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Duelo en el PSOE con final abierto

Pedro Sánchez y Susana Díaz, en una imagen de archivo.

Gonzalo López Alba

Si las elecciones primarias que el PSOE celebrará en mayo para elegir a su nuevo secretario general fueran abiertas, habría poca emoción escénica y las casas de apuestas echarían el cierre. Seguramente las ganaría Pedro Sánchez. Así lo indican todas las encuestas realizadas entre votantes y simpatizantes, que de forma unánime dan por vencedor al exsecretario general, con Patxi López en segundo lugar y Susana Díaz en el último. Pero como el cuerpo electoral lo integran exclusivamente los militantes socialistas y no existen sondeos específicos, la incógnita sobre el resultado está abierta.

En gran medida es así porque, a pesar de que la militancia sigue siendo muy endogámica, una de las características fundamentales de la crisis del PSOE es la ruptura del vínculo tradicional entre el militante de base y el cuadro dirigente que le es más cercano (y puede también que entre el afiliado y el votante). Las bases se han empoderado con el voto directo y con la información que circula sin filtros por las redes sociales, mientras los cuadros se ven forzados a hacer equilibrios para conservar su influencia ante los afiliados y preservar la confianza de sus jefes territoriales en un contexto de cuestionamiento generalizado de la democracia representativa y de desconfianza hacia todo lo que huele a establishment o jerarquía preestablecida. A pesar de que los candidatos en liza son tres, en el retrato de las almas del PSOE que las primarias proyectan como un espejo, la imagen de Patxi López sólo se refleja difuminada. La competición se presenta tan polarizada entre Susana Díaz y Pedro Sánchez que hasta las fortalezas de uno desnudan las debilidades del otro, y viceversa.

Hay en esto unanimidad, tanto en los análisis internos como en los que realizan observadores de los avatares socialistas, y también en que la principal fortaleza de la presidenta de Andalucía como candidata al cargo de secretaria general es el apoyo mayoritario de las estructuras de poder: los aparatos territoriales, el grupo parlamentario, los presidentes autonómicos, un amplio elenco de alcaldes y notables del partido, y la intelectualidad orgánica que aporta la agrupación de Miguel Yuste –sede del diario El País–. Se calcula que Díaz cuenta con el apoyo del 70% de los secretarios provinciales –los que manejan la recogida de avales–, seis de los siete presidentes autonómicos –los que tienen presupuesto y cargos que repartir–, siete de los 19 secretarios regionales –entre ellos los de las federaciones con más peso, empezando por la propia Andalucía–, el 60% de los diputados y los principales referentes del partido, como Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero o Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque el predicamento de los dinosaurios dista mucho de ser el que fue. Sólo los militantes de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, donde se da por segura una victoria contundente de Díaz, suman 66.000 militantes, más de un tercio del total.

Pero lo que de partida es una ventaja, puede tornarse en una rémora ante el estado emocional de indignación y furia en el que viven los militantes (los que van a votar) desde que Sánchez fue depuesto el 1 de octubre por el Comité Federal, el órgano máximo entre congresos que se configura con una élite de más de 200 dirigentes procedentes de todos los territorios y representantes de todas las corrientes ideológicas. A juicio de Pablo Simón, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Pompeu Fabra, el abrumador apoyo orgánico permite a Díaz presentarse como “la candidata que puede superar las crisis del pasado entre el secretario general y los líderes territoriales, de modo que intentará vender que su liderazgo será de unidad y no habrá más peleas”. Pero, al mismo tiempo, viene de una situación que le produce “mucho desgaste porque es vista como la principal muñidora de la caída de Sánchez”.

Como si de un espejo bifocal se tratara, la principal fortaleza de Díaz refleja también la mayor debilidad de Sánchez. El exsecretario general tiene en su contra a la mayor parte de las estructuras de poder: sólo cuenta con el apoyo de cuatro secretarios provinciales (ninguno regional de forma explícita), una docena de diputados y Josep Borrell entre los notables, aunque ha conseguido enrolar en su bandera a buen número de antiguos guerristas y a la mayor parte de la corriente Izquierda Socialista, que implosionó tras conseguir los mejores resultados de su historia con la candidatura de José Antonio Pérez Tapias en las primarias de 2014, a las que concurrió frente a Sánchez y Eduardo Madina.

Aunque siempre ha vivido en los aledaños del aparato, la mayor fortaleza de Sánchez está en el nexo populista que ha logrado establecer con los militantes, presentándose como una suerte de David que, armado sólo con la honda de su voz (“no es no”), combate las conspiraciones de una dirigencia que, vestida de Goliat, pretende imponer su voluntad a toque de corneta. Mientras que los que apoyan a Díaz lo hacen como “un mal menor”, a falta de un candidato mejor para enterrar definitivamente al exsecretario general, los que siguen a éste lo hacen con una combinación anímica de resentimientos acumulados y rabia con necesidad de ser canalizada que se traduce en activismo entusiasta, un Red Bull que da alas a la militancia, entendida ésta como “concurrir en una cosa, alguna razón o circunstancia particular, que favorece o apoya cierta pretensión o determinado proyecto”.

Sánchez ha hecho concurrir en torno a su liderazgo a los que siempre han jugado a la contra y a los que andaban descolgados sin una bandera tras la que ponerse, pero también a muchos socialistas que de buena fe han creído el relato de que fue derrocado para regalar el Gobierno al PP. “El relato es tan simple como el ‘un vaso es un vaso’ de Rajoy, pero en estos momentos lo más simple es lo que triunfa”, subraya el consultor de comunicación Luis Arroyo, que colaboró activamente con Sánchez en sus dos campañas como candidato electoral. La potencia del mensaje es tal que, a pesar de los esfuerzos pedagógicos del presidente de la gestora, Javier Fernández, ha logrado sepultar la evidencia de que Sánchez llevaba al partido de derrota en derrota hasta la derrota final, una de sus mayores debilidades frente a la fortaleza electoral que Díaz ha demostrado en Andalucía, sin cuyos votos se habría producido el sorpasso de Podemos, al que el exsecretario general quiere abrazar mientras que la presidenta andaluza lo mantiene a raya en su comunidad.

Puesto que la renovación socialista está sometida a un proceso de doble legitimación, podría darse la circunstancia de que Sánchez gane las primarias gracias al voto de los militantes y pierda el congreso por el rechazo de los delegados que en junio habrán de elegir a los órganos de dirección. “Si la Ejecutiva que escoge el congreso sólo obtuviera el respaldo del 60%, sería una señal de ruptura. Con Sánchez no se cerrarían las brechas abiertas sino que se volvería al conflicto interno, aunque tendría el apoyo de las bases”, apunta Pablo Simón. Además, podría darse la circunstancia de que los que se oponen a Sánchez tuvieran mayoría en el Comité Federal, que es elegido en parte por el congreso y en parte por designación de las territorios.

López, sin tirón entre las bases

La contribución que puede hacer a la unidad interna es para el politólogo Pablo Simón la mejor tarjeta de presentación de Patxi López, que tropieza en su intento de dibujar un perfil propio con la extrema dificultad de este propósito en una competición que de hecho se presenta como un duelo entre Díaz y Sánchez. La corriente que encabeza el exlehendakari es la que se percibe como de más fácil integración en el congreso, mientras que entre susanistas y sanchistas se antoja imposible para la mayoría, al menos mientras Sánchez siga en escena. Con más apoyos orgánicos que éste, ya que cuenta con el respaldo de siete secretarios regionales, incluida la presidenta autonómica de Baleares, López tiene por contra mucho menos tirón entre las bases.

Simón recuerda que si López presentó su candidatura tan pronto fue para intentar cortocircuitar la postulación de Sánchez, del que fue estrecho colaborador, “pero se quedó con su equipo, que no es precisamente lo mejor que se recuerda en el PSOE sino el que lo ha llevado a su situación actual”. Sánchez, que llegó a la secretaría general sin un equipo propio y fue abandonado por la mayoría de sus colaboradores, ha construido ahora uno de nueva planta, en el que junto al puñado de diputados que le han permanecido fieles destaca la recuperación del economista Manu Escudero, coordinador del Programa 2000 en tiempos de Alfonso Guerra y desde hace décadas abanderado de la democracia interna; y del sociólogo José Félix Tezanos, que fue secretario de Estudios y Programas de la Ejecutiva cuando el partido era controlado por los guerristas, que presumían de ser la izquierda de la organización. Ellos son los contrapuntos a los dos coordinadores de la ponencia oficial: José Carlos Díez, al que hace tiempo que Susana Díaz eligió como su economista de cabecera, y el diputado Eduardo Madina, que ha pasado de ser enemigo irreconciliable de la presidenta andaluza a uno de sus puntales.

Para poder anticipar a quién puede perjudicar o favorecer más la candidatura de Patxi López, Simón sugiere que habría que estar atentos a quiénes son los que recogen sus avales. En 2014, el aparato de Andalucía, que se volcó con Sánchez, proporcionó a José Antonio Pérez Tapias los que le faltaban para que pudiera competir en las primarias de aquel año y lo hizo en el convencimiento de que así se restarían votos a Madina.

Patxi López cuenta a su favor con una cualidad única en comparación con los otros dos pretendientes: es el único que es diputado y, por tanto, el único que podría fajarse directamente con Mariano Rajoy en las sesiones parlamentarias. Díaz podría hacerlo en el Senado, previa designación por el Parlamento andaluz para ocupar un escaño en la Cámara Alta, y podría asumir la representación del PSOE en los debates del Congreso sobre el estado de la Nación, como en su día hizo Antonio Hernández Mancha, el primer delfín de Manuel Fraga. Sánchez, ni eso. Pero, sorprendentemente en una democracia parlamentaria, no parece que este factor diferencial tenga una gran influencia en el desarrollo de las primarias. Luis Arroyo opina que es así precisamente porque el único con asiento en el Congreso es López y el exlehendakari se ha quedado en tierra de nadie: “Sería distinto si Pedro Sánchez no hubiera cometido la torpeza de dejar el escaño, aunque tiene la fortuna de haber construido el relato de que es el dirigente que llevó su resistencia al PP hasta el punto de renunciar a seguir como diputado. Y Susana puede hacer oposición desde un gobierno autonómico tan importante como el de Andalucía”.

Arroyo, que ha asesorado en distintos momentos y con diferentes grados de intensidad a los tres candidatos, ve a Díaz “asustada” porque Sánchez demuestra un inusitado vigor para ser alguien a quien se dio por enterrado en octubre y, en la medida que es presidenta de Andalucía y líder del PSOE regional, está “asumiendo un riesgo brutal”. No aprecia problema alguno, sin embargo, en que pueda compatibilizar la secretaría general con la presidencia autonómica cuando los socialistas que han sido presidentes del Gobierno compatibilizaron también los dos cargos. A Sánchez, con el que ha tenido la colaboración más estrecha, especialmente durante la campaña para las elecciones del 20-D, lo ve “envalentonado”. “Es peleón, muy competitivo y tenaz por naturaleza, y por naturaleza se le da bien la calle, correr, saltar y pisar charcos”, subraya. Y a López lo ve fuera de plano.

Arroyo, como muchos socialistas que constituyen la “cuarta alma” del PSOE –aquellos que no se sienten representados por ninguno de los tres candidatos–, es de los que teme que el resultado de las primarias, gane quien gane, sea “un desastre”. Como advierte un veterano que sigue los acontecimientos desde la barrera, “el desenlace puede ser fatal de inmediato si gana Pedro, porque habrá un sector del partido que no le reconocerá autoridad; o en diferido, si gana Susana, porque los sanchistas se irán o seguirán enredando, pero no se van a estar quietos”. Así que todavía no se han celebrado las primarias para elegir secretario general y ya se empieza a hablar, como una especie de segunda vuelta, de las primarias para elegir el candidato presidencial.

La gestora comunica al equipo de Pedro Sánchez que no puede continuar con su 'crowdfunding'

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*Gonzalo López Alba es periodista y escritor. Ha publicado 'El relevo' (Taurus) y 'Los años felices' (Planeta).*Este artículo está publicado en el número de abril de Gonzalo López Alba

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