Cultura

El libro lidera la recuperación de unas industrias culturales que han perdido el 4,7% de sus puestos de trabajo

Lectores en la Feria del Libro de Madrid, suspendida en 2020 y recuperada en 2021 con una edición otoñal.

No hay que ser muy observador para saber que la crisis del coronavirus ha afectado profundamente al sector de la cultura. Cines, salas de teatro y festivales funcionan con aforo limitado desde su reapertura hace ya más de un año, y otros negocios, como las salas de conciertos, ni siquiera han podido recuperar su funcionamiento habitual. Muchas de las cifras que pondrán medida a las pérdidas del sector aún no están disponibles, pero el Informe sobre el estado de la cultura de 2021, publicado como cada año por la Fundación Alternativas (think tank asociado al PSOE) da algún dato para delimitar sus contornos: el sector ha perdido el 4,7% de sus puestos de trabajo, según datos de la EPA del primer trimestre de 2021, en comparación con el año anterior. Los empleos por cuenta ajena han caído un 7,2%, mientras que aquellos por cuenta propia aumentaron un 1,7%, lo que suele ser indicio de una crisis económica (la gente se hace autónoma para paliar la pérdida del trabajo asalariado). Los contratos indefinidos cayeron un 4,5%, y los temporales, un 17,2%, dejando claro quiénes se han visto más afectados: aquellos cuya vida laboral estaba ya marcada por la intermitencia, con contratos numerosos y cortos, como suele pasar en los espectáculos en directo.

Aunque estos datos sean descorazonadores, el informe presentado el martes por Fundación Alternativas no se centra en lo negativo, sino que pone el foco en el único sector que parece haberse repuesto completamente del mazazo del covid: el sector editorial. Todavía no se ha publicado la información relativa al comercio interior y exterior del libro, que publica la Federación de Gremios de Editores (que suele publicarse en julio), pero la Fundación Alternativas aglutina de nuevo algunos datos. “Al cierre de 2020, distintos paneles de medición y consultoras diversas estimaron que el sector del libro terminaba con incrementos del 0,8 por ciento en cifras de comercio interior”, señalan en su capítulo Manuel Gil (director de la Feria del Libro de Madrid, que se celebra en estos días) y Manuel Ortuño. “Podemos afirmar que, en el caso de España, el libro ha tenido un comportamiento contracíclico estos últimos meses”. Esto ha hecho que las ventas del primer trimestre de 2021 superaran al mismo periodo de 2019, con 87 millones de euros recaudados por las librerías, según CEGAL, la asociación que las reúne. España solo habría perdido el 1% de su facturación (el 4% si se incluye al libro de texto) en 2020, según las cifras de la Federación de Editores Europeos. Esto contrasta con la caída de Francia (-2,7%, siendo un país mucho más lector que España), de Grecia (-9,4%) o de Portugal (-17%).

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Si esto resulta especialmente relevante no es solo por el valor cultural de los libros, sino porque el sector editorial es la principal industria cultural del país: en 2019 se embolsó 2.420 millones de euros, mientras que el cine recaudó 615 millones de euros; la música popular en directo, unos 382 millones, y las artes escénicas, 238 millones. Si Gil y Ortuño designan al libro como “buque insignia de la cultura española”, no lo hacen por capricho. Durante el 2020, además, crecieron esperanzadoramente los índices de lectura: quienes se identificaban como lectores frecuentes (leen varios días a la semana o casi todos los días) crecieron en 7 puntos, según la encuesta Hábitos de lectura y compra de Libros en España, de la Federación de Gremios de Editores. No hay cifras que nos permitan saber si este incremento —que sin duda tiene que ver con que otras formas de ocio no estuvieran disponibles— se ha mantenido en el tiempo. “Algunos de los cambios profundos que se han producido experimentarán un 'efecto rebote', es decir, se volverá a pautas de comportamiento habituales a las de la prepandemia, mientras que otros de estos cambios se instalarán también en el imaginario público”, dicen Gil y Ortuño. Entre estos últimos seguramente estará, dicen, la compra a través de Internet, ya frecuente antes de la crisis, pero reforzada por esta. Quedará saber, cuando se publiquen los datos recabados por los Gremios de Editores, qué parte del pastel se ha quedado Amazon, la gran sombra que tiñe los buenos datos del libro.

Es la mayor, pero no la única. El informa de la Fundación Alternativas advierte sobre la desigualdad con la que las distintas empresas del sector se han visto afectadas por la crisis. “Es oportuno pensar que las cadenas de librerías, con unos sistemas de comercio electrónico probado y eficiente, se han beneficiado mucho más que las librerías independientes”, aseguran Gil y Ortuño. Otra cuestión es la sostenibilidad, algo que se menciona desde el prólogo del documento, pero casi siempre de manera negativa. El sector del libro contamina, como casi cualquier industria, nos explican, pero además a menudo lo hace inutilmente: imprimiendo ejemplares que nunca serán leídos, transportándolos de la imprenta al almacén, del almacén a la librería, de la librería al lector (y, con el gran volumen de devoluciones, de la librería al almacén, del almacén a la trituradora). “La industria editorial no se ha puesto en marcha en la definición de estándares y protocolos para toda la cadena de valor”, admiten Gil y Ortuño en su capítulo. “Es cierto que existen casos ejemplares de editoriales que han adoptado prácticas y exigencias de producción en planes de sostenibilidad, pero no es suficiente: es necesario intentar avanzar en soluciones globales y articuladas”. El problema es que estas soluciones no parecen claras. Las que se sugieren en el documento pasan por certificaciones de “ecoedición” no solo en la procedencia y tratado del papel (algo que sí está implantado), sino en la sostenibilidad de las imprentas y del tratado posterior de los libros, ya sea en las librerías o en los almacenes.

El informe de Fundación Alternativas es famoso por poner nota cada año a la cultura española, a través de una encuesta que trasladan a expertos y creadores de distintos sectores. Normalmente, la organizacón obtiene un centenar de respuestas, que otorgan una nota a distintos aspectos del sistema de creación y producción. Este año hay una buena noticia y una mala. La buena: de media, el estado de la cultura española merece una nota de 5,28 sobre 10, la mejor en una década, que le permite además aprobar por tercer año consecutivo. Ahora la mala, que empaña completamente la buena: este año, Fundación Alternativas solo ha logrado recabar 54 respuestas, la mitad de la muestra habitual, por lo que advierten de que “el análisis puede comprender un sesgo significativo”. Además, explican los responsables del estudio, en estas circunstancias es difícil otorgar una única nota a todo el sector cultural, cuando este avanza a distintas marchas. “Las velocidades de adaptación a la realidad en el sector cultural no van parejas a las de otros”, explica Álvaro Fierro, responsable de la realización de la encuesta. “Por ejemplo, el subsector de las artes escénicas hoy en día sufre de múltiples restricciones que le impiden aumentar esa velocidad de adaptación a los nuevos tiempos. Por el contrario, aquellas disciplinas creativas que pivotan sobre la digitalización y basadas en las economías de escala son las que más impacto económico provocan, como el videojuego, el audiovisual o la generación de contenido digital”. ¿Análisis realista, optimismo de la voluntad o espejismo? Habrá que esperar a 2022 para saberlo.

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