A propósito de Ferlosio

Detalle de la portada de 'A propósito de Ferlosio'

Carlos Femenías Ferrà

A caballo entre la historia literaria y la intelectualCarlos Femenías Ferrà interpreta en A propósito de Ferlosio la trayectoria de Rafael Sánchez Ferlosio a la luz de las transformaciones que tuvieron lugar en un tramo que va de finales de los años cuarenta a principios de los noventa. De ahí que su protagonista vaya saltando de la voz solista al coro, unas veces desgajado y otras diluido en la peripecia de otros hijos de la élite vencedora de la Guerra Civil. infoLibre publica a continuación la introducción de esta obra, libro editado por Alianza editorial y que llega a las librerías el próximo 15 de septiembre.

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Me temo que se ha recordado demasiadas veces: al borde de los años setenta, cuando la juventud y la revuelta dan el tono de los tiempos, a Carmen Martín Gaite le llega «Un aviso: ha muerto Ignacio Aldecoa». Ese es el acontecimiento y también el título de un artículo que tendrá varias vidas hasta que sea refundido en un libro de conferencias que homenajea al amigo muerto y a la juventud perdida de aquel grupo. Como todo lo que Martín Gaite venía escribiendo, Esperando el porvenir (1994) oscila entre la voz y la escritura, entre la intimidad y la historia; lo que ahora había cambiado es que aquella muerte certificaba que su cuadrilla iba siendo objeto de la historia: había llegado la hora del recuento. Eso fue aquel libro. Entre sus páginas hay un pequeño archivo fotográfico que retrata la vida de aquellos muchachos. De alguna manera, hojearlo es asomarse al mundo que el primer tramo de este ensayo quiere interpretar: allí están las jiras campestres, las tascas, los retratos de escritor con gesto grave, el viaje a un Manhattan largo tiempo fantaseado, la ruta por los pueblos, las chabolas visitadas o visionadas en películas de Vittorio de Sica y Cesare Zavattini, el padre Llanos ante un micrófono en El Pozo del Tío Raimundo, donde un grupo de críos juega a recrear escenas de la Guerra Civil… Son el álbum de una generación que en breves instantes empezaré a desplegar. Antes debo consignar la única fotografía que no he tenido que revisar para escribir estas líneas, porque me acompañó un tanto obsesivamente cuando este proyecto echó a andar y porque tiene, o entonces tuvo para mí, la virtud de plasmar una situación y muchas trayectorias: Ignacio Aldecoa y Manuel Pilares se encuentran de espaldas a un águila imperial de piedra. Posan simétricos: un pie descansa contra la peana de la estatua, una mano sujeta una pipa, la otra se pierde en el bolsillo, cada cuerpo cae bajo un ala. Están en Cáceres, una noche de mayo de 1955, quizá en alguna de aquellas excursiones a provincias que fueron tan importantes en su formación.

El pie de foto reza: «Bajo las alas del siniestro pájaro», pero la letra no es suya ni de entonces; es de Martín Gaite, tal vez del mismo 1994, cuando la foto de un día se ha convertido en documento de una época y resulta imperioso profanar el emblema del Imperio, burlarse, grafitearlo. No es fácil saber si ya entonces contenía ese subtexto, aunque es muy probable que sí. 1955 es una fecha bastante avanzada en el viraje ideológico de aquella generación. No es que entonces todos tengan las ideas muy claras ni que hayan cortado de raíz con el culto a José Antonio, pero sus poéticas se han alejado del triunfalismo y han ido creciendo de espaldas a los símbolos de la oficialidad. Recientemente he conocido dos testimonios próximos a la fotografía a través de J. Benito Fernández. El primero es de finales de los años cuarenta y sitúa a Rafael Sánchez Ferlosio vandalizando el mapa colonial de un despacho vinculado a los Grupos de Agitación Hispánica. Su intervención fue elegantemente demoledora: donde la cabecera decía «Tierras robadas» pasó a leerse «Tiernas bobadas». El segundo testimonio es de 1957: Chicho Sánchez Felosio, el menor de la familia, es expulsado de la escuela por subirse a lomos de una estatua ecuestre e imitar la voz aflautada del Caudillo dirigiéndose a la nación.

'Las doce vidas de Alfred Hitchcock'

'Las doce vidas de Alfred Hitchcock'

Es inevitable convertir ambos episodios en rúbricas de su ruptura con aquel mundo, porque conocemos la deriva dispar de Rafael y de Chicho, la de Aldecoa, y es fácil encontrar en la red fotografías de un Pilares envejecido cargando al cuello una gigantesca enseña comunista que proclama a los cuatro vientos su condición de último Rojo en un país donde ya solo hay socialistas. Conocemos esos cambios, y muchos trabajos prestan especial atención a los indicios por los que se hacen perceptibles. Este ensayo no es distinto, aunque querría no eludir aquello que se tiende a apartar. Aquí importará tanto el cambio como las condiciones que lo determinan, y con esto último me refiero no solo a las emergentes, sino a las que intervienen, por así decir, a manera de sustrato. 

 Mi clave de lectura, por lo demás obvia, es que las obras pueden proponerse alumbrar algo nuevo, pero no borrar cuanto las precedió, que pervive intensamente en ellas. Aquí se exploran los textos y los contextos como elementos que se solapan, se querellan, se repudian y conviven… Leo a Ferlosio desde sus páginas a la vez que desde las de otros; de ahí que, a pesar de que me centre en él, no siempre lo sitúe en el centro. Quien aborda una obra, un estilo, suele descubrir muy pronto una extensión con la que no contaba: que cierto timbre, ese tono, aquel adjetivo, lo llevan por derroteros que una imaginación espacial situaba muy alejados o ni siquiera había percibido en una primera lectura. 

Dar cuenta de una escritura pasa por describir esos hilos, sus nudos, sus enredos, su trayectoria, y cuando la descripción se atiene especialmente a un autor, lo más complicado es dar con el modo de que lo singular no ciegue lo colectivo. Aquí no está todo Ferlosio ni solo Ferlosio. Sin duda, el resultado habría ganado en compleción, pero mientras lo iba madurando se cruzaron otros intereses que me fueron desviando y orientando hacia un ejercicio de historia cultural a través de su caso. He querido explicar cuáles habían sido las condiciones para que existiera una obra como la suya: no tanto qué había escrito como por qué escribía como escribía. Me he propuesto, en fin, que a su través se vieran las transformaciones materiales e imaginarias de una cultura.

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