Lecciones de vida

En estado de gracia

Carmelo Guillén Acosta

Editorial Renacimiento - Colección Calle del Aire (2021)

El camino creador de Carmelo Guillén Acosta (Sevilla, 1955) compiló estaciones en el volumen Aprendiendo a querer. Poesía (revisada) completa 1977-2007. No era el trazo final de su obra poética con cristalización definitiva, sino un momento de balance que atestiguaba la realidad perenne de una cosecha de aliento clásico y fuerte tejido humanista y ético. La propuesta lírica del sevillano prosigue ruta y suma a su itinerario La vida es lo secreto (2009), Las redenciones (2017) y En estado de gracia, libro impulsado por Renacimiento en el cierre de 2021.

Desde el título, la plenitud se hace material básico del poema. Más allá del ser transitorio, proclive por naturaleza a la erosión y la angustia, se asienta un entorno en el que se dibuja el quehacer cotidiano como un espacio vivo, proclive a percepciones y sugerencias, al dibujo de una mirada poética introspectiva y celebratoria. Desde el poema inicial Mira afanoso el mundo, el avance lírico deja sitio a una alteridad que testifica, que hace del estar búsqueda necesaria que justifica el tránsito: "Prolonga tus pupilas y, en posición paciente, / sujeto por tus dedos, a modo de ventosas, / aférrate a la vida, que es ese tu horizonte". Los sentidos dialogan con los elementos entornales, acumulan estampas, dan a las secuencias del discurrir un cúmulo de colores y formas hechos de mutaciones, con la perseverante certeza de, como en el legado fuerte de San Juan de la Cruz, de "dar a la caza alcance". Nadie puede prescindir del vuelo de la esperanza ni de la asunción de un destino, hecho de voluntad y aprendizaje.

También la mirada lírica indaga las rutas interiores del sujeto. No se trata de enunciar al completo el inventario cercano de las cosas sino de transcender lo aparente para percibir lo inefable. Sólo así será posible clarificar, en el fluir manso de lo cotidiano, el permeable sentido de lo existencial, la verdad contenida del ser en donde se revela el valor de cada cosa. Por esa imprescindible pulsión vital, germina una sensación de amanecida, una percepción de espera como si en cualquier instante se abriera una revelación de sentido: "Ante estas minucias, que son el día a día / de mi disposición a amar intensamente / este mundo, y que tiene su savia y su razón / de existir en un tiempo efímero y voluble; / o ante este prodigio de saberme quién soy".

Si la vida ordinaria muestra con frecuencia un relieve desajustado y caótico, como si en ella se hubiese instalado un magma perecedero, cuarteado de oquedades y aristas, corresponde a la identidad del yo "dar un carácter sagrado a la materia", reivindicar el asombro en aquello que tiene un epitelio minúsculo y corriente, para que sea una lección continua de lo creado, un relumbre que enaltezca su valor también en la humildad y en el silencio.  

Lo cotidiano descubre sus limitaciones al afán contemplativo. Las fisuras se muestran en la tarea de conocer como irremediables tributos concedidos a la fugacidad del tiempo; cada instante es un adiós continuo, un paso más hacia un horizonte crepuscular. Los ciclos estacionales se suceden, mudando sus estampas de placidez, su amarillo de mediodía por la grisura. Pero esos sitios conocidos, contagiados de sencillez y cercanía comportan un habitable espacio, hecho refugio y esperanza.

Todas las composiciones integradas en esta primera sección, tienen una textura íntima y meditativa, permeable a asumir la respiración pausada de la calle como latido propio. En el segundo grupo de poemas habita una razón de continuidad. Pero se complementa con un nuevo enfoque, donde se toma el pulso al amor, como "chispazo capaz de removernos las entrañas", una sensación que también ilumina el canto de animales y espacios naturales. Al cabo, el amor enardece cuanto toca, reclama una oscura fuerza. Descubre lo sagrado que el hombre cobija en sus entrañas, para darse por completo como lumbre encendida. También persiste, si el dolor se hace presencia y muestra sus estragos en el fragor diario, o si se oyen, en la zona umbría de las horas, los pasos ateridos de la muerte. Es un incansable mirador abierto, igual que muestra el poema Como un don: "Desde el amor se adquiere otro lenguaje, / otra forma de ver lo que antes eran / las insignificancias de este mundo; / que todo se descubre de otro modo, / como un don, sin que nada sea capaz / de parar esa dicha creadora."

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Carmelo Guillén Acosta cierra el libro En estado de gracia con un apartado compuesto por un único poema, Gratitud. Es una hermosa coda que sirve como síntesis de una propuesta celebratoria y conforme, al hilo de una tradición que desdeña el punto de fuga del ensimismamiento para ser testigo. La contemplación no duda en celebrar el entorno como un espacio de delicadeza y nitidez; impulsa a la voz poética como abrazo verbal entre el creador y la naturaleza. Da fe de una obra bien hecha, cuya sutil textura es razón poderosa para seguir al paso.

 

José Luis Morante es poeta y crítico, autor del libro de aforismos 'Planos cortos' (Trea, 2021).

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