Pedro y el lobo (de Wall Street)

Verónica Barcina Téllez

Imprevisible como un infante hiperactivo, y también caprichoso, a estas alturas se puede afirmar que lo bueno de Pedro Sánchez es que, hasta ahora, mantiene a Abascal alejado de la Moncloa, aunque la extrema derecha haya gobernado en Castilla León, Murcia, Aragón, Valencia, Extremadura y Baleares de la mano del PP y lo haga en Madrid a pesar de Vox y de Feijóo. Desde que derrotó a su partido (es habitual que cuando celebra primarias el PSOE, pierdan las candidaturas promovidas por el “aparato”), se ha especializado en ganar batallas cuando todo el mundo lo da por muerto, como un Cid Campeador.

La capacidad para vender una idea y ejecutar la contraria no es exclusiva de este presidente, sino una constante en el PSOE desde que Felipe y Alfonso transformaron una opción política cuasi de izquierdas (antes de Suresnes) en un aparato de centro con un perceptible y notorio alabeo a la derecha. Desde el fraude del referéndum de la OTAN hasta la sintonía senil del dúo de los descamisados con la extrema derecha, son muchos los síntomas de que la veleta mal llamada “socialista” anda desnortada.

Con la habilidad del prestidigitador, Sánchez se ha especializado en sacar conejos de la chistera y utilizarlos como cortina de humo para hacer desaparecer lo más deslucido de sus actuaciones. Por ejemplo, cuando maravilló al mundo con el numerito del Aquarius y no tardó en erigirse en defensor de las devoluciones en caliente usando los mismos argumentos que Rajoy. Por ejemplo, cuando denuncia el genocidio israelita y permite la venta de armas al sionismo genocida. Por ejemplo…

El cuerpo de Sánchez, adentellado por lobos mediáticos y judiciales, acabará devorado por los insaciables lobos de la codicia que aúllan a la luna llena en Wall Street exigiendo mucha sangre y todo el dinero

Jamás un presidente tuvo tantos y tan enconados enemigos desde antes de acceder a la presidencia. Se puede afirmar que todo el arco parlamentario tiene cuentas pendientes con él, siendo las más llamativas y graves las de los barones de su partido (por ejemplo, García Page ejerciendo de abanderado de las tesis de Ayuso o Moreno Bonilla). También hay que reconocerle una enfermiza habilidad para crearse enemigos en el espectro de la izquierda, con la que dice tener un pacto de gobierno al que torpedea sin recato ni prudencia. Es la misma izquierda que le proporcionó excelentes bazas sociales para sortear con éxito una pandemia, un volcán y una guerra con recetas que copió la derecha europea y que han situado la economía española en un lugar jamás alcanzado con un gobierno de derechas.

El cuerpo de Sánchez, adentellado por lobos mediáticos y judiciales, acabará devorado por los insaciables lobos de la codicia que aúllan a la luna llena en Wall Street exigiendo mucha sangre y todo el dinero. Sánchez destina una excesiva mordida del presupuesto público a satisfacer la exigencia militar del loco yanqui y el delirio fascista de Silicon Valley que han actualizado la máxima del escritor romano Vegecio: si vis bellum, para bellum (si quieres guerra, prepara la guerra). Aumentar el gasto militar es preparar a España para que mueran otra vez españoles en la guerra que se prepara en el escenario de siempre, donde son más rentables las guerras y las posguerras: en Europa.

Sánchez, como Europa y el mundo, está descolocado ante la apuesta belicista del populismo de tintes fascistas que late desbocado en un mundo sin corazón ni nobles sentimientos. El lobo de Wall Street ha expandido su manada por el mundo con aullidos de guerra como America first o make America great again, lo que equivale a declarar enemigo todo lo que no es USA. 

Pedro Sánchez debería suprimir el suicida presupuesto de defensa y regalar a cada español un espray para pintar en todas las franquicias yanquis el viejo lema “Yankee Go Home!” hasta vaciar los McDonald's, Burguer King y KFC, hasta manchar los Tesla, Ford y Chevrolet que aparcan en las calles de la patria. Pedro Sánchez debería imponer aranceles a los productos yanquis, sacar al país de la OTAN y cerrar las bases militares americanas en España. Pedro Sánchez debería invertir el gasto militar en desenganchar a España de la droga tecnológica yanqui. Para todo eso, se necesita una verdadera conciencia patriótica que aplique lo de Los españoles primero al verdadero enemigo de España y el mundo y no a los más débiles a quienes lo aplica la extrema derecha cobarde.

No sería extraño que Pedro Sánchez volviera a contradecirse y acabara gritando ¡Heil, Donald! después de haber sacado a Franco del Valle de su indecente mausoleo.

¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!

El lobo ya está aquí.

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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.

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