Un mediocre con poder

José Ramón Berné

Con facha de franquista acomplejado, digno de una historia berlanguiana,  es ese personaje gris, desconocido, que ni tan siquiera tiene la suerte de haber nacido con un físico agraciado, que, con casi toda seguridad, sería la diana de las burlas de sus compañeros de colegio, a los que, sin duda, denunciaba ante sus profesores con el profundo placer que sienten los chivatos. Ese personaje que después de haber pasado por la vida sin pena ni gloria, como el triste funcionario que ha sido y que gracias a la “puerta de atrás” ha llegado a conseguir un puesto de cierta relevancia, ahora, cuando se va a ver obligado a dejar sobre la mesa el látigo del desquite, cuando por fin ha encontrado la manera de “ser alguien”, ahora quiere hacer que todos aquellos que no le prestaron atención, aquellos que quizás se mofaron de su  insignificancia, aquellos a los que ha odiado desde el fondo de su corazón, a esos que no le invitaban a las fiestas, a esos que callaban cuando entraba en una habitación, a los que le dejaban en la orilla de una barra de bar tomando un café en solitario, a todos ellos y a lo que representan, quiere mostrarles su impronta, por fin una situación le permite sentenciar aquello de “ahora vais a saber quién soy yo” e imponer la pena de su resentimiento.

¡Cuánta gente hay así por el mundo!, cuánta gente del montón, que nunca sobresalieron por nada, que se sintieron ninguneados y olvidados por una sociedad, a su modo de ver, injusta, que no reconocía sus valores  y, de pronto, un día se les presenta la oportunidad de dejarse oír más allá del interior de las paredes de su hogar o de su cutre despacho de funcionarios mal pagados. De repente, tienen en sus manos la ocasión con la que soñaron toda su vida, de repente, tienen a su alcance el poder humillar a los que les humillaron. Por fin les llega  su momento de gloria.

Desafortunadamente, no creo que la persona que me ha inspirado estas líneas llegue a leer las mismas, pero no dudo que, en caso de hacerlo, seguro que se reconocerá, aunque también es seguro que seguirá disfrutando con su misión: morir matando excitado por el éxtasis del poder

Recuerden a ese policía señalándoles satisfecho su falta, recuerden las veces que se han encontrado en una ventanilla con esa persona a la que se le ilumina el rostro cuando le espeta “le falta un documento, tendrá que volver otro día”, creciéndose en su puesto a sabiendas de que nadie le va a rechistar, cosa que, seguramente, no le pasa en la intimidad de su hogar; por eso, en su efímero reinado, desahogan su ira, su impotencia y su rencor con el placer de un masoquista, regodeándose en su perversión.

Dense pues por aludidos aquellos que, en el fondo de su conciencia, saben que su diario proceder se ve condicionado por ese anonimato al que se han visto encaminados por su vida tan mediocre. Desafortunadamente, no creo que la persona que me ha inspirado estas líneas llegue a leer las mismas, pero no dudo que, en caso de hacerlo, seguro que se reconocerá, aunque –también es seguro– seguirá disfrutando con su misión: morir matando excitado por el éxtasis del poder.

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José Ramón Berné es socio de infoLibre.

José Ramón Berné

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