte del gobierno a Unidas Podemos. O teniendo que hacer frente, como ahora, apenas dos meses después del inicio de la legislatura, a una pandemia que ha matado a casi 28.000 personas en España y ha desencadenado una crisis económica sin precedentes desde la guerra civil.

Sánchez, según sus adversarios políticos, es transparente. Es como es, en público y en privado. Algunos que lo describen como un poco envarado, utilizan el término “robótico” para describir cierta apariencia de “frialdad” que una persona muy próxima del partido reconoce pero que considera pura apariencia, una forma de ocultar una personalidad muy cercana con quienes tiene alrededor. “Es seco en el trato, pero muy cariñoso. Quizá no lo demuestra: no te abraza cuando te ve, peor está ahí siempre cuando lo necesitas”, le defiende una de las personas que más estrechamente ha colaborado con él durante estos años. “Pedro no es frío, es racional”, sostiene. Se abstrae de lo personal. Siempre tiene esa capacidad de bajarse del atril, irse a su casa y ahí está lo personal. Eso es lo que hace a alguien un líder. Esa capacidad de enfriarse”, subraya.

Más distante

La formalidad de su cercanía con los más próximos es algo que reconocen incluso sanchistas de la primera hora que hoy sienten cierta decepción por su forma de gobernar, casi unipersonal. Sigue atendiendo a a todo el mundo, aseguran, tanto a sus colaboradores dentro del partido como en el aparato del Gobierno, pero está “a otro nivel”. Es “más duro, más distante, más exigente. La vida le ha cambiado”. Es verdad, admite, que siempre es “cariñoso. Le pregunta a todo el mundo por sus hijos, pero con más distancia”. A veces parece “un formalismo. Antes era más cercano” pero “es normal”, le disculpan. Ahora tiene encima una enorme responsabilidad. “Creo que se ha desapegado emocionalmente de las personas”.

Tiene una apariencia de “frío y duro”, reconoce otro colaborador. Pero detrás de “esa careta”, añade, hay alguien “que siente las cosas cerca”, que escucha con atención a quien se le acerca, interesándose de verdad por lo que le está contando.

En la calle Ferraz, donde se ubica la sede del PSOE, Sánchez se apoya en su número dos, Adriana Lastra, en el secretario de Organización, José Luis Ábalos, y en el secretario de coordinación, Santos Cerdán. Y en Moncloa en su círculo de confianza, el experto en comunicación Iván Redondo, el secretario general, Félix Bolaños, y en la vicepresidenta Carmen Calvo. Pero “ha cambiado su visión del partido”, se quejan quienes creen que el espíritu de las primarias de 2017 languidece. “Nosotros peleamos por tener un tipo de partido que hoy es justo lo contrario. No existe el partido. Peleamos la participación, pero hoy no se cumple nada”. Las reuniones son un “mero trámite”.

Quien eso piensa, una persona que sigue defendiendo al 100% el liderazgo de Sánchez, describe a un líder que en estos momentos dirige “el proyecto político como si esto fuese una empresa. Como si él mismo fuese el director de una gran empresa que es el PSOE. No veo la confraternidad del partido por la que peleábamos, no hay grandes debates, no se admite la crítica”. Aunque inmediatamente le justifica: “Es un momento muy complicado” y quizá no es momento para dejar margen para que reaparezcan las diferencias internas.

De lo que ya no hay dudas es sobre su liderazgo interno. “Es la referencia dentro del partido para todo el mundo”. Aunque aún quedan versos sueltos, como los presidentes de Castilla-La Mancha y Aragón, Emiliano García-Page y Javier Lambán. Al presidente aragonés, dicen algunos con sorna, “lo que de verdad le gustaría es que Arrimadas fuese la líder del PSOE”.

No todo el mundo piensa que Sánchez haya cambiado. “Yo creo que sigue siendo el mismo, incluso de las primarias de 2014”, sostiene sin reservas una persona muy próxima a él.

“No ha cambiado mucho” reconoce otro colaborador que ha aceptado conversar con infoLibre, como los demás, con el compromiso de reservar su identidad. “Tiene una notable adaptabilidad al entorno”, lo que lo convierte en “un gran pragmático” y, sobre todo, en “un buen hacedor de soluciones”. “El tronco y las raíces” de Sánchez, explica gráficamente, “son las mismas, pero las hojas tienen que moverse hacia un lado y hacia otro. Pero sólo las hojas”. En este tiempo “el tronco se ha ensanchado y ha crecido. Y la política es el arte de adaptarse a las circunstancias”, señala a su favor.

Convicciones

En lo que sus más próximos coinciden es en que esa adaptabilidad no oculta en realidad una carencia de principios políticos, como a menudo aseguran sus adversarios dentro y fuera del partido. “Sigue siendo el mismo; tiene clarísimo el modelo de partido que quiere. Una persona de grandes convicciones, con muchísima carga ideológica. Con una mirada muy a la izquierda, una de las causas de la victoria de la primarias” hace tres años y una posición que ve confirmada en la insistencia del ahora presidente en que, en plena crisis, “nadie se quede atrás”.

“A mí me ha sorprendido”, señala otra persona que trabaja en su entorno. “Tiene convicciones”. Es verdad que “no tiene detrás un corpus teórico ideológico, pero sí firmes convicciones. No es un politólogo ni un teórico, es un economista”. Y eso se nota. Le mueve la política práctica, no “la erudición”.

Y “tiene una virtud” sorprendente en un presidente del Gobierno: conserva la “capacidad de sorpresa. Aún hay cosas que le sorprenden, tiene curiosidad“ y siempre quiere “aprender”, lo que le ha convertido, entre otras cosas, en un lector voraz de prensa internacional.

Un rasgo distintivo en el que todos coinciden es su ambición. Algo que, en cualquier caso, es connatural a cualquier dirigente político. “Es legítimo en política. No puedes quedarte a medio gas”. “Le gusta ganar”. Algo que algunos emparentan con su afición “al deporte y a la competición”. Y “no siempre es fácil”. Tiene “mal perder”, pero “consigo mismo”. En eso, aseguran, es en lo que basa su disciplina y su constancia en el trabajo. Es su “fortaleza”.

“No le ha regalado nada nadie. Es trabajador y tenaz, y esa autodisciplina” la traslada a todo su entorno. “Te obliga a trabajar así. A no dejar nada para el día siguiente porque al día siguiente va a haber algo más”. Su nivel de exigencia personal es “altísimo”, señala la misma persona, acostumbrada a largas jornadas de trabajo a su lado. “Lo da absolutamente todo. A cualquier hora del día o de la noche”. Es muy trabajador, certifica otro colaborador. Hace “jornadas brutales y maratonianas” desde muy temprano hasta bien entrada la noche. Y ese ritmo “exige mucho” a quienes trabajan con él.

“En el día a día de su actividad personal es sumamente meticuloso. Su mesa, sus papeles y sus cuadernos están siempre ordenados. El desorden le perturba”. Le gusta mucho la música —la pone a menudo para trabajar— pero su ocio, para el que apenas tiene tiempo desde que volvió a la Secretaría General y, sobre todo, desde que llegó a la Moncloa, es muy limitado. Apenas algo para hacer deporte. No es —lo subrayan varias de las personas con las que ha hablado infoLibre— hombre que disfrute de una buena comida y una larga sobremesa de conversación.

Un presidente digitalizado

Es también el primer presidente “digitalizado” que tiene España. Ha normalizado la utilización de WhatsApp en sus comunicaciones dentro y fuera de la Moncloa —con el Gobierno utiliza además herramientas seguras—. Lo utiliza para intercambiar mensajes con sus ministros, con miembros del partido, con periodistas y hasta con seguidores. “Durante la campaña de las primarias le daba su teléfono a todo el mundo” y ahora hay militantes que le siguen escribiendo, Responde “siempre” aseguran. Y “además pronto”, algo que sorprende al tratarse de un presidente con una agenda complicada. “Se le hace difícil a la gente normal, pero él contesta a los cinco minutos”, confiesa un miembro de la Ejecutiva.

Todos en su entorno coinciden en que es una persona “que escucha mucho, más de lo que la gente cree. Le interesa muchísimo lo que le dices y luego ves plasmado lo que le has dicho”. Lo cual no significa que cambie fácilmente de opinión, sobre todo si tiene las ideas claras, advierte otra persona. “Que luego no haga lo que le dices no quiere decir que no te escuche”, replica un miembro de su equipo de colaboradores.

Los tres años de vértigo que han pasado desde las primarias del 21 de mayo de 2017 y todo lo que ha ocurrido desde entonces han hecho a Sánchez entre más “desconfiado” y más “prudente”, depende de quién reflexione sobre su evolución personal. ”Es desconfiado”, pero hay que entender que “también le falló o le traicionó mucha gente. Ahora “quiere tenerlo controlado todo”. El problema es que en esas circunstancias la gente acaba no planteándole dudas, lo que alimenta “la sumisión” y ahuyenta “la crítica constructiva”.

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Las heridas de las primarias hicieron de él alguien “bastante rencoroso”, indica un dirigente que le conoció bien en esa época. Pero es normal: a estas alturas “rencorosos somos todos”, admite. “Nos han pasado muchas cosas y nos hemos dejado muchos pelos en la gatera”. Llegar a la Moncloa ha supuesto hacer concesiones, dice otro que no ve rencor alguno, ni siquiera con los que forzaron su dimisión en 2016. “Pedro se tragó muchos sapos. Los tragamos todos”. Pero eso forma parte de la “visión de Estado del partido”, justifica.

La épica de quien, contra todo pronóstico, supo reconstruirse y devolver al PSOE la Presidencia del Gobierno marca la opinión que sobre él tienen todos cuantos le rodean. Aquella caída, la de 2016, “le ayudó a ganar en coraje y fortaleza”. Y a dar más “importancia a la gente”.

“La historia de Pedro, caerte, besar la lona y volver a levantarte, si fuésemos otro país sería una serie”, subraya una de las pocas personas que pueden presumir de formar parte al mismo tiempo de su círculo político y personal. “Es una historia motivadora: un tío que se cae, que baja a los infiernos, que se levanta, se sube a un coche, coge una teléfono móvil y consigue su sueño de ser presidente del Gobierno”. Sería digna de mostrar como “un ejemplo de superación. De luchar por lo que quieres”.

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