La zona de interés
¿Dónde estamos nosotros, los europeos? ¿Y dónde queremos estar? Las señales y las certezas juegan peligrosamente. Muchos nos preguntamos cómo es posible que setenta y cinco millones de americanos hayan votado a un convicto, a un aspirante a dictador que se encuadra en esa zona desde la que manejar los hilos de todos aquellos países que se lo permitan. Los políticos europeos se han puesto en la cola de esa represión que emana del miedo al diferente, al que viene de otro lugar, y después de abrir la boca en un gran ¡ohhhh, madre mía, la que nos viene encima!, casi todos agachan las orejas para blindarse de la inmigración y actuar de forma diametralmente opuesta a los principios o valores de la Unión Europea y su compromiso con los derechos humanos.
El club comunitario de los 27 extiende y esconde la mano, a un tiempo, al señor Trump
“Cómo deportar más y mejor” podría ser el título de un manual de autoayuda para esos líderes que parece que se levanten cada día con un pensamiento extraído de un Mein kampf (Mi lucha) edulcorado, o pasado por el tamiz de una nueva vía que inaugure y justifique las medidas que van a ir adoptando: campos de internamiento o centros de deportación en países extracomunitarios, guillotinar el derecho al asilo, muros, controles en las fronteras interiores… Un suma y sigue de amenazas a la libertad de movimiento europea. ¿Quién se acuerda ya del espacio Schengen? Los analistas políticos enmarcan esta dirección de la política migratoria al creciente avance de la ultraderecha en nuestro continente (lo leemos a diario en los medios de comunicación). “La Europa de la acogida ha desaparecido”, y todos quieren ser los primeros en controlar las fronteras. Al menos en España, el presidente Sánchez ha levantado la voz contra la indignidad de los campos de deportación como Albania.
“Miedo que da miedo del miedo que da”, este verso de una canción de Pedro Guerra es el que resuena en mi cabeza cuando mi consciencia me coloca en primera pantalla este duro drama que viven los desplazados del mundo. Soy hija de emigrante y cuando mi padre volvió de Alemania pude ver alguna que otra lágrima en sus ojos cuando escuchaba la canción de Juanito Valderrama. El club comunitario de los 27 extiende y esconde la mano, a un tiempo, al señor Trump. Las medidas que se están poniendo sobre la mesa nos sirven en bandeja esa Zona de interés de la aclamada película de Jonathan Glazer, que es una llamada a la reflexión. Los europeos tenemos la opción, la capacidad como seres humanos de decidir si nos sumamos a la devastación de las personas migrantes o a solucionar dicha debacle. Si los políticos europeos salen de sí mismos es difícil no detectar el problema de las personas que se desplazan, de percibir esa realidad y empatizar para buscar soluciones.
¿Dónde estamos nosotros, los europeos? ¿Dónde queremos estar?
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Rosa Ángeles Fernández es socia de infoLibre.