Almaraz, más allá del ruido político: sin hoja de ruta ante el cierre de una central que nació con fecha de caducidad

Vista general de la central nuclear de Almaraz.

Rocío Sánchez Rodríguez

Badajoz —

“Conmigo Almaraz no se va a cerrar. Tenéis mi palabra”. Así lo proclamó el líder nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, en su primera visita a Extremadura dentro de la precampaña electoral. Y así evidenció que la central nuclear de la provincia cacereña será arma arrojadiza de cara al 21D, cuando se celebren las elecciones autonómicas y de cuyos resultados estarán muy pendientes desde Madrid. El arco parlamentario que se dibuje en la región dará las claves del nuevo ciclo político nacional. 

El ruido había empezado días antes en el Congreso, con el rechazo a una enmienda propuesta por el PP que pretendía, sin tener en cuenta el informe de los técnicos, eliminar directamente la fecha de cierre de las nucleares en España. Que esa enmienda no saliera adelante no significaba que la petición de alargar Almaraz hasta 2030 desapareciera, pero los populares dieron con el relato oportuno para acusar al PSOE de “traición”.

La realidad es que los socialistas extremeños, desde que se planteó la primera prórroga en 2019 (entonces se marcaron los años 2027 y 2028 como límite), han defendido siempre extender la vida útil de la central, discrepando de los planes energéticos nacionales de su propio partido.

Pero, ¿qué hay más allá de esas declaraciones de Feijóo y la batalla electoral? ¿El futuro pasa por extender sin límite una central de principios de los 80 que sigue acumulando residuos tóxicos y que, por su propia condición, ya nació con fecha de caducidad?

La respuesta es que no se ha trabajado de manera práctica y eficiente en las alternativas para la transición necesaria. Y el debate político tampoco se centra ahí.

El empleo

La pérdida de puestos de trabajo si Almaraz cierra es, sin duda, uno de los argumentos más usados para la defensa de la energía nuclear. Las cifras oficiales dicen que hay 369 empleos directos con sueldos por encima de la media, más otros 662 indirectos de empresas especializadas. Además, en época de recarga existe una contratación extra de unas mil personas. No obstante, informes como el de la consultora Metys, que maneja el Foro Nuclear, hablan hasta de 3.800 puestos. “Pero es que esos datos inflados no son reales. Se dice que la comarca de Campo Arañuelo vive de la central, y no es verdad. La comarca vive de la agricultura. ¿Son importantes esos empleos que se van a perder y que los comités de empresa los tienen que defender? Sin ninguna duda. Pero entonces lo que se necesita es un plan de transición justa para paliar las consecuencias y buscar alternativas para la zona, algo que no se ha hecho”, dice Antonio Rosa, que fue consejero de Industria y Energía en los años 80 con Ibarra como presidente de la Junta de Extremadura; después ejerció de presidente del Clúster de la Energía en la región. Rosa es de las pocas voces en contra de la prórroga. “Es que ahora parece que toda Extremadura vive de Almaraz. Y, además, hay que recordar que la instalación no deja absolutamente nada en la comunidad, porque la sede fiscal de las empresas propietarias está fuera”.

Con su planteamiento coincide Irene de Miguel, la líder de Unidas por Extremadura (la confluencia de Podemos e Izquierda Unida), el único partido en la región en contra de que la nuclear siga funcionando. “Es prolongar unos pocos años más la agonía, ¿qué estabilidad es esa?”, plantea.

Desde el Ejecutivo del fallecido Guillermo Fernández Vara (PSOE) se intentó buscar una opción para la zona: la gigafactoría de Navalmoral de la Mata, pero apenas ha habido avances en este proyecto en los dos años de gobierno de la popular María Guardiola.

Por ello, en el acto de precampaña de los socialistas del pasado miércoles en Mérida, con la presencia de Pedro Sánchez, el candidato a la Junta, Miguel Ángel Gallardo, aseguró que si gana las elecciones peleará por esa gigafactoría. Sánchez, por su parte, evitó pronunciarse sobre el futuro de Almaraz.

El dinero de los ayuntamientos  

Además del empleo, otros de los puntos fuertes es el dinero que reciben los ayuntamientos del entorno. El informe 'Impacto socioeconómico del cierre de la central nuclear de Almaraz', de la consultora Payperthink y encargado por AMAC (Asociación Española de Municipios en Áreas Nucleares y Almacenamientos de Residuos Radiactivos) refleja que los 12 pueblos más cercanos a la instalación reciben 15 millones de euros al año, lo que supone casi el 60% de los presupuestos municipales de la zona. En algunos municipios es casi el 80%. La traducción es que, por ejemplo, Almaraz (1.600 habitantes) es el pueblo más rico de Extremadura.

El dinero lo reciben en base al Impuesto de Actividades Económicas (IAE) de la central, pero también por parte de Enresa, la empresa nacional que gestiona los residuos radiactivos. “Es un regalo envenenado”, asegura Rosa.

La fotovoltaica

Otro de los factores clave en el debate sobre la continuidad de la central es si las energías renovables están preparadas para ser alternativa a la nuclear dejando a un lado el gas que viene de Argelia y evitar así que se incremente la factura de la luz. Los informes de Foro Nuclear afirman que Almaraz aporta el 7% del total de la energía que se consume en España. “Hemos cumplido con el plan previsto y estamos preparados para la transición”, dice, sin ninguna duda, Ángel Bernáldez, delegado en Extremadura de la Unión Española Fotovoltaica (Unef). Explica que hay dos claves. La primera, la capacidad para acumular energía. Bernáldez asegura que las nuevas plantas ya cuentan con la tecnología necesaria que permite esa posibilidad. Así, ya se podrían incorporar a los mecanismos de control de tensión, o lo que es lo mismo, servirían para dar estabilidad al sistema y hacer frente a las perturbaciones (las que provocaron el apagón).  

La segunda, la necesidad de mejora de la red eléctrica para aumentar la capacidad y que los proyectos fotovoltaicos no se vean limitados.

Desde el sector tienen claro que la apuesta clara por la renovable pasa porque la nuclear deje su espacio en el mercado “porque todas no caben”, pero hay voces que aseguran que aún se está a medio camino en este cambio sin tener que depender del gas. 

En este contexto, el último informe de Fundación Renovables pone el foco en la rentabilidad: “En principio, ampliar la vida de los reactores existentes parece más barato que construir nueva capacidad firme, sin embargo, cuando se internalizan las inversiones de modernización, los sobrecostes operativos, la gestión de residuos extra y, sobre todo, los riesgos económicos de un accidente grave, el balance se inclina rápidamente hacia una falsa economía”.

El estudio también recoge: “Alargar hasta 2030 la vida de Almaraz supondría ir contra el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) y alterar los planes que han guiado la inversión en renovables en los últimos años, además de abandonar la idea de un cierre escalonado y progresivo que permita suavizar la pérdida de generación nuclear, ya que supondría clausurar a la vez Almaraz I y II, Ascó I y Cofrentes en 2030”.

Los residuos tóxicos acumulados

En la algarabía electoral sobre Almaraz, apenas se pronuncia el término residuos tóxicos, esos por los que los ayuntamientos reciben compensación. Ya se está haciendo un segundo Almacén Temporal Individualizado (ATI) para la basura nuclear. Estas instalaciones son necesarias porque las piscinas dentro de las centrales se saturan. “Los restos siguen siendo radiactivos durante varios miles de años. En España las políticas sobre residuos no han conseguido clarificarse, no tenemos un plan definitivo. Hay que recordar que se trata de almacenes temporales”, subraya Carmen Ibarlucea, portavoz del Foro Antinuclear de Extremadura. ¿Cuál es el impacto medioambiental? “No se han hecho estudios. Los portugueses sí los hicieron y denunciaron contaminación en el río Tajo”. De hecho, Portugal, por la cercanía a la frontera, elevó una denuncia ante Europa en 2017 cuando se planteó la construcción del primer ATI.

Desde el otro lado, Foro Nuclear se agarra a que Almaraz no produce emisiones de CO2, lo que sí ocurre con las centrales de ciclo combinado que queman gas. Precisamente, por esa ausencia de CO2 se le consideró ‘energía verde’ por parte de la Unión Europea.

No obstante, Almaraz también necesita su propio combustible, el uranio, “que es finito, se está acabando y que se compra a Rusia”, incide Ibarlucea para romper esa idea de la autonomía energética que se le atribuye a la central cacereña.

Y hace hincapié en que las nucleares son ya “tecnología obsoleta que cuesta mucho dinero”.

Diseñadas para 40 años

Hay que partir de la premisa de que se diseñaron con un límite establecido: operar durante 40 años (Almaraz inició su actividad en 1981), aunque ahora empresas del sector defienden que se puede llegar hasta los 60 o incluso a los 100. En este hipotético caso, sería necesaria una importante inversión por parte de las propietarias. Al hilo de esta cuestión, hay que recordar que la posible prórroga de la central cacereña dependía, en un primer paso, de que sus dueñas (Iberdrola, Endesa y Naturgy) pidieran la continuidad. No estaban dispuestas al considerar que el negocio no era rentable y por ello exigían al Gobierno una rebaja de impuestos. Enviaron la solicitud casi al límite sin la condición fiscal, pero habiendo conseguido una deducción en la ecotasa por parte de la Junta de Extremadura, una propuesta aprobada por María Guardiola a petición de Vox. 

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¿En qué parte del proceso se está ahora? Desde el Gobierno se han establecido tres líneas rojas para dar el visto bueno a la ampliación: que se garantice la seguridad nuclear, la seguridad de suministro y que no suponga un coste para consumidores y contribuyentes.

Por su parte, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ya ha recibido la petición de prórroga y trabajará para emitir un informe donde se especifiquen las inversiones necesarias; paralelamente también hace los cálculos de cómo se llevaría a cabo el desmantelamiento de la central a partir de 2027. Son las dos opciones.

En ambos escenarios sigue siendo necesario trabajar tanto en una alternativa de empleo como en la mejora de las fuentes renovables para una transición justa.

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