Un barrio del extrarradio de Madrid en los años 60, el mejor patio de mi vida

Ángel Rufo Cerezo

Todo empezó al poco de nacer. Nací al inicio del verano, para no perderme el calor del mejor periodo del año. Era domingo, para no tener prisa. Por la tarde, después de la siesta, para estar preparado para la noche de San Juan. Allí, en mi barrio, la hoguera de San Juan era todo un acontecimiento entre los vecinos.

De bebé disfrutaba de la calle, de la explanada donde años después jugaría al futbol, a la comba, al escondite inglés, a la lima, al burro y otros muchos juegos que nos inventábamos. Así, se convirtió en el patio del recreo de mí infancia, un barrio del extrarradio de Madrid en la década de los sesenta del siglo pasado, donde todo era de arena y las chicas y chicos jugábamos en cuanto salíamos del colegio. Corriendo tirábamos las carteras y, sin llegar a casa, nos poníamos a jugar

Era un espacio abierto, donde improvisábamos partidos de fútbol. Las porterías las preparábamos con dos piedras, que marcaban los extremos y que servían de orientación para definir si había sido gol o fuera, todo a ojo. ¡Ha sido un tiro alto! ¡No ha sido gol! Entrabamos en continuas discusiones hasta llegar al consenso.

Volvimos muchas veces, pero ninguna fue como el primer verano en Bajo de Guía

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Los días de lluvia se separaba ese espacio arenoso en dos partes de manera clara y contundente por el arroyo que se formaba, que a veces era tan ancho que tenían que poner tablones para cruzarlo. Para nosotros era otro momento de grata actividad, hacíamos charcas, pequeñas presas donde intentábamos contener el agua. Había veces que lo conseguíamos y otras la fuerza del riachuelo acababa con nuestra construcción, a pesar del esfuerzo creativo y de ingeniería que realizábamos.

También recuerdo como aprendía a montar en bicicleta tirándome por la cuesta, todo un atrevimiento de infancia, pues las caídas eran continuas, raspones y pantalones rotos. Los arañazos en rodillas, codos y palma de las manos eran perennes como las hojas de algunos árboles.

Ese era el patio de mi recreo al que ansiaba llegar cada día y que disfrutábamos mas tiempo que en ningún otro lugar.

Todo empezó al poco de nacer. Nací al inicio del verano, para no perderme el calor del mejor periodo del año. Era domingo, para no tener prisa. Por la tarde, después de la siesta, para estar preparado para la noche de San Juan. Allí, en mi barrio, la hoguera de San Juan era todo un acontecimiento entre los vecinos.

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