Estos días muchos autónomos preparan todo el papeleo para presentar el IVA del trimestre. En julio hay de nuevo que ponerse al día con Hacienda. Así que ahí andan, viendo qué gastos se pueden deducir, qué pueden pelear para que no les sangren más de lo que ya lo hacen, cómo pueden seguir manteniendo a flote sus negocios a base de pelear y pelear sin que nadie les regale nada. 

Y me imagino que, a muchos, les habrá escocido la noticia que conocíamos esta semana. El número tres de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha tenido que dimitir tras descubrirse los supuestos tejemanejes que se traía. Aceptaba presuntamente dinero a cambio de hacer una llamadita a Hacienda para que a tal o cual empresario se le cerrara la inspección y su consiguiente multa. ¡Boom! O sea, que esa Hacienda que mira con lupa cada ticket que le presenta un autónomo y que no le pasa ni una, también es arbitraria en sus decisiones y en sus inspecciones. En fin. 

Todo esto no hace más que ahondar en la sensación de hartazgo que se ha extendido esta semana. Esto de que un grupo de tipejos se ande enriqueciendo a cambio de hacer favores a los empresarios de siempre, a los que se lo pueden permitir, a los que devuelven favores, rompe el principio más básico de nuestra democracia: el de que todos somos iguales ante la ley (y, en este caso, ante Hacienda).

Estamos en un momento en el que la confianza es clave. Y, en esto, el Gobierno ahora mismo anda bastante cojo. Sus socios desconfían. La oposición ni te digo. Y, lo más importante, la sociedad tampoco se fía

Estamos en un momento en el que la confianza es clave. Y, en esto, el Gobierno ahora mismo anda bastante cojo. Sus socios desconfían. La oposición ni te digo; siempre sembró la sombra de la duda, ha sido su arma política todos estos años (eso de que este Gobierno no era legítimo se ha repetido demasiadas veces). Y, lo más importante, la sociedad tampoco se fía. Pero ni de éstos ni de ninguno. Y aquí es donde deberíamos encender todas las alertas. Este pensamiento extendido de que todos son iguales abre el camino a que los populismos siembren a sus anchas en esa desconfianza. 

Es difícil con todo lo que vamos conociendo que esa idea no cuaje. Políticos como Íñigo Errejón, que hablaban de creer a las víctimas por encima de todo y que, después, en las horas oscuras de la noche, hacían justo lo contrario. Políticos que se rifaban las mujeres casi por catálogo y que en el hemiciclo hacían discursos elocuentes contra la prostitución. Y políticos como Cerdán, que minutos antes de conocerse ese informe demoledor de la UCO negaba la mayor. 

Mientras, miles de autónomos ahí siguen. Recabando estos días facturas y poniéndose al día, que toca cerrar trimestre mientras calculan cómo sobrevivir en ese mar de impuestos y pagos retrasados a los que les someten. Suerte. 

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