Emérito sin funciones

Fernando Granda

Dicho de una persona, especialmente de un profesor: "Que se ha jubilado y mantiene sus honores y alguna de sus funciones, primera acepción del diccionario de la Real Academia Española". En la Roma antigua, dicho de un soldado: "Que había cumplido su tiempo de servicio y disfrutaba la recompensa debida a sus méritos”, segunda acepción. Así define la máxima institución de la lengua el concepto de emérito. Destaco con distinto tipo de letra los valores, los merecimientos de un emérito.

La simplicidad suele ser un buen argumento para nombrar, para enumerar, para considerar, para titular, digamos, para que algo, alguien, logre el éxito. Y emérito, en su simplicidad, lo ha conseguido. Desconozco de quién o quiénes es ese éxito. Aunque supongo su origen.

 El emérito por excelencia hoy día es el ex rey Juan Carlos, anterior jefe del Estado español, quien en sus primeros años de reinado consiguió ciertos logros que consolidaron la democracia. Entre otros méritos estuvo el desligarse de su mentor, de su ayo, de quien lo designó para sucederle. En principio se desligó, no sé si por convicción o por las circunstancias, de los amarres que le dejaban “atado y bien atado”, según dijo el dictador en diciembre de 1969, meses después de proclamarle sucesor “a título de rey” en las llamadas Cortes orgánicas.

En España ser emérito es un premio que se revisa año a año con el fin de aprovechar los conocimientos y méritos de una persona. ¿Qué nos puede enseñar este confeso defraudador?

Lo de las circunstancias lo señalo por su actuación en la jornada del lunes 23 de febrero de 1981, noche en que tardó varias horas en emitir un corto mensaje sin mencionar a los golpistas. “La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum”, leyó en su breve —unos dos minutos— alocución en Televisión Española esa madrugada.

Esos fueron los signos más visibles de su reinado, ya que los medios de comunicación respetaron su vida privada hasta un punto que ocultó algunas situaciones comprometidas en el devenir político de la renovada democracia española.

Pero el concepto emérito, según la Academia, contiene algunas condiciones. Como ser una recompensa debida a sus méritos. O mantener una función. Juan Carlos I no mantiene función alguna y sus méritos desaparecieron desde el momento en que se rompió el encanto mediático al darse a conocer sus actividades poco éticas en su vida privada, al margen de su ejercicio como jefe del Estado.

En España ser emérito es un premio que se revisa año a año con el fin de aprovechar los conocimientos y méritos de una persona. ¿Qué nos puede enseñar este confeso defraudador? Quizá en su país de refugio pueda exponer sus habilidades sobre negocios y financias.

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Fernando Granda es socio de infoLibre.

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