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‘Reina roja’, pros y contras de ser un 'bestseller'

Los protagonistas de 'Reina Roja', Vicky Luengo y Hovik Keuchkerian.

Reina roja comenzó siendo una novela de éxito escrita por Juan Gómez-Jurado en 2018. Según su editorial, Ediciones B, ya se han vendido más de dos millones y medio de ejemplares de la trilogía, que se completa con otros libros del mismo universo.

Un fenómeno editorial que reclamaba su adaptación audiovisual. El género de suspense policiaco y el denso ritmo narrativo lo pedían claramente. Y ha llegado en forma de una primera temporada de siete episodios que se centra específicamente en el volumen Reina Roja y que puede verse en Prime video.

La fórmula de los éxitos de ventas

Tanto la novela como la serie pertenecen a una categoría en si misma, el bestseller. Puede haber libros de cualquier tipo que ascienden a lo más alto de lo leído, pero sabemos que un gran número de ellos responden a ciertas reglas. Se reconocen en cuanto se leen, bien sean los Harry Potter, El Código da Vinci o las novelas de Gómez-Jurado.

Al tiempo que consiguen el mayor número de lectoras y lectores lo hacen también de detractores. El aroma a fórmula resulta desagradable a una parte del público que lo tiene tan fácil como refugiarse en otras páginas. Casi todos tenemos esa faceta cascarrabias en algún grado.

Entre las series más vistas

Con ese dilema a cuestas se presenta la serie y logra según la plataforma el primer puesto entre lo más visto en España y otros cinco países y el segundo en Estados Unidos y otro buen puñado de naciones. 

Al tiempo recoge unas cuantas críticas, especialmente por sus diálogos, a los que se acusa de fríos y robóticos con cierta razón y especialmente en los primeros episodios. Luego se va engrasando el texto, se va profundizando en las relaciones entre los protagonistas principales y van funcionando mejor tanto el humor como la ternura.

La persona más inteligente del planeta

El título alude a la reina roja, una figura que representa a la persona más inteligente del planeta, Antonia Scott, entrenada por una rama secreta de la policía casi hasta la locura y con capacidad para desbloquear las investigaciones más endemoniadas.

Este concepto tan superlativo, muy de bestseller, donde los más inteligentes son casi la norma, se modera con un personaje más mundano. El de su compañero a la fuerza, el policía de calle, Jon Gutiérrez, grande, tierno, vasco y gay, interpretado con todo su encanto por Hovik Keuchkerian.

Don Quijote y Sancho Panza son policías

Keuchkerian y la protagonista del reparto, la actriz Vicky Luengo, ya habían coincidido en la brillante Antidisturbios. Reina roja inicia con ellos un juego apuntado en el libro, aunque no explicitado, su paralelismo con Don Quijote y Sancho Panza. También tienen un poco de Asterix y Obelix. Su relación lleva la serie a un lugar más entrañable que el resto del argumento.

Otro punto de calidez que la versión televisiva incorpora al universo del libro está encarnado por la actriz Karmele Larrinaga, como amatxu de Jon. Una intérprete poco conocida fuera del País Vasco y que aquí aprovecha su oportunidad de lucir como contrapunto al tenebrismo general.

Casi todos los clásicos de un género

Por lo demás, todo suena a antes visto y contado. Malos malísimos que no se parecen a nadie del mundo real y mucho a los sofisticados asesinos cuyo patrón oro es el Hannibal Lecter creado por el escritor Thomas Harris.

Parejas de detectives en los que uno pone la inteligencia descomunal y otro la universidad de la calle, argumentos que parecen las pruebas de ingenio de un juego de obstáculos combinadas con elementos especialmente siniestros con su dosis de tortura y crueldad gratuita. 

Víctimas millonarias que nos ayudan a imaginar que las conocemos. Programas de formación de policías de élite que deshumanizan a los agentes más brillantes. Unidades secretas de investigación que remiten a teorías de la conspiración.

Una cosa es la receta y otra el plato final

Una serie de elementos que una vez vistos parecen muy fáciles de identificar pero que no deben ser tan sencillos de combinar para construir esos artefactos literarios de consumo masivo que encuentran lectores incluso entre quienes apenas leen.

Parques de atracciones narrativos en los que se busca un ritmo trepidante y una gran dosis de sorpresas epatantes. En ese sentido parece haber complacido a una buena parte de su público, que la ha devorado en muy pocos días

Una producción notable, pero con fallos

La producción es rica y compleja con escenas de acción, múltiples decorados y abundantes efectos especiales. Lástima que algunos de ellos no terminen de funcionar perjudicando una media muy buena. El despacho que proyecta un Madrid que no existe o el cuerpo de una víctima que huele a muñeco desmerecen otros hallazgos técnicos.

La responsable del guion, Amaya Muruzabal, y el director Koldo Serra recogieron el testigo de Gómez-Jurado, aunque éste también figure como productor ejecutivo de la serie y haya estado involucrado en su producción.

La figura del escritor del libro en el set de rodaje

Gómez-Jurado aparece en los extras de la serie como una figura muy presente en el rodaje, encantador pero muy ansioso respecto a la traducción de su novela a imágenes. 

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Y sin embargo la serie mejora cuando crea su propio lenguaje. Los responsables de la adaptación han mostrado su fidelidad tanto a los personajes como a la trama y deben contar con la autonomía para engrasar lo que no les funcione del libro y contribuir con ello a la creación. 

Por una segunda temporada más autónoma

Así lo hace cada gremio en una producción, desde maquillaje a arte, música o producción. Lo mismo debe ocurrir para el guion y la dirección, que no son meros traductores de un texto a imágenes, sino que contribuyen a convertirlo en una nueva obra, aunque portadora del espíritu de los libros.

Quizás en una segunda temporada Muruzabal y Serra se sientan más libres para interpretar al autor a su manera y subir aún un escalón en cuanto a ritmo o a aprovechamiento de algunos momentos que podían ser más intensos y se pierden en favor de una velocidad constante.

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