La sanción a la red social X deja al descubierto la estrategia de Musk y EEUU contra la UE
“Vete a Marte. Allí no hay censura ni saludos nazis”, escribía en X el ministro de Asuntos Exteriores polaco, Radosław Sikorski, después de que la Unión Europea viviera otra noche de amenazas venidas desde EEUU, ese país que, pese a todo, la responsable de Exteriores de la UE, Kaja Kallas sigue calificando como el “principal aliado” del Viejo Continente. El destinatario del mensaje de Sikorski no era en este caso Donald Trump, sino su antiguo partner in crime Elon Musk, que también tuvo una noche movida en lo que respecta a su relación con la UE.
El magnate tecnológico se levantó con una noticia que no le hizo ninguna gracia. Los Veintisiete multaban a X con un monto total de 120 millones de euros por vulnerar la Ley de Servicios Digitales, la legislación que regula en Europa, entre otras, las plataformas de redes sociales. ¿Los motivos? En suma, tres: el primero tiene que ver con el famoso tick azul, que si antaño estaba reservado para las cuentas verificadas, desde la llegada de Musk todo el mundo puede acceder a él pagando un módico precio de unos 8 euros al mes. Para la UE, este cambio incumple sus normas, pues puede favorecer suplantaciones de identidad o fraudes de usuarios que se hacen pasar por personas que no son realmente.
El segundo y el tercer tirón de orejas de Europa vienen por dos cuestiones relacionadas con la falta de transparencia, algo sobre lo que la UE ha sido especialmente insistente con las plataformas de redes sociales. En el caso de X, la empresa no ha permitido a los investigadores europeos que accedan a sus datos públicos, algo obligatorio según la Ley de Servicios Digitales. Tampoco ha hecho lo propio con la publicidad, la cual, para la UE, adolece de falta de transparencia por no tener un registro de anunciantes con el fin de prevenir posibles estafas.
X se convertía así en la primera compañía en tener el dudoso honor de recibir, por parte de la UE, una multa de esas características. La reacción de su dueño fue de todo menos calmada. Desde el pasado fin de semana, la cuenta de X del magnate se ha convertido en una sucesión de publicaciones insultando, criticando y atacando a la UE, incluso llegando a pedir su “abolición”. Pero Musk fue mucho más allá. En un momento dado, el hombre más rico del mundo llegó a comparar a la UE con una suerte de “cuarto reich” que “adora al dios de la burocracia y está asfixiando al pueblo de Europa", para terminar pidiendo que la UE debe terminar tal y como la conocemos y devolver la soberanía a los Estados individualmente.
Sin embargo, el conflicto no se quedó ahí. Tras la multa, entraron en escena los antaño mejores amigos de Musk: los miembros de la Administración Trump. En sendos mensajes, el vicepresidente, JD Vance y el secretario de Estado, Marco Rubio, acusaban a los Veintisiete de “atacar” a empresas estadounidenses y, por consiguiente, hacerlo también a EEUU. Nada de esto es casualidad. Desde que los magnates de Silicon Valley escenificaron su apoyo a Trump en la toma de posesión, esas grandes tecnológicas se han convertido casi en una prolongación del Estado. “Se podría decir que estas empresas son el brazo ejecutor del imperialismo estadounidense con su soft power, pero sobre todo con sus algoritmos. Todo eso lo tiene muy claro la Administración trumpista, y de ahí esa defensa a ultranza”, comenta Jaime Caro, investigador sobre alt-rigth en la Universidad Autónoma de Madrid.
Un mundo sin ley
De hecho, ya la pasada semana, la estrategia de seguridad de EEUU dibujaba a los Veintisiete como un actor débil en riesgo de desaparición por una supuesta inmigración masiva y, una vez más, su burocracia. Pero ¿qué esconden realmente los ataques de Musk a Europa? ¿Por qué tanto él como la Administración Trump están desarrollando una ofensiva tan potente? “Ambos ataques están bastante relacionados. Tanto Musk como EEUU tienen un odio ideológico hacia la UE que no pueden ocultar. La ven como una suerte de ente progresista en medio de su deriva ultraconservadora y por eso están convencidos de que tienen que forzar un cambio en su seno para que responda a sus intereses, no solo en lo ideológico, sino también en cuanto a una regulación favorable”, explica Juan Francisco Albert, director de Al Descubierto y experto en movimientos de extrema derecha.
El asunto de la regulación, o mejor dicho, de la desregulación, es uno de los temas de fondo que mueven toda la ofensiva de Musk. A diferencia de en Estados Unidos, donde, señala Albert, primero se prueba algo y luego ya se legisla sobre ello, en Europa el enfoque es diferente. En el Viejo Continente, la regulación es mucho más conservadora, ya que se tiene que demostrar que algo no es dañino ni perjudicial antes de lanzarlo al mercado europeo. Uno de los casos más ilustrativos es el de los medicamentos, donde Europa es muchísimo menos permisiva y tiene muchos más controles que los estadounidenses.
Esa misma filosofía es la que ha seguido la UE a la hora de regular los aspectos digitales como las redes sociales o la inteligencia artificial. “Los Veintisiete han visto que la respuesta a fenómenos como el Brexit es regular y proteger a los ciudadanos y consumidores, garantizarles que están en un entorno seguro. Si, como en ese momento, desde la desinformación se va desfragmentando la unión, se corre el riesgo de que toda la comunidad pueda desaparecer”, enfatiza Leticia Rodríguez Fernández, profesora de Comunicación en la Universidad de Cádiz.
Para Caro, esa legislación sobre la IA es el punto que subyace a todos los ataques de Musk de esta semana. En 2023, los Veintisiete se convirtieron en los primeros en tener una normativa que regulara el uso de esta nueva tecnología. El reglamento imponía límites al uso de datos biométricos, obligaba a las empresas ser transparentes con los datos de entrenamiento y a informar al usuario de que está ante contenido creado por IA y, en suma, protegía a los europeos de los usos más peligrosos de la tecnología. Unas restricciones que no gustaron nada a las grandes tecnológicas estadounidenses, que desde el primer momento lanzaron una gran ofensiva en forma de lobbys y presiones que han terminado por doblar la resistencia de la UE.
Las concesiones de los Veintisiete han venido en buena medida en forma de prórrogas y moratorias para que las tecnológicas se adapten a las normas europeas, especialmente en los puntos más críticos. Una dinámica que parece no tener fin y que se combina con cesiones en algunos apartados. Muchos, incluso hablan de que la dureza que tenía en un principio la ley ha ido desinflándose, por ejemplo, en cuanto a la transparencia. “Quieren tener las mismas condiciones que en EEUU donde, para hacernos una idea, Trump ha anunciado una orden que busca impedir a los 50 estados que legislen a favor de regular la IA”, subraya Caro.
Una Europa desunida y manejable
Más allá de esas presiones en forma de lobby, Musk tiene algo mucho más poderoso: las redes sociales. Estas se han convertido ya en un agente político poderosísimo para influir en la ciudadanía, llegando incluso a determinar elecciones, como ya sucedió con Rumanía en 2024. “Las democracias modernas se están dando cuenta de que las redes son un foco de desinformación. Antes podíamos tener el enfoque de la libertad total, pero todos los informes que van saliendo defienden que sus algoritmos generan depresión, desánimo, radicalización, extremismo… todo eso las convierte en un elemento de desestabilización, pues dejan en manos de cuatro multimillonarios controlar qué ve la mayoría de la población en función de sus intereses”, comenta Albert. Por ese motivo, según el experto, si la UE quiere ser un ente geopolítico propio es fundamental que ese sistema regulatorio exista, para no permitir la injerencia extranjera de magnates como Musk.
En este punto, llegamos a otro de los caballos de batalla del hombre más rico del mundo, la soberanía individual o lo que muchos partidos de extrema derecha han venido a llamar la Europa de las Naciones. Cuando Musk dice en sus tuits que la UE debe ser abolida y que cada Estado debe tener su propia soberanía, su planteamiento no es inocente. “Si eso pasa, sucederán dos cosas: los países europeos tendrán menos fuerza desunidos, y además, él podrá negociar individualmente con cada uno sin tener que respetar el paraguas normativo europeo”, señala Albert.
Eso sería uno de los sueños de Musk, ya que sus intereses monetarios en el Viejo Continente son bien conocidos. “Europa es un mercado en el que Musk tiene puesto el ojo desde hace tiempo. Sus consumidores son muy valiosos para poder diversificar su empresa más allá de EEUU. El volumen de usuarios es muy alto, es un mercado estable y con un gran apoyo político. Por ejemplo, el mercado asiático él lo percibe como mucho más inestable”, insiste Rodríguez Fernández, que igualmente enfatiza que no solo es ese volumen de negocio de esos consumidores sino, sobre todo, los datos de todos ellos.
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Pero el verdadero interés de Musk no se circunscribe a X sino que incluye sus otras empresas. “Usa la red social como puerta de entrada para llegar a países donde luego pueda ofrecer otros servicios”, continúa la profesora. En ese sentido, el más potente de ellos es el llamado Starlink, una empresa proveedora de internet mediante satélites propiedad del magnate. “Lo que mejor tiene la UE, incluso mejor que EEUU, es una infraestructura digital muy potente y muy desarrollada, en su mayoría pública. Lo que quieren EEUU y este tipo de megaempresas es precisamente parasitar esa red para usarla en su propio beneficio”, asegura Caro.
De hecho, recuerda, es algo que ya sucedió al poco tiempo de que Trump pisara la Casa Blanca: “Cuando Musk habla con Giorgia Meloni para que Italia deje el programa Iris 2.0, público y europeo, y compre Starlink, lo que está haciendo es convencer a una primera ministra para usar una infraestructura de la UE en su propio beneficio”. En la nueva doctrina de seguridad nacional trumpista, esta estrategia aparece muy clara: acercarse a Gobiernos como el de Meloni, extremistas y más proclives a EEUU, para penetrar más y más en Europa.
En ese momento clave están los Veintisiete, que deben elegir cómo encarar el tsunami que se le viene. En el aspecto geopolítico su posición es ya crítica, con su papel mínimo en la resolución de la guerra de Ucrania y en la negociación de los aranceles, pero es también en sus reglas internas, donde se la juega Europa. “La cuestión quizás no es que haya una regulación o una desregulación, es si esta será más o menos laxa. Ahora, la UE tiene que demostrar que va en serio y que esto no es solo una advertencia. Debe mantenerse firme para que las tecnológicas se adapten realmente al entorno europeo y modifiquen su forma de actuar”, zanja Rodríguez Fernández