Supervivientes

Antonio García Gómez

De pacotilla, en alguna paradisiaca playa hondureña, como plató alquilado, supongo, para la televisión, a espaldas de uno de los pueblos más pobres de Centroamérica, del mundo entero, Honduras. Es allí donde los supervivientes lo son de verdad, sometidos como otros tantos millones y millones de seres humanos, de segunda, de tercera, a la explotación inclemente, planificada, sometidos, estos sí que sí, día a día, a la amarga tarea de aspirar a seguir viviendo, siquiera sobreviviendo.

En medio de una desigualdad que hace megamillonarios a quienes ya lo son y empobrece, con saña y dedicación, a cuantos trabajan y producen para que aquellos sigan enriqueciéndose.

Aunque a pesar de que gracias a ciertos periodistas, reporteros, estudiosos de la geopolítica mundial, se sepa que los supervivientes son los otros, quienes no salen en televisión, aunque los protagonistas del programa Supervivientes sean celebrities del tres al cuatro, quienes ostentando picaduras de mosquitos y algo de hambre para coger buena figura, durante un periodo de tiempo limitado, puedan ir engrosando sus buchacas, a beneficio del espectáculo, para el entretenimiento de millones de espectadores, embuchados en sus sofás de tresillo. Todo por la pasta, todo por la impostura de jugar a sobrevivir de mentirijillas.

No hay nada como una incruenta supervivencia, televisada, pagada, como para no creerse la verdad de la parte de atrás del escenario, siquiera por no herir la sensibilidad amable

Sin atreverse a mostrar el verdadero show trágico e implacable de la supervivencia. Teniendo tan a mano el material subhumano de quienes, gratis, van mostrando sus escrofulosas llagas de luchar por la vida, con más de 40.000 compatriotas nuestros durmiendo a la intemperie, con uno de cada cuatro niños en situación de pobreza extrema, con una parte importante de la población con serios problemas para llegar a fin de mes, con el escarnio de estar ganando 1.500 euros al mes, en una gran ciudad, y no poder permitirse un alquiler de vivienda digna.

En playas, en chabolas, en la calle, huyendo, criminalizados, sospechosos… los supervivientes de verdad, a la sombra de otro desgraciado, otro que fue crucificado y que, en breve, será admirado, y paseado, y rezado, por aquello de lo nuestro, el superviviente pobre que murió en una cruz, rodeado hoy en día de oro, flores e incienso, para seguir ocultando a los verdaderos supervivientes, en tanto se erizan los capirotes de demasiados sepulcros blanqueados sosteniendo la desigualdad, mimetizada, que permita la supervivencia acomodada de los homologados al estatus admitido, mientras millones y millones de parias seguirán intentando no zozobrar y no hundirse definitivamente, a la espalda de tanta feliz concurrencia jugando a contemplar el juego indecente de unos cuantos desgraciados/as, también, por asegurar un divertimento que termine por llenar los bolsillos de los tan falsos supervivientes.

Y es que no hay nada como una incruenta supervivencia, televisada, pagada, como para no creerse la verdad de la parte de atrás del escenario, siquiera por no herir la sensibilidad amable de tanto espectador/a entregado/a a la farsa.  

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

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