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Librepensadores

Carta abierta a un/a profesor/a de secundaria

Paco Ochoa

Ponlas en tu clase.

Antes de que sea demasiado tarde.

Antes de arrepentirte.

Antes de que no puedas.

Antes de que no te dejen.

Vivimos en tiempos del odio y del fanatismo impulsados por dos potentes motores: los medios de comunicación y las redes sociales - pensaréis.

Lo cierto es que no es así; desde que vamos al colegio, nos enseñan a llamar a las cosas por su nombre.

Al igual que un manzano no da naranjas, sino manzanas, un medio de propaganda que blanquea y es cómplice con la difusión de ideas de odio no puede ser llamado medio de comunicación (aquí podéis leer un análisis sobre este tema); e igualmente, una herramienta tecnológica destructora de la sociedad y promotora de odio no tiene más nombre lógico que el de redes asociales o disociables.

¿Cómo combatir, pues, el odio entre la población estudiante?

En su artículo del día 12 de septiembre de infoLibre, Luis García Montero escribía: “Conviene mucho tomarse en serio el mundo de los libros y su mirada a la realidad. Un país de libros es mucho más fiable que un país condenado al ruido obsesivo, la comunicación fanática y las ideas fijas de unos seres sometidos a las prisas”.

Apropiándome de este párrafo, añadamos a los libros las películas.

Este verano, buscando algo que ver en la tele, di con la película American History X y acabé un poco sobrecogido y preocupado con las similitudes entre el discurso del odio hacia la inmigración de su protagonista, Derek Vyiniard y algunos líderes y lideresas políticos de todo el globo que tienen capacidad de influencia, especialmente a través de las redes asociales (éste y éste se parecen mucho).

Se trata de una película que no es ficción, es bastante realista y le podríamos quitar la letra X al título y colocarles nombres propios.

El final de la película concluye con un asesinato interracial.

Después, vi la película L'haine (El odio), que narra un día en un suburbio de París de tres jóvenes de origen árabe, judío y negro.

El final de la película concluye con dos asesinatos interraciales.

La clave de ambas películas es su complementariedad, ya que en ambas el origen racial de las víctimas da la oportunidad de empatizar y comprender que no son las personas, sino el contexto cultural empobrecido el factor determinante para que el odio crezca y crezca hasta llegar al punto más fatal, además de ser un lugar propicio para que las ideas fundamentalistas tiren la caña y pesquen peces de ciudad sin ni siquiera utilizar cebo.

Para una mayor comprensión, se puede acompañar de ejemplos de sucesos para establecer una relación entre estas películas y el mundo real, como los atentados yihadistas en Europa y todo el mundo con víctimas multiculturales, el asesinato de un hombre de origen marroquí por un exmilitar que alegó “no quiero moros” en Murcia en 2021 o las matanzas supremacistas en una mezquita de Nueva Zelanda en 2019 y en Noruega en 2011.

Por último, la película Pride es de obligada visualización porque muestra la fortaleza y la amistad que puede unir a grupos diferentes, que tienden a rechazarse mutuamente por prejuicios y convencionalismos. En ella, homosexuales y mineros británicos luchan por causas justas: el reconocimiento de su dignidad y derechos.

Todo ello en un tiempo presente en el que el fanatismo y la homofobia están calando en España. Para que no haya más tragedias como el caso Samuel.

El odio finaliza con esta frase: “Un hombre está cayendo de un edificio de cincuenta pisos. Para tranquilizarse, mientras cae al vacío, no para de repetir: hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien. Pero lo importante no es la caída, es el aterrizaje”.

A día de hoy la sociedad española es ese hombre (o mujer). Y tú, ¿cómo quieres contribuir al aterrizaje?

Ponlas en tu clase.

Antes de que sea demasiado tarde.

Antes de arrepentirte.

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Antes de que no puedas.

Antes de que no te dejen.

Paco Ochoa es socio de infoLibre

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