En un mundo atravesado por la incertidumbre, la metáfora del laberinto, que desde la antigüedad ha simbolizado la confusión, la búsqueda y el extravío, se ha convertido en una imagen recurrente para pensar la actualidad.
El laberinto ha acompañado a la humanidad desde la antigüedad. Su carácter enigmático lo convierte en una imagen que nunca pierde vigencia: “los laberintos nos resultan fascinantes porque suelen encerrar un enigma, un acertijo, un significado oscuro, misterioso y difícil de comprender, un secreto impenetrable”, como recuerda la filósofa Delia Manzanero en Laberintos de Europa. Hoy, en un mundo marcado por la globalización o las migraciones, esa metáfora adquiere una nueva fuerza. La desorientación se convierte en una experiencia común, tanto en lo personal como en lo político.
Conscientes de esta realidad, el Festival de las Ideas quiere explorar y recorrer los laberintos de nuestro presente. A través de ponencias, mesas redondas o paseos filosóficos, entre el 18 y 21 de septiembre invitan “a pensar en las paradojas de nuestro tiempo, en nuestros lugares de reclusión o de refugio, en nuestros deseos de liberación, en nuestros falsos libertadores, en nuestros monstruos”. Valerio Rocco, director del Círculo de Bellas Artes, una de las entidades organizadoras de este festival, recalca que la temática de este segundo año “tiene que ver con la desorientación e intentar buscar entre todos caminos, posibles salidas; cartografiar nuestra realidad para intentar encontrar un sentido”.
Cambiarse de sitio
Si el laberinto simboliza la desorientación de nuestro tiempo, pocas experiencias encarnan mejor esa sensación que la migración. Para millones de personas en el mundo, cambiarse de sitio no es una elección sino una necesidad, y el camino migratorio se convierte en un laberinto que puede conducir tanto a la esperanza como al desencanto.
En este sentido, la globalización, que en los años noventa prometía apertura y prosperidad, ha generado un escenario paradójico: mueve mercancías y dinero con fluidez, pero obliga a millones de personas a desplazarse en condiciones precarias. Así lo explica en entrevista con infoLibre Fernando Vallespín, profesor universitario y politólogo, quien afirma que los movimientos de población son una constante histórica —como las migraciones de tartésicos, íberos, celtas, romanos, visigodos o musulmanes que ha vivido España—. Argumenta que la globalización ha acelerado este fenómeno, ya que la cultura de masas permite que la gente de todo el mundo conozca las condiciones de vida en países de Europa Occidental o Estados Unidos, convirtiéndolos en focos de atracción.
Por su parte, Sami Naïr, politólogo, filósofo político francés de origen argelino y ponente en el Festival de las Ideas, describe la migración como “una aventura, una apuesta, y al mismo tiempo un dolor”; “un dolor porque nadie deja, salvo casos muy particulares, su país de origen, su familia, sus amigos, su barrio, sus costumbres, con placer; es una pequeña muerte de lo que dejamos atrás”.
Las migraciones son tan antiguas como la humanidad, recuerda Naïr. Y, sin embargo, reaparecen en el discurso público como si fueran una novedad, una crisis sin precedentes. Ese olvido histórico alimenta los discursos del miedo y crea un terreno fértil para el odio y la violencia. De hecho, ciertos sectores políticos sacan provecho de los que tienen que abandonar su hogar. Según Vallespín, el éxito de los partidos de derecha en la mayoría de los países democráticos se explica, en gran medida, por "las migraciones masivas y la dificultad de integrarlos". Este fenómeno, argumenta, alimenta el populismo, ya que el miedo a la "invasión" y la pérdida de identidad cultural se convierten en argumentos centrales en los discursos anti-inmigración. Vallespín señala que no podemos ignorar los múltiples problemas asociados a la inmigración, incluyendo la necesidad de diferenciar entre inmigrantes económicos y solicitantes de asilo o la presión sobre los servicios públicos. Sin embargo, subraya sobre todo ello la importante aportación de los migrantes, no solo como fuerza de trabajo, sino también en términos demográficos. A pesar de la complejidad del tema, Vallespín concluye que la inmigración es "necesaria e imprescindible", aunque sus consecuencias políticas sean a menudo indeseables.
La migración requiere perspectivas políticas, humanistas y económicas, para Sami Naïr. El politólogo critica el giro hacia una “visión étnica y racista de la inmigración” en lugar de una basada en los derechos humanos. Considera que en este sentido el papel de Europa debe mejorar. Cree que la Unión Europea tiene un sistema de control migratorio muy eficaz, pero que su política de visados es problemática, ya que se basa en la lógica de "cuando necesitamos inmigrantes abrimos las puertas; cuando no necesitamos, les echamos".
Europa es un laberinto de laberintos
Europa como laberinto
“Europa es un laberinto de laberintos”. Delia Manzanero, que también será ponente en el próximo Festival de las Ideas, describe así este continente porque “está compuesto por muchos hilos, cada uno de los cuales pertenece a una historia estrechamente conectada a las demás en el tiempo y en el espacio”.
En una demostración de la complejidad de las contradicciones y divergencias de Europa, Manzanero explica cómo, “lejos de ser Europa una diosa griega o próxima a los griegos”, se trata en realidad de “una ninfa de origen asiático, una mujer antes que un continente, una mujer migrante, que se sabe extranjera”, algo que “quizás represente una de las mejores señas de la identidad de Europa, forjada de diferencias, símbolo de su identidad escurridiza, dinámica, siempre distinta a sí misma, traspasada por tendencias opuestas procedentes de diferentes culturas y modelos de ciudadanía”.
A pesar de que la alusión a la mitología parece no tener relación con las posibles desorientaciones o laberintos que atraviesa el continente a día de hoy, Valerio Rocco está seguro de que la cultura clásica encierra todavía hoy verdades sobre los vicios del ser humano, su arrogancia, y la dificultad de convivir en paz. La herencia de los mitos ofrece claves para interpretar los desafíos actuales: desde la crisis climática y la desigualdad hasta la inteligencia artificial y la guerra. Europa, al enfrentarse a estas cuestiones, se encuentra en un laberinto geopolítico, “buscando su identidad y su papel” en un mundo cada vez más complejo e interdependiente. Salir de ese laberinto exige para Rocco mirarse al espejo, preguntarse quién es y qué quiere ser, y asumir un papel más rotundo y claro en la escena internacional, defendiendo los derechos humanos y la dignidad de las personas.
En este contexto, Sami Naïr describe la Unión Europea como un "fracaso existencial", argumentando que ha fallado en la construcción de una Europa social, política o de defensa para sus ciudadanos. Describe la situación europea en materia de migración como profundamente problemática.
La Unión Europea, más allá de haber sido un fracaso económico, político y de seguridad social... es también un fracaso en términos de derechos humanos
Para él, la Unión Europea presenta un sistema migratorio "estrictamente instrumental", donde las puertas se abren y cierran según la conveniencia económica, sin una verdadera preocupación por la integración de los inmigrantes. Naïr critica la eficacia del control de flujos migratorios a través de Frontex y Europol, afirmando que este sistema se basa en la "restricción de las posibilidades de llegar legalmente en Europa", favoreciendo la inmigración ilegal.
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“La Unión Europea, más allá de haber sido un fracaso económico, político y de seguridad social... es también un fracaso en términos de derechos humanos", considera el politólogo. Si bien no aboga por la apertura total de fronteras, sí reclama una política de visados "democrática y transparente" que aumente la inmigración legal y disminuya la ilegal. Vallespín diferencia entre inmigrantes económicos y asilados políticos, argumentando que "no podemos poner límites al derecho de asilo", pero sí considera razonable regular la inmigración económica debido a su impacto en los servicios públicos. Observa que la solución europea es cada vez más restrictiva en ambos ámbitos, citando como ejemplo las medidas de Meloni. También hace mención en entrevista con infoLibre a la situación en Estados Unidos, donde las deportaciones son un fenómeno que, según él, "puede empezar a pronunciarse más seriamente en Europa". Asegura que incluso partidos socialdemócratas en países como Dinamarca y Suecia están adoptando posturas antiinmigración, concluyendo que "la respuesta europea es una reacción frente al populismo, que a su vez es una reacción frente a las migraciones".
Rocco cree que Europa debe apostar por la cohesión interna y la diversidad, tal como propone el lema de la Unión Europea: “Unida en la diversidad”. Esto implica consolidar la unión política y cultural de los Estados miembros, con agendas transnacionales decididas y relaciones exteriores más valientes, al mismo tiempo que debe reconocer y celebrar el plurilingüismo, la multietnicidad y la riqueza religiosa que históricamente han definido al continente. Además, este filósofo añade que la migración y la interacción cultural con el resto del mundo no son solo inevitables, sino que constituyen una oportunidad para reforzar su identidad y su capacidad de influencia global.
Europa debe entonces mirarse a sí misma y al mundo, reconociendo sus fortalezas y fragilidades, sus historias compartidas y sus tensiones internas. Solo así cree Rocco que podrá salir de su propio laberinto, proyectarse en la escena internacional y seguir siendo un referente de derechos humanos, dignidad y creatividad cultural. Para el filósofo, la riqueza europea reside en su pluralidad y en su capacidad de diálogo con el mundo: ser más unida y diversa a la vez no es solo una estrategia política, sino la clave para que “Europa siga jugando un papel significativo en el siglo XXI”.