¿A quién vamos a votar? Pilar Portero
De los narcóticos a la energía, en su escalada contra Caracas la última iniciativa de la Administración Trump ha sido la orden de bloqueo total y completo de los petroleros “sancionados” que entran y salen de Venezuela. El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, expresó su apoyo a Miraflores en una conversación con su homólogo venezolano, Yván Gil, respaldando la solicitud de una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU. En Washington, por su parte, se alardea de los supuestos vínculos directos con China del petrolero incautado recientemente.
En América Latina, Venezuela es un socio comercial relevante para China. Desde el inicio del chavismo, esa relación —pese a los altibajos— se ha consolidado tanto en sus potencialidades como en sus límites, no sin generar importantes quebraderos de cabeza. China es el mayor comprador de crudo venezolano y habría concedido al país más de 60.000 millones de dólares en préstamos y líneas de crédito respaldados por petróleo. Venezuela figura asimismo entre los tres principales receptores de financiación china para el desarrollo y, entre 2010 y 2020, absorbió cerca del 86% de las ventas de armas chinas a América Latina.
No es Venezuela —por más que ambicione sus recursos— ni tampoco Maduro —por más que se le persiga— el verdadero objetivo de esta estrategia. El foco está en China y en la pretensión de remodelar el panorama geopolítico regional, eliminándola como actor significativo. Trump lo dejó claro poco después de asumir la presidencia al presionar a Panamá, llegando incluso a insinuar una acción militar para recuperar el control del Canal. Su plan pasa por actuar país por país, colocando piezas afines para satisfacer sus objetivos estratégicos. Esta hoja de ruta queda sintetizada en la Estrategia de Seguridad Nacional dada a conocer recientemente.
¿Cómo protegerá China sus intereses? Algunos analistas sostienen que, de producirse una agresión armada abierta contra Caracas, Beijing podría reaccionar frente a Estados Unidos con un énfasis inusitado, subrayando así su nuevo estatus global. Es cierto que China respondería, pero también lo es que existen líneas rojas que difícilmente traspasará, aun a costa del disgusto que pueda causarle la repetición de escenarios críticos ya vividos en otras regiones donde sus intereses se han visto comprometidos.
El reciente documento de política china para América Latina persevera en una visión conceptual orientada a ampliar una dinámica constructiva en la relación con la región, inspirada de forma paralela en el principio de no injerencia. En ese marco, el texto sugiere una disposición a tensar la relación con Washington, pero resulta más que dudoso que Beijing esté dispuesto a sostener ese pulso si ello exige un respaldo sustancial al Gobierno de Maduro.
No es Venezuela ni tampoco Maduro el verdadero objetivo de esta estrategia estadounidense. El foco está en China y en la pretensión de remodelar el panorama geopolítico regional
Cabe imaginar que China podría advertir a Estados Unidos del uso de algunas de sus ventajas estratégicas —a modo de sanciones— en caso de un ataque armado. Sin embargo, esta opción parece poco probable, ya que previsiblemente arruinaría la frágil tregua comercial vigente y aceleraría un desacoplamiento que no responde a sus intereses. Lo más probable es que China condene los hechos, apele al respeto del derecho internacional y, sobre todo, vele por sus intereses materiales inmediatos. Lo observado en el Canal de Panamá (Hutchison Ports) o en los Países Bajos (Nexperia) indica que no se amilana en la defensa de sus activos, pero la no injerencia directa continúa siendo el hilo conductor de su diplomacia desde el maoísmo hasta la actualidad. Cuando este principio ha sido ignorado —como en la pugna sino-soviética en África—, el balance interiorizado dista de ser positivo.
Ahora que Santiago vuelve a estar de actualidad, conviene recordar el tránsito de Allende a Pinochet. Entonces, el primer ministro Zhou Enlai envió un telegrama de condolencias a la viuda de Allende, aunque lo hizo a título personal. Oficialmente, la actitud china —a diferencia de la mayoría de los países socialistas del bloque soviético, con la excepción de Rumanía— estuvo marcada por la prudencia y la ambigüedad. China no reconoció a Guaidó; pero si Maduro cayera, la incógnita permanece abierta.
¿Cabe un intercambio de concesiones? La única guerra que China contempla librar —y solo como último recurso— es por Taiwán. La preocupación en Beijing aumenta a la vista de las recientes declaraciones protaiwanesas de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi. Desde Washington se emiten señales contradictorias. Este Trump no es el de su primer mandato y, pese a las previsiones estratégicas que subrayan la centralidad de la isla, cualquier concesión de la Casa Blanca, incluso de carácter semántico, sería muy valorada por los dirigentes chinos. En esa dirección se trabaja. Habrá que observar qué sucede en abril próximo, con la visita prevista a China. No deben descartarse giros abruptos de guion.
A medida que Estados Unidos incrementa la presión sobre Nicolás Maduro mediante la intimidación militar, Beijing podría aspirar a una mayor “tolerancia” estadounidense frente a un eventual bloqueo equivalente en el Estrecho de Taiwán. El clima político en la isla se complica, con una oposición mayoritaria en el Yuan Legislativo alentando un proceso de impeachment contra el presidente Lai, tan inviable jurídicamente como potencialmente desestabilizador.
China no es la antigua URSS ni aspira, muy al contrario, a ese G2 que Trump parece querer resucitar para repartirse hipotéticas áreas de influencia. Su horizonte es estratégico y de largo plazo. Confía en que el tiempo reordene las piezas. El pragmatismo chino no equivale a desideologización, pero sí apela a una vocación constructiva como eje del incremento de su influencia global. Y pocas cosas resultarían menos constructivas que quedar atrapada en crisis que, aun afectándole de manera significativa, stricto sensu no considera propiamente suyas.
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Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China.
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