¡La banca siempre gana! Helena Resano
La secretaria general de Podemos ha viajado a Torre Pacheco y ha dicho que los verdaderos responsables de lo que está pasando son los de Vox. En Torre Pacheco ha estallado la noche de los cristales rotos. Arde Torre Pacheco. Su alcalde (PP) ha convertido la migración en delincuencia y la integración en problema. El fascismo late en la localidad de Murcia. Toda la historia de Occidente ha sido, mayormente, una historia de migrantes desde Mesopotamia hasta hoy. Sólo hace falta que alguien encienda una cerilla con la suela de su zapato para ver cómo todo ese Mayo del 68 falangista y senil organiza sus razzias contra el moro.
Uno cree que Pedro Sánchez, Marlaska y Robles deberían pasearse por la calle principal de Torre Pacheco con la misma autoridad política con la que recibieron hace siete años a los inmigrantes en el puerto de Valencia. Hay aquí una imagen de fin de ciclo escrita con perfiles de ira y de violencia. La democracia, y esto lo ha visto muy bien Belarra, se hace valer con golpes de autoridad. Arde Torre Pacheco cada noche mientras llegan más pateras y las niñas balseras se van directamente a ese mar de plástico que ondea sobre el llano en llamas, adonde se recoge la fresa, un suponer, o se acumulan en palés todos los ajos de la tierra. Toda España es una hoguera que huele a ajo. Pateras, balsas, barcas españolas y africanas, los legendarios niños saharauis, todo el Magreb y todo el África humillados y vencidos, raza de los acusados, que vuelve a los puertos de la esperanza o se resigna a que el machete de un falangista se cruce con su garganta.
España, a diferencia de todos los Estados excoloniales, nunca tuvo un problema con la inmigración. Madrid es moro, dijo Ramón Gómez de la Serna, que conoció y escribió mejor que nadie sobre Madrid. Madrid o Torre Pacheco han sido ciudades de asilo. Una de las cualidades de haber sido un imperio sin nación es que todo el mundo ha tenido encaje en nuestro país y los pasaportes eran, mayormente, unas manos dispuestas a recibir al otro y otras manos dispuestas a trabajar.
Torre Pacheco es España, toda España. Torre Pacheco es esta encrucijada de moros, judíos y cristianos, a la que le metemos un poco más de desorden y fuego con piedras y con palos, a mandobles y a patadas. Queremos deslindar este yoísmo, esta locura del yo que fue la de Don Quijote, ”yo sé quién soy”, buscando la prueba de sangre del castellano viejo. La modernidad nos la ofreció en un verso iluminado un poeta que terminó sus días como una leyenda difuminada por el olor de la pólvora y la sangre regada de la esclavitud: "Yo soy otro". Y esa idea de la otredad nos la hemos quedado los españoles como una divisa hasta que han llegado las hordas falangistas en Torre Pacheco, como un simulacro del 36.
Fue Hegel quien dividió la Historia en épocas y figuras. Para el alemán, los griegos fueron una figura, pero los romanos eran ya una época. La época, toda época, cualquier época, se conoce por la unanimidad de sus vasallos y de sus dioses, dejó escrito el filósofo. Mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado, dejó escrito Rafael Sánchez Ferlosio. El fascismo es Imperio y Roma es fascismo. Grecia es figura y el dibujo de Odiseo se recorta en el horizonte de todo el Mediterráneo, o sea, de todo Occidente, navegando en su trirreme por las aguas del Egeo o la superficie de una vasija, como un inmigrante genialmente aislado del tiempo y de la Historia.
Todo fascismo es una enmienda a la Historia desde la tradición o la raza, aunque al líder de Vox se le ha quedado una mala imitación de Alemania
Los modernos tenemos una experiencia dilatada de lo que es el fascismo, que vuelve siempre al tiempo como época, como fatalismo, como raza. El fascismo de Hitler fue consecuencia de un error, de un pensamiento mal interpretado, de un delirio que llega casi un siglo después al llano en llamas, espúreo y desértico de Torre Pacheco. El neofascismo de Vox trae todos los atributos del viejo franquismo, tanto como una tragedia mal escrita, oscura, grotesca y tenebrista. La España de Solana es hoy una película de terror, un Asalto a la comisaría del distrito 13, que ya anticipaba todo tras la mirada secular de John Carpenter.
El fascismo de Santiago Abascal propone la deportación de 8 millones de inmigrantes. Todo fascismo es una enmienda a la Historia desde la tradición o la raza, aunque al líder de Vox se le ha quedado una mala imitación de Alemania, como si confundiera la patria con la madre y el verdadero enemigo sea Mohamed VI, que sólo es un rey enfermo.
Alguna vez creímos haber eliminado los fascismos para siempre, pero el fascismo siempre vuelve en forma de figura, de raza, de constante, porque el fascismo no es una casualidad de la Historia sino una constante histórica. Lo que viene ahora desde el fatalismo africano es un fascismo de otra raza, pues el soporte de todo fascismo es una raza muy vieja o muy nueva que de pronto quiere ocupar su lugar en la Historia, o más bien vaciar la Historia de tiempo para dejar un légamo ponzoñoso que se mueve entre el caos y el odio.
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