Sobre la vida presente y la memoria de esa vida

Veinte años de Sol

Eva Cruz

AdN 2022

No es el tremendismo de su historia lo que hace buena una novela. Tampoco su extensión, la celebridad de su autor o la publicidad de la que se beneficie. Lo que hace buena una novela es la calidad de su escritura. Solo la escritura hace interesantes las historias, creíbles sus personajes, escenas y diálogos, adictiva su lectura. Y en mi opinión, generalmente pejiguera, la filóloga y guionista Eva Cruz ha conseguido una excelente primera novela con Veinte años de Sol. Una de esas que anuncian un estilo propio.

Criada en una familia de periodistas y un ambiente de pasión por la cultura, Eva Cruz demuestra con esta opera prima que escribe muy bien. Con buen ritmo y una prosa rica y madura a la par que clara y directa. Con frases tan bien cinceladas como estas sobre la demolición de La Pagoda de Fisac: "Ella estaba en Londres. Compró el periódico español un domingo y vio unas fotos: gente en camiseta alrededor del proyecto de ruina, las puntas de la cubierta destripadas, asomando los cables y los feos materiales de aislamiento, como un juguete mordido por un perro". O estas sobre los movimientos de una de las protagonistas en un casorio: "Al tiempo que busca a Zarza piensa en los hombres que hay en la boda. Estará Iván, como siempre, pero se juramenta que esta vez no acabará la noche con él, aunque sabe que sí y que jura en falso". O como lo que le espeta Matilde a Sol: "No es posible que no te enteres de qué hace tu marido con tu dinero. Es tu puto dinero, Sol, el mismo del que llevas disfrutando toda tu vida como si oliera mal, despreciando a todos por preocuparnos por él como si tú fueras pura y limpia y los demás tuviéramos el sucio vicio de ganárnoslo".

Veinte años de Sol es la historia de una amistad femenina, la de Sol, hija única de un poderoso promotor inmobiliario de Madrid, y Matilde, de más humilde extracción. También es la historia de la relación de las dos amigas con el padre de Sol, el multimillonario del ladrillo Eduardo Zarza, una figura edípica para ambas. Y puede leerse asimismo como el retrato de toda una generación: los hijos de las clases medias españolas nacidos en los años 1970, crecidos en un país que ya no gobernaba un tipo tan siniestro como Franco y se jactaba de ser una democracia ejemplar y una economía envidiable. Jóvenes a los que se predicó que el Mayo del 68 de la generación anterior era un sueño trasnochado, que tenían que disfrutar sin remordimientos del capitalismo triunfante, que la frivolidad, el narcisismo y el consumismo eran las únicas aventuras posibles, placeres al alcance del teléfono móvil y la tarjeta de crédito.

Eva Cruz lo cuenta todo con mucha honestidad y como debe hacerse: no con parrafadas inoportunas, sino a través de los hechos y los diálogos. De esta guisa, la natural, recorremos los alegres tiempos de la especulación financiera e inmobiliaria, el castañazo universal de 2008 y el sombrío período de la pandemia del covid. Llegamos así a un momento, el presente, en que males del alma como la angustia, la depresión, la obsesión, la anorexia o la bulimia pueden ser corregidos injertando en la cabeza minúsculos dispositivos neuronales. Unos cuantos miles de euros gastados en una modernísima clínica privada pueden borrarte los malos recuerdos.

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Estamos ante un libro sobre la vida presente y la memoria de esa vida. Una novela dura en el guante de seda de una prosa elegante. Una historia con un rayo de esperanza: a todos siempre nos quedará La Gomera, a cada cual su particular La Gomera.

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* Javier Valenzuela es periodista y columnista de infoLibre

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