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‘Gatillo’, la serie que revive la nihilista mentalidad del Joker

Fotograma de la serie 'Gatillo'.

La serie surcoreana de Netflix, Gatillo, parte de la casi nula presencia de armas de fuego en el país asiático. El detonante de la acción es, pues, la llegada de un puñado de ellas por sorpresa, y además a gente que planea venganzas.

A partir de aquí comienza una trama policiaca con un protagonista heroico. Tan contenido con la violencia como experto en armas en un lugar en el que casi nadie lo es, el agente Lee Do. Poco a poco va emergiendo su archienemigo, sus acciones y sus motivaciones.

Mucha acción y un trasfondo sugerente

Gatillo es una serie de acción y violencia con elementos de drama al estilo cómic. Con heroísmo, maldad y bondades puras y un solo hombre ganando en una pelea a treinta. Pero plantea al menos un par de reflexiones que le dan mucha más fuerza.

Por un lado, el asunto de la posesión de armas de fuego en Corea del Sur. Desde hace décadas los surcoreanos no pueden poseerlas. Ni siquiera la policía las porta, ni la mafia las utiliza. Su uso está restringido al ejército y a pocos casos más.

La tentación de tener un arma

La serie plantea la tentación que supondría un mercado inundado de ellas para personas a quienes psicológicamente ya han activado el gatillo de la violencia. Plantea un abanico de razones que podrían llevar a alguien a disparar.

Y, por otro lado, Gatillo dosifica la información de manera que lleva a plantearse a la audiencia por qué alguien querría que Corea del Sur fuera inundada con armas de fuego.

Ver el mundo arder

La motivación principal no resulta tanto abrir un nuevo mercado a un producto, que también, sino la que anima a ese tipo de personaje que fue descrito por Alfred en Batman, el caballero oscuro: “Hay hombres que no buscan nada lógico, como dinero. No puedes comprarlos, intimidarlos ni negociar con ellos. Hay hombres que solo quieren ver arder el mundo”.

Esta reflexión, el perfil del antihéroe, entronca con una tradición en la que el nihilismo abraza al anarquismo con un tanto de psicopatía. El Joker de Todd Phillips interpretado sobrecogedoramente por Joaquin Phoenix ofrece el caso de personaje estrella de los últimos años.

A los surcoreanos parece gustarles este juego macabro de poderosos en la sombra que se burlan de los destinos de la gente común, como se proponía en El juego del calamar.

El antihéroe colectivo

Este nihilismo individual cae sobre uno colectivo. Al menos así lo describe el analista político y cultural norteamericano David Brooks en su reciente artículo en The New York Times, El ascenso del nihilismo de derecha.

Según él, desaparecido Dios para muchos, la hegemonía del pensamiento progresista dominante de los últimos años ha creado una “ortodoxia política agobiante” ante la que se alzan “deconstructores radicales”.

Más allá de ellos se sitúan los nihilistas. “Una versión del nihilismo sostiene que las estructuras de la civilización deben ser destruidas, incluso si no tenemos nada con qué reemplazarlas”, sostiene Brooks.

Destruir a costa del futuro

Gatillo crece a medida que avanza porque esconde un regalo detrás de los tiroteos, las peleas y las persecuciones. La lucha entre dos actitudes ante el trauma. La del héroe, que ha vivido el sufrimiento y trata de evitárselo a los demás y la del villano, que de su desgracia personal extrae la lección de que nada vale la pena.

Y en el comportamiento de sus protagonistas se refleja una tensión presente en las sociedades occidentales contemporáneas. La que se da entre una tendencia pro sistema, que lucha por mejorar las cosas desde dentro y otra que disfruta destruyendo, aunque sea a costa del futuro, que quedará maltrecho.

El placer de romper las cosas

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Brooks recoge en su artículo que el estadounidense FBI ha creado una nueva categoría de terrorismo, “la violencia nihilista extremista”. Esta tiene su vertiente digital que ya vemos en España. Difusión constante de bulos que no buscan fortalecer nada, sino la mera destrucción de lo existente.

Una vez más, un guionista, en este caso Kwon Oh-seung, parte de una pregunta como fue ¿Qué pasaría si las armas de fuego fueran de pronto accesibles en una sociedad que ha tenido un fuerte control de ellas durante mucho tiempo?

Y a partir de ahí va tocando teclas que remiten a fenómenos del momento. Kwon Oh-seung afirma en The Korea Herald que: “El mensaje que la serie quiere abordar es que entendiendo y empatizando con la gente que nos rodea recordaremos no tomar decisiones extremas”. Algo que resuena a diez mil kilómetros, donde la desconexión social y la tentación nihilista también amenazan la convivencia. 

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