Cómo repensar nuestra idea de hogar cuando la vivienda se ha convertido en un privilegio
¿Qué es un hogar? La respuesta parece obvia, pero basta con mirar alrededor para descubrir que no lo es tanto. Entre alquileres inasumibles, habitaciones compartidas y desplazamientos, el hogar para muchas personas no se asemeja en nada a la imagen estable y privada que ha imperado durante décadas. Hoy, para una parte creciente de la población urbana, el hogar ya no es un lugar al que se llega, sino un estado que cuesta mantener.
La imposibilidad de acceder a una vivienda digna y estable se ha convertido en uno de los grandes malestares de nuestro tiempo. Lo que antes se consideraba un paso natural hacia la adultez, es ahora un proceso lleno de obstáculos. La vivienda ha dejado de ser una infraestructura básica para convertirse, en muchos casos, en un bien inaccesible. ¿Qué significa formar un hogar en un contexto donde la vivienda se ha vuelto un privilegio? ¿Existen alternativas al hogar tradicional?
Cuando el hogar es de alquiler
“La aspiración por la vivienda en propiedad es una realidad, (...) sin embargo, a raíz de la crisis inmobiliaria iniciada en 2008, hay señales que indican que el deseo de la propiedad se vuelve más complicado de alcanzar, lo que lleva a un creciente número de personas a acudir a un mercado del alquiler cada vez más tensionado”. Así lo asegura el XIV Informe de 2024 El Estado sobre la Pobreza en España. Seguimiento de los indicadores de la Agenda UE 2030, realizado por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza (EAPN).
Comprar una vivienda ya no está al alcance de muchas personas, ni siquiera de aquellas que tienen un empleo estable. Para muchas, alquilar es la única opción posible para paliar esta búsqueda de independencia y autonomía. Los estudios lo dejan claro, “los jóvenes, las personas con menores a su cargo (especialmente en hogares monoparentales), la población extranjera y las personas desempleadas” son las más propensas a vivir de alquiler.
El sistema premia a quien ya tiene
Sin embargo, vivir de alquiler no implica necesariamente una solución duradera ni justa. Como ha señalado la EAPN, el modelo actual castiga a quienes no pueden comprar: se ven obligados a pagar rentas mensuales más altas que muchas hipotecas, lo que limita su capacidad de ahorro y dificulta cubrir otros gastos básicos. Mientras tanto, quienes sí acceden a una propiedad reducen progresivamente su gasto en vivienda, logrando mayor desahogo económico. Así, el sistema premia a quien ya tiene y penaliza a quien no, perpetuando —y en muchos casos agravando— la desigualdad.
Esta es una realidad que se hace especialmente palpable entre los jóvenes, donde hay una “generalización del alquiler como única opción de emancipación”, según el Informe Juventud en España. Entre la emergencia y la resiliencia. 2024. El Instituto de la Juventud (INJUVE) señala los 30,4 años como la edad de emancipación residencial, algo que contrasta con la panorámica europea, donde el promedio es de 26,3 años. INJUVE habla así de una “generación inquilina”.
Cristina Mateo, vicedecana de la Escuela de Arquitectura y Diseño del IE, está de acuerdo en que el difícil acceso a la vivienda para los jóvenes puede afectar a la concepción de hogar de las nuevas generaciones. Considera que “la idea de hogar como un espacio privado con x metros cuadrados donde defines quién eres tú, es un concepto bastante nuevo y construido”. Cuestiona que la posesión de un espacio privado sea esencial para el concepto de hogar. Propone explorar el concepto de hogar como algo mucho más amplio, que puede incluir espacios compartidos.
Repensar más allá del hogar: la ciudad
La vicedecana del IE destaca la importancia de que existan lugares que fomenten la convivencia y la sensación de hogar más allá de la vivienda privada. Para Mateo, la vivienda no es solo una infraestructura, sino un espacio donde cada vez se realizan más actividades —es lugar de convivencia, crecimiento, trabajo, descanso y socialización—, difuminando la línea entre lo público y lo privado.
La idea del hogar, según Mateo, hoy va más allá de lo privado, retomando formas de vida del mundo rural donde lo compartido y lo individual convivían con mayor naturalidad. En lugar de pensar la vivienda como único espacio de hogar, también pueden considerarse el parque cercano, la vecindad, el supermercado de confianza, la peluquería que frecuentamos… Estos también son espacios que contribuyen a la vida y la socialización, que también pueden ayudarnos a sentirnos en casa. Insiste en que la ciudad también debe formar parte de cómo entendemos la convivencia y el hogar, que no puede limitarse al ámbito privado, sino que debe abrirse a lo común.
La ciudad va más allá de los grandes planes urbanísticos
Álvaro Matías, director del Madrid Design Festival, mira a la ciudad con una mirada esperanzadora y positiva. Para Matías, la ciudad va más allá de grandes planes urbanísticos. La ciudad es el territorio donde se abordan cuestiones importantes de convivencia, habitabilidad y relaciones humanas en el siglo XXI; un espacio cohabitable que se está repensando para ser más habitable y vivible, devolviéndola a los ciudadanos.
Dado que se estima que en 2050 cerca del 70% de la población mundial vivirá en entornos urbanos, Matías señala la urgencia de repensar estos entornos para adaptarlos a los valores del siglo XXI. Esto implica actualizar estructuras heredadas del siglo pasado e incorporar principios como la sostenibilidad, la convivencia, el acceso a vivienda digna y la lucha contra la gentrificación. El objetivo, explica, es transformar las ciudades en espacios más habitables, inclusivos y accesibles, donde se priorice la calidad de vida.
Tanto Cristina Mateo como Álvaro Matías hablarán de todas estas cuestiones en el Festival de las Ideas, que tendrá lugar entre el 18 y 21 de septiembre. En estos días se abrirán conversaciones y debates sobre lo que podemos llamar hogar, pero también de los desafíos que enfrenta la arquitectura de construir no sólo espacios, sino vínculos duraderos entre las personas, territorios y recursos.
Otras formas de habitar
Frente al modelo de vivienda tradicional —privado, nuclear y rígido— están surgiendo alternativas que proponen no sólo formas distintas de ocupar el espacio, sino también de relacionarse con los demás y con el entorno. El coliving y la vivienda cooperativa aparecen como respuestas a una doble urgencia: la dificultad de acceder a una vivienda digna y el deseo de reconstruir vínculos comunitarios.
Matías destaca ejemplos como el senior cohousing de Vitápolis, en Toledo, donde un grupo de personas mayores convive en un entorno compartido con acceso a servicios médicos, terapéuticos y actividades comunes. Para Matías, estos modelos reflejan una búsqueda creciente de seguridad habitacional y una manera distinta de entender la vida en común: “Es una forma de recuperar lo que antes pasaba en muchos pueblos: una red de proximidad y cuidados compartidos”.
Por su parte, Cristina Mateo pone de ejemplo el éxito del colivng en los países nórdicos, donde conviven espacios privados con áreas compartidas que fomentan la comunidad. Estos modelos buscan soluciones más inclusivas que se adapten a diferentes etapas de la vida, desde la familia hasta la vida estudiantil, ofreciendo flexibilidad y cuestionando la idea de que la propiedad de un piso es esencial para el concepto de hogar.
Habitar la ciudad y el hogar con perspectiva de género
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Más allá de la dificultad de acceso a la vivienda o de los nuevos modelos de convivencia, hay una dimensión que atraviesa silenciosamente muchas de estas problemáticas: el género. La ciudad y el hogar, tal como han sido concebidos históricamente, reproducen una lógica patriarcal que invisibiliza las experiencias y necesidades de las mujeres, según autoras como Caroline Criado-Perez o Paula Soto Villagrán.
Como plantea la socióloga Villagrán en su artículo Repensar el hábitat urbano desde una perspectiva de género, la planificación urbana se ha desarrollado “desde patrones espaciales masculinos considerados como universales”, lo que ha llevado a omitir el protagonismo de las mujeres en la gestión y el diseño del hábitat urbano. Criado-Perez señala cómo muchas ciudades se planifican sin tener en cuenta los patrones de movilidad y seguridad femenina —por ejemplo, iluminación de calles, transporte público— lo que afecta la libertad de circulación de las mujeres. Esto impacta directamente en cómo perciben su hogar y sus límites cotidianos.
Las mujeres son capaces de experimentar las ciudades de una manera diferente a los hombres. En gran parte, esto se debe a que siguen asumiendo la mayor parte de las tareas domésticas y de cuidado, lo que condiciona sus desplazamientos diarios y formas de habitar el espacio urbano. Como señala Criado-Perez, muchas mujeres necesitan barrios funcionales que les permitan encadenar actividades —llevar a los hijos al colegio, hacer la compra, ir al trabajo— sin recorrer largas distancias. Cuando estas necesidades no se tienen en cuenta, el hogar se convierte en una isla desconectada, y la ciudad, en un territorio hostil. Así, repensar el hogar y la ciudad desde una perspectiva de género se convierte en otra dimensión que tener en cuenta a la hora de construir espacios más inclusivos, funcionales y habitables para todas las personas.