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El dinosaurio todavía estaba allí

Carlota Ferrer: “Nuestros políticos no tienen la capacidad de pedir ayuda cuando la necesitan”

La directora de escena, actriz y coreógrafa Carlota Ferrer.

Cuenta Carlota Ferrer (Madrid, 1976) que este virus le ha regalado “unas vacaciones de lujo que necesitaba hace tiempo”. La directora teatral, coreógrafa y actriz detalla en las líneas venideras el proceso de relajación personal que experimentó durante el confinamiento. Pese a ello, no tardó mucho en retomar la actividad profesional. Opina que en su profesión necesitan trabajar con “todos los sentidos de la vida”, así que a veces la pantalla no basta.

Lo dice alguien con conocimiento de causa. Formada académicamente en la RESAD e interpretativamente en el Teatro de La Abadía, ha dirigido obras de toda índole. Desde Fortune Cookie, que tiene como eje conductor textos y proverbios contenidos en galletas de la fortuna, hasta Esto no es la casa de Bernarda Alba, reinterpretación de la pieza de Lorca con un reparto eminentemente masculino. Con Los nadadores nocturnos recibiría el Premio Max al mejor espectáculo revelación en 2015. Ese mismo año obtiene también el Premio Ojo Crítico de RNE en la categoría de Teatro. Entre marzo y diciembre de 2019 asumió la dirección artística del Festival de Otoño de Madrid, cargo en el que le sucedió Alberto Conejero.

Carlota Ferrer cierra esta serie de entrevistas a distintas personalidades de la cultura que han expuesto su punto de vista ante las transformaciones que ha experimentado este y el resto de ámbitos de nuestras vidas. Un conjunto de reflexiones útiles para constatar que el arte y la cultura todavía siguen aquí, entre nosotros, más presentes y necesarios que nunca.

Pregunta. ¿Cómo ha pasado profesional y creativamente el confinamiento?

Respuesta. Se han parado varios proyectos, unos se han pospuesto y otros se encuentran en un limbo. He impartido un training de dirección vía zoom ante la imposibilidad de hacerlo presencial. He de reconocer que en un principio fui reacia, pero finalmente acepté ante la demanda y ha sido una experiencia nueva más positiva que negativa, de la que he aprendido, pero sin duda, prefiero impartir clases de manera presencial. Los directores - me dijo Krystian Lupa - tenemos mucho de psicólogos. Y estoy de acuerdo, es fundamental trabajar con todos los sentidos en vida y a través de una pantalla, se produce una grieta, y a veces, no lees bien al alumno.

He tenido el lujo de subirme al escenario como actriz en el Festival Grec, tras los tres meses encerrados. Fue muy emocionante, podía sentirse la necesidad de los espectadores de volver al teatro y la nuestra como intérpretes de re-encontrarnos en ese acto de liturgia y más en ese escenario tan bello. Me siento una privilegiada, afortunadamente, no me ha tocado lo cerca que lo ha padecido tanta gente. Mi familia y amigos más cercanos, no nos hemos contagiado. Y he podido estar aislada en el campo con mi pareja.

He estado inmersa en la nueva producción, esta vez, estaré también en el escenario, así que he estado entrenando cuerpo, voz y alma, además de pasar pintando muchas horas y hablando con la naturaleza, las plantas y los animales y alguna estrella. Además de releer algunos clásicos que había por casa. También he pedido algunos libros por Amazon. Lo he pasado en chándal, cómoda. Sin maquillaje, sin sujetador. Comiendo verduras de huerto, carne y pescado a la brasa. Tortilla y arroces. Mi novio cocina genial. Yo no sé hacer nada. Este virus me ha regalado unas vacaciones de lujo que necesitaba hace años. Cuando los artistas tenemos trabajo hay una renuncia a la vida y el cuidado personal, y los que nos quieren sufren nuestras continuas ausencias. Para eso estamos configurados emocionalmente, pero no estábamos preparados para la imposibilidad de trabajar hasta el punto de un cese de actividad tan fuerte, y es aterrador. Todo apunta a que lo peor está por venir.

P. ¿Cree que lo vivido en estos meses le ha cambiado?

R. Sí, aunque es pronto para tener conciencia plena, las respuestas profundas tardarán tiempo en hacerse tangibles.

P. ¿De qué manera?

R. He aprendido que la presión y la velocidad no son un estímulo necesario, incluso he “perdido el tiempo” sin culpa. Yo nunca me aburro. Siempre encuentro algún estímulo. El aburrimiento es la fuente de mi creatividad. Y para eso hay que tener tiempo. Pero el tiempo es limitado, la incertidumbre de no tener este tiempo limitado genera un vacío. Y que ser muy fuerte para salir de ese pozo, donde lo importante no es salir a toda costa sino reflexionar sobre cómo se quiere salir y definir el espacio vital al que queremos salir.

P. En estos meses de enclaustramiento y “nueva normalidad”, ¿ha cambiado la relación con su propia imagen pública, y en particular con las redes sociales?

R. Eliminé Facebook e Instagram hace un par de años, volví a Instagram hace unos meses sin mi nombre. Soy muy “activa” a rachas y otras desaparezco, utilizo Twitter como el periódico para estar al tanto de lo que se cuece y cómo se cuenta. No tengo un gran interés por las redes sociales, aunque en ocasiones es un buen medio de publicidad sin coste.

Muchos amigos a los que admiro y amo, me caen fatal en sus redes. Cuando empecé a juzgarles decidí que lo mejor era no formar parte y me eliminé. Procuro que las redes no me ocupen demasiados pensamientos. Creo que en el confinamiento ha existido un ansia de exhibición personal, artística y creativa difundida en redes que motiva una pseudo-cultura gratis y los productos surgidos por la urgencia son de una calidad relativa. No han sido más que una representación falsa, aunque mimética, de nuestra vivencia actual desde la anécdota, carente de poesía y de profunda reflexión.

P. ¿Cree que el mundo a su alrededor ha cambiado de una forma profunda, más allá de las alteraciones obvias?

R. No. Es pronto y me temo que es necesario que todo cambie, para que todo siga igual como dijo alguien.

P. Las artes escénicas se han visto paralizadas durante meses y la gran mayoría de los teatros siguen cerrados. ¿Cómo imagina el futuro del sector a medio plazo?

R. Desgraciadamente, si hay un sector que conoce la precariedad y la crisis como un latido continuo es el de las artes escénicas, pero no nos habíamos enfrentado a esta gran incertidumbre antes. El teatro necesita de una comunidad que respira y siente, para finalizar la obra. El teatro es un lugar de encuentro de los cuerpos, necesario para que se mueva la energía de la vida a través de la emoción individual y colectiva, que nos invita a la reflexión existencial. Un pensamiento aterrador que me planea por primera vez, es la posibilidad real de que desaparezca el teatro tal como lo conocemos hasta ahora y desde hace siglos.

P. El teatro es una disciplina que suele abordar antes que otras la actualidad sociopolítica. Esta vez no ha podido hacerlo. ¿Cree que el teatro del futuro próximo contará historias del covid-19 o que huirá de ellas por miedo a cansar al público?

R. El proceso creativo ahora inevitablemente se ve invadido por un desasosiego, que en mi caso traspasa lo antes conocido. Como artista, uno no puede ser sordo y ciego a la “verdad” que impera fuera, la forma que encuentre para expresarlo será lo que marque la diferencia. Me imagino que habrá artistas que opten por documentar y reproducir el confinamiento y la “nueva” cotidianidad, de alguna manera ya se ha estado haciendo en redes y plataformas audiovisuales, una representación mimética... No inventes lo que no quieras que exista. El teatro del futuro a veces es el teatro del pasado, y al revés. ¿Quién sabe? El teatro siempre ha celebrado la vida y la muerte al mismo tiempo, eso nunca pierde contemporaneidad.

Llevo años en una lucha encarnizada contra mi propio ego, perdiendo la batalla casi siempre. La cuarentena me ha obligado a parar, a salir de la inercia y a conectar con la espiritualidad y la Fe en la comunidad. De alguna manera he vuelto a la infancia, al descubrimiento y a la contemplación activa en contacto con la naturaleza. En algunos momentos he disfrutado incluso de “perder el tiempo” sin sentirme culpable. Una vez, me dijo el gran pianista Joaquín Achúcarro: “En cada nota hay un universo”. Podría decirse que en cada minuto de nuestras vidas hay un universo, pero para eso hay que estar muy conectado, como el músico a su instrumento, y eso requiere de gran esfuerzo.

P. Si tuviera que inclinarse por una opción: de esta, ¿saldremos mejores o peores?

R. Hoy me he levantado optimista, saldremos peores. El otro día leí en algún sitio que Dios no para de fracasar, porque no consigue lo que espera de nosotros. Me pareció un punto de vista muy interesante. Hasta Dios fracasa y, sin embargo, ni uno solo de nuestros políticos es capaz de decir la verdad y reconocer sus equivocaciones. Nuestros políticos no tienen la capacidad de pedir ayuda cuando la necesitan, más allá de hacerse la foto o ponerse la medalla de un parche improvisado ante la presión.

En una época marcada por la incertidumbre y el miedo, los populistas de ambos bandos puntúan con soluciones simples y ruidosas que prometen control y seguridad.

El arte contemporáneo, por otro lado, se ha de preocupar por cuestionar las circunstancias, desafiar las estructuras de poder existentes, revelar los puntos ciegos de la política mientras confronta al público con su papel en la sociedad.

P. ¿Tiene alguna certeza sobre qué será clave para superar la crisis?

R. El día que tenga una certeza sobre cualquier cosa me dedicaré a la política, de momento me conformo con que no se me acaben las preguntas. Creo que no se ha reflexionado lo suficiente. El hambre y el miedo desatan mecanismos de urgencia y populismo y no ahondan en lo profundo, la erótica del consumismo durante la pandemia parece que ha perdido el charm [el encanto], pero no sé si cada uno lo ha sustituido por otros valores mejores, o está aguardando a caer en la tentación en cuanto pueda y que todo haya sido un espejismo.

P. ¿Cuáles cree que deben ser nuestras prioridades o nuestros valores fundamentales en estos momentos?

R. La búsqueda de la verdad y la belleza, estamos construyendo un mundo basado en mentiras, y con una estética zafia. Replantearnos quienes somos, quienes queremos ser, el uso que hacemos de nuestro tiempo, del dinero, las relaciones personales y familiares, cuáles son nuestras necesidades reales y esenciales. Solo a través del amor al planeta y a todos los que habitamos en él, podemos desarrollar una conciencia despojada del ego, una conciencia planetaria.

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Es fundamental que las humanidades vuelvan a ser de estudio obligatorio en todos los ámbitos de la educación. Lo más novedoso y positivo del confinamiento ha sido ver a filósofos en televisión en programas de entretenimiento masivos. En cuanto nos han liberado del encierro, han desaparecido de las parrillas.

P. ¿Qué le ha servido a usted, personalmente, para seguir a flote en los peores momentos del confinamiento y la crisis sanitaria?

R. Muy importante, no vivo sola. El perro y el campo. Una casa con diferentes espacios, patio y terrazas. El sonido de las campanas de la iglesia. El grupo de WhatsApp familiar. Hablar con mis amigas (mucho más inteligentes que yo) por teléfono. Y estar inmersa en un proceso de creación con estreno a la vista.

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