Fotografía

Eugeni Forcano, sociología de aquella España

Una de las imágenes de la exposición 'Atrapar la vida'.

Henri Cartier-Bresson fue el cazador del momento decisivo. Oriol Maspons fue el retratista de la miseria de la Barcelona profunda.Y Joan Colom, el maestro de las series fotográficas sobre su propia contemporaneidad. Eugeni Forcano es, de algún modo, un compendio de los tres: rápido como un rayo para apoderarse del instante en el que todo se desencadena; sensible para captar el sufrimiento de los que le rodean; narrador excepcional de su tiempo. Y sin embargo, el premio Nacional de Fotografía de 2012 es también todo lo contrario: él es él mismo, con su impronta única.

En una amplia retrospectiva que abarca más de cuatro décadas de su trabajo, entre los años sesenta y noventa del siglo pasado, la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, rinde homenaje al fotoperiodista y artista catalán (Canet de Mar, 1926) con la exposición Atrapar la vida, que forma parte de la sección oficial de Photoespaña, y que permanecerá abierta entre el 18 de julio y el 31 de agosto.

Ordenada cronológicamente, la muestra se estructura en doce capítulos que se traducen en los grandes espacios conceptuales del autor, y en sus grandes periodos profesionales, que arrancan en el entorno rural catalán hasta asentarse decididamente en Barcelona como epicentro urbanita, desembocando finalmente en una etapa experimental que puso punto y final a su carrera en 1995, cuando Forcano se retiró por problemas de salud.

Autodidacta, el fotógrafo se introdujo en el terreno profesional de la mano del editor del ya extinto semanario Destino, para el que realizó cientos de portadas durante cerca de veinte años. “Él era un fotoperiodista intuitivo”, apunta Daniel Giralt, el comisario de la muestra. “Justo en aquella época, los semanarios pasan de tener portada de texto a mostrar un imagen”, explica. Y ahí fue donde entró en escena Forcano. “Él fue capaz de tomar fotos muy impactantes, de ahí el título de la exposición: Atrapar la vida”.

Empezando por el mercado de Banyoles, donde aquellos hombres y mujeres de aquella España de los sesenta, con sus pieles curtidas al sol y sus cuerpos vestidos de negro se movían entre frutas, animales y puestos, la curiosidad del fotógrafo le llevó a introducirse en las profundidades de Cataluña, hasta llegar al barrio barcelonés del Somorrostro, ese que tanto visitó y documentó Oriol Maspons, y donde desarrolló un interés por el mundo gitano que desembocaría en innumerables series fotográficas sobre su vida y sus costumbres. 

'La máscara intrusa. Fiesta de Sant Ponç', Barcelona, 1964.

Procedente de una familia dedicada al mundo textil, Forcano ejerció diversos trabajos antes de recaer en aquel semanario. Aficionado como era a la fotografía, comenzó a presentarse a concursos, y a ganarlos. Así fue como entró en contacto con la revista, para la que realizaba portadas en hueco grabado en blanco y negro, en las que la tinta se carga de intensidad. “Por eso él buscaba fotos de mucho contraste y con movimiento”, señala Giralt, “y en ellas representó la vida en la pobreza, así como el final de la dictadura y de la época de los curas y las monjas”.

A través de su trabajo en Destino, que le dio relativa libertad para realizar sus imágenes, Forcano fue excepcional testigo del fin de una época en España. Como apuntaba Giralt, la de los últimos años del franquismo, de los que el fotógrafo dejó plasmadas sus contradicciones, como una instantánea en la que se pueden ver compartiendo arena en la playa a dos mujeres en bañador con dos monjas con su tocado incluido, y que en la época se tachó de montaje por lo chocante de la estampa.

Los Seiscientos que invadieron las carreteras y los grandes embotellamientos se unen en su imaginario con los desfiles militares y eclesiásticos, y estos con las imágenes de los desharrapados que marchan por las callen sin asfaltar y duermen por las esquinas. Remilgados curas y rudos militares se ponen así frente a frente con drogadictos y prostitutas. “Presenta una visión transversal de la sociedad”, dice Giralt, que apunta a que el otro grupo de fotógrafos catalanes coetáneos a Forcano, de Maspons a Colom o Catalá Roca “eran más esteticistas, mientras que él es más sociológico”. “Representa de pobres a ricos, en sus cualidades más arquetípicas”.

'Confidencias', Barrio Gótico. Barcelona, 1966.

Todos en blanco y negro, el recorrido por los trabajos del fotógrafo concluye con una serie de retratos de personajes intensamente expresivos y peculiares. A modo de apéndice, en una sala aparte se incluye un grupo de imágenes de corte surrealista, que el artista realizó de manera experimental. "Si los pintores necesitan de la pintura y del pincel, ¿por qué los fotógrafos no podemos usar la luz como generadora de imágenes?", apuntó el propio Forcano sobre esta nueva faceta, en una entrevista con motivo de la concesión del Nacional de Fotografía que se puede ver recogida en un vídeo que finaliza el recorrido.

Oriol Maspons: “Una buena foto tiene que informar al espectador”

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Como estallidos de luz, estas instantáneas representan formas indeterminadas construídas a base de colores casi fluorescentes. "Usa placas que decomponen la luz", explica el comisario, "y hace miles de tomas hasta que encuentra una que le gusta". Los títulos de las piezas, todos enigmáticos y fantasiosos, dejan entrever una búsqueda de una fotografía más espiritual o, al menos, más alejada de lo mundano, con referencias cosmológicas y mitológicas. Con todo, el autor permanecerá, sobre todo, como un "gran cronista de Barcelona". "Es un fotógrafo al que le interesa mucho el factor humano", resume el comisario. "Representa la seducción del instante, ese momento en el que ocurre algo". 

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*Imagen vertical: 'Seguidores del Barça. Camp Nou', 1963. 

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