Paradojas de la austeridad

Luis Fernández Caballero Lamana

Voy a ir directo al grano y empezar dando las gracias a la Sra. Merkel y a la troika por imponernos sus absurdas políticas de austeridad. No crean, no me he vuelto loco, la austeridad ha tenido efectos muy positivos en nuestro país, sin la austeridad no hubiera sido posible descubrir, como en aquel cuento de Andersen, que nuestro sistema democrático y sus instituciones están desnudas.

Porque, ¿qué hubiera ocurrido en España si Alemania y la troika no hubieran impuesto sus políticas antisociales y regresivas al sur de Europa y hubieran apostado por una salida de la crisis a la americana? Cabe recordar que hasta el fatídico mes de mayo de 2010 en el que Zapatero se inmoló, España comenzaba a remontar, es verdad que únicamente, y tal y como sucede ahora, en términos macroeconómicos, pues la calle no notaba nada. Pero ¿y si se hubiera adoptado otra política y hubiéramos vuelto a crecer a tasas del 2.5-3%? ¿y si no se hubieran hecho apenas recortes en el Estado del Bienestar?, ¿qué hubiera ocurrido? Mi hipótesis, que obviamente es indemostrable hasta que se descubran los universos paralelos, es que el espectáculo de degradación y descomposición del sistema al que estamos asistiendo en directo y en primera fila estaría pasando completamente desapercibido y, sin embargo, habría estado ahí sin darnos cuenta, en nuestras narices, lo que me sugiere la siguiente pregunta: ¿Desde cuándo este país está así? Algunos dirán que los excesos de la burbuja no nos sentaron muy bien, pero si recuerdan los últimos años de Felipe, la sensación como hoy de corrupción también era generalizad, por eso me temo que esto viene de antes, principalmente de la dictadura, y con todos lo positivo que tuvo la transición, terminar con el capitalismo de amiguetes no estuvo en su agenda.

En aquel momento, allá por el año 1996 la gente compró el impostado discurso anticorrupción y regenerador de Aznar y le ofreció, ¡dos veces!, la oportunidad de introducir reformas democráticas que hicieran de este país un país limpio, decente y transparente. A la vista está el resultado años después. Después compró la esperanza Zapatero y sus promesas de implementar de una vez por todas políticas progresistas no sólo en el ámbito de los derechos sociales sino en propiciar un modelo económico diferente alejado del ladrillo. Después del desastre que supuso plegarse a las exigencias de Bruselas y hundir a su Gobierno y al PSOE, volvemos a tener en el Gobierno al PP inundado por la corrupción y con resultados sobre la cohesión social desastrosos como consecuencia de seguir la medicina impuesta desde Europa.

Y en estas aparece un cisne negro, Podemos, que ha revolucionado el mapa político y alertado al establishmentestablishment. Todos aparecen acongojados (por no decir otra palabra) y nos meten el miedo en el cuerpo de que con ellos todo sería peor, la hecatombe, qué triste!

Sinceramente no sé si este partido será como el de Beppe Grillo, como Syriza o como un nuevo PSOE, eso el tiempo lo dirá. En cualquier caso, Podemos no son bárbaros que vienen a destrozar el sistema, sino un síntoma del sistema que ha hecho que la gente se dé cuenta de que el sistema está desnudo, por eso creo que es verdad aquello que dicen: Podemos no dice lo que la gente quiere oír, sino que dice lo que la gente piensa, pues ha conseguido estructurar un discurso sólido que ha puesto al sistema frente al espejo.

En cualquier caso, si finalmente alcanzan la Moncloa deberían tener muy presente que la mera sustitución de unas élites por otras no cambiará nada sino hay verdaderas reformas en profundidad. La corrupción no sólo es un fenómeno individual, es verdad que todos somos susceptibles en algún momento de nuestras vidas de corrompernos, ya seamos de izquierdas, derechas, de arriba o abajo, la cuestión está en que si trasladamos este impulso humano a un ámbito político, no deberíamos permitir que nuestra arquitectura institucional sea tolerante y cree el caldo de cultivo perfecto para que florezca un sistema de corrupción institucionalizada.

Dice Pablo Iglesias que quiere cambiar el régimen del 78, sin embargo, todavía no se sabe cómo ni de qué manera. Por ello, le propongo que si de verdad quiere cambiar el sistema y hacer país con una clase política, empresarial y sindical decente y que la ciudadanía se vea reconocida y orgullosa de sus representantes, el verdadero desafío pasa por despolitizar las administraciones públicas y las principales instituciones del Estado. Si es capaz de presentarse ante los ciudadanos con una propuesta de reformas democráticas como las que sugieren los expertos en corrupción asumiendo, por ejemplo, las medidas propuestas por transparencia internacional, es cuando de verdad el establishment puede echar a temblar, porque entonces si que no les parará nadie. Y se les habrá acabado el chollo. 

Luis Fernández Caballero Lamana es socio de infoLibre

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