El mensaje de unidad de Álex O'Dogherty tras rastrear su genealogía mundial: "No hay peligro en la diferencia"
Alex O’Dogherty (San Fernando, Cádiz, 1973) lleva toda su vida deletreando su apellido. Un acto cotidiano, como sin importancia, pero que manifiesta ya de por sí cierta diferencia. Y una realidad compartida por millones de personas en todo el mundo que han nacido en un país con un apellido extranjero. Algo aparentemente banal, aunque marca una distancia inconsciente que se agranda automáticamente cuando la apariencia física es distinta a la mayoría. Doblemente fuera de la norma, se enfrentan a la pregunta de si son 'menos de allí' que los demás.
A partir de su propia experiencia vital como 'gaditano irlandés' y del persistente trabajo de investigación de su padre para dar con el origen de su apellido, el actor y humorista se dio cuenta por el camino de que, más allá de su propia historia, podía contar la de otros muchos. "Personas que, como yo, vivimos en un país con un apellido diferente y que, en muchas ocasiones, no han tenido la suerte que yo he tenido de haber nacido en un sitio como Cádiz, con un apellido irlandés y ser de piel blanca. Porque hay otros con otras historias, otros apellidos, otras procedencias y otro color de piel que no han vivido otro tipo de experiencias", plantea a infoLibre, remarcando que, en su caso, su apellido siempre fue motivo de "comentarios divertidos" que no llegaban a la burla, en plan "pero este chiquillo de donde viene".
Así nace De todos lados un poco, su primer documental como director –junto a Iván Karras–, cuyo hilo y trama sirven para definir su propia genealogía, reflexionando sobre identidad, pertenencia y desigualdades según el origen y color de piel. Y no solo eso, pues para abrir todavía más el foco, Álex reúne a cuatro compañeros de profesión con apellidos poco comunes en España: Emilio Buale, Vicenta N’Dongo, Alberto Jo Lee y Maika Makovski, a quienes bautiza como El Club de los Apellidos Raros. A través de sus testimonios, el film aborda temas como la migración, la adaptación cultural, el sentimiento de pertenencia y el racismo, preguntándose cuántas generaciones deben pasar para que alguien sea considerado plenamente parte de su lugar de nacimiento.
"Nosotros ya llevamos seis generaciones, pero da igual. ¿Tú crees que a alguien que sea de la sexta generación de chinos se lo seguirán diciendo? Yo creo que si sigue teniendo aspecto asiático, van a seguir pensando que viene de fuera", argumenta, recordando que ya hoy en día podemos encontrar perfectamente la segunda o tercera generación de chinos nacidos en España. "El aspecto físico es lo que echa para atrás a la gente, es lo que marca más. Estoy seguro que si los hermanos (Iñaki y Nico) Williams no fueran negros, su integración hubiera sido muchísimo más rápida y más fácil", señala, animando de paso a aceptar esta realidad integradora que en última instancia nos enriquece a todos.
"Es que nacer en un sitio no te convierte en dueño de ese lugar, aunque eso es lo que parece que estamos viendo constantemente. La gente no solamente se cree dueña del sitio donde ha nacido, sino que además se olvida de que posiblemente sus antepasados vinieron de otros lugares. Como por ejemplo Donald Trump, sin ir más lejos", defiende, para acto seguido destacar que "es muy distinto el trato que se puede recibir siendo descendiente de emigrantes, dependiendo de dónde vienes y del color de tu piel". Al mismo tiempo, este trabajo de tres años, que le ha llevado a visitar a familiares en México, descendientes de un hermano de su abuelo que emigró durante la Guerra Civil, o asistir a la reunión mundial de O’Doghertys en Irlanda, le lleva a afirmar que si todos investigáramos nuestras raíces nos daríamos cuenta de que "todos procedemos de todos lados".
La gente no solamente se cree dueña del sitio donde ha nacido, sino que además se olvida de que posiblemente sus antepasados vinieron de otros lugares
En este viaje personal que termina siendo colectivo, el documental también incluye entrevistas con 'O’Doghertys por el mundo' mediante videollamadas con personas de Guatemala, Argentina, Australia o Estados Unidos. Es así como, desde lo particular, De todos lados un poco termina transformándose en una obra que explora las raíces de la humanidad y la importancia de comprender el pasado para construir un futuro más tolerante. La película, en este sentido, busca no solo contar una historia personal, sino abrir un diálogo sobre la importancia de la empatía y el respeto en una sociedad cada vez más diversa.
"Si dejas a los niños solos en la escuela, ya verás cómo se reúnen entre ellos y ni siquiera se plantean si uno tiene un color de piel diferente que el otro. Simplemente se reúnen, se hacen amigos y luego son la sociedad e incluso muchas veces las propias familias los que enseñan a esos niños a odiar", plantea O'Dogherty, para quien el "ejemplo más terrible" de esto lo tenemos "patente en Palestina", pues es "evidente" que esos niños en Israel han sido "educados para odiar al pueblo palestino".
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Pero, a su juicio, una de las grandes conclusiones de este viaje literalmente planetario es que "no hay peligro en la diferencia entre las personas". "Nunca lo ha habido", reafirma, de hecho, alertando, eso sí, de que "hay gente a la que le interesa que vivamos rodeados de discursos de odio". Y es que, frente al "conocer, respetar, amar" que propone esta película, lamenta el actor que el "desconocimiento" haya sido siempre "la causa de muchos males". "La falta de educación, la falta de cultura. Por eso a muchos les interesa que la gente no esté educada y que no tenga esos conocimientos, porque simplemente el conocimiento hace que te cambie mucho todo y empieces a respetar", argumenta.
Y todavía prosigue: "Los discursos localistas me parecen tan absurdos, tan cortos de mente, que no tienen dónde sostenerse. Por eso los hacen personas a las que les interesa que les sigan como borregos. A Donald Trump, Charlie Kirk y a cualquiera, se le investiga un poco hacia detrás en su árbol genealógico y se darían cuenta de que tienen a mucha gente que llegaron de otro país. ¿Con qué derecho, con qué cara, tienen capacidad de decir ahora que los demás no pueden entrar en ese sitio? ¿Es suyo acaso? Es que es ridículo. Y a pesar de ello, vamos claramente hacia atrás, por lo que espero, de alguna manera, que quien vea el documental piense un poco".
Emparentado con este documental, acaba de publicar también el humorista el libro Palabrerío Ibérico, un divertido diccionario con más de 1.500 palabras curiosas de todas las provincias que ha descubierto a base de girar con sus espectáculos por toda España. De nuevo, un mensaje de unidad, en este caso a través del lenguaje, que no es otra cosa que nuestra patria compartida. 'Sapoconcho', 'cuzo', 'güito', 'borles', 'cipollo'... vocablos que no nos podemos permitir el lujo de perder, por mucho que caigan en desuso. "Es un viaje por todo el país viendo cómo las palabras cambian, evolucionan, cómo en algún sitio su usan de una forma y en otros de otra... creo que es bastante educativo", termina.