Emiratos fichó a un abogado de Hollywood para la batalla mediática contra la princesa Latifa y una joven prisionera

Yann Philippin / Antton Rouget / Clément Fayol / Antoine Harari (Mediapart) / Ammar Almamoun (Daraj Media)

Esta es la historia de dos mujeres. Dos ciudadanas de Emiratos Árabes Unidos que, en apariencia, no tienen nada en común. La primera, Latifa Al Maktum, es una de las hijas del jeque Mohamed Al Maktum, emir de Dubái y primer ministro de los Emiratos. La segunda, Mariam Al Balushi, es una estudiante de Sharjah, el emirato vecino.

Ambas mujeres han sufrido una de las lacras de esta autocracia del Golfo: la detención arbitraria. La historia de Latifa Al Maktum conmocionó al mundo cuando intentó huir de su país, para ser luego interceptada a bordo de un yate y secuestrada en una villa por su padre, el emir. Mariam Al Balushi lleva ocho años languideciendo en prisión, primero por unos dudosos cargos de terrorismo y después por atreverse a denunciar sus condiciones de detención.

La princesa cautiva y la simple reclusa tienen otra cosa en común: han estado en el punto de mira de los servicios secretos emiratíes, lo que demuestra la incomodidad de Abu Dabi por la cobertura negativa de sus historias en la prensa y en las redes sociales para la imagen del país. Estas son las conclusiones de una nueva entrega de la investigación Abu Dhabi Secrets, basada en documentos confidenciales obtenidos por Mediapart y compartidos con la red de medios European Investigative Collaborations (EIC), a la que pertenece infoLibre.

El jeque Matar, el espía emiratí en el centro de la investigación de EIC, ha coordinado varias operaciones en Europa. Cribando sus correos electrónicos cifrados, EIC descubrió que el agente Matar fue asesorado sobre las dos prisioneras por una estrella de la abogacía británica, Paul Tweed.

Aunque sus relaciones con los servicios secretos emiratíes eran hasta ahora secretas, Tweed representa ahora oficialmente a personalidades muy próximas al régimen, como el lobista Ghanem Nusseibeh, dueño de la consultora londinense londinense Cornerstone Global Associates y el exdignatario palestino Mohamed Dahlan.

Este abogado norirlandés, especialista en demandas por difamación para gestionar la reputación de sus clientes, es uno de los más temidos y célebres del mundo. Paul Tweed ha demandado a los medios de comunicación en nombre de un impresionante elenco de estrellas, entre ellas Jennifer López, Harrison Ford, Nicolas Cage, Justin Timberlake y Britney Spears.

Paul Tweed ha declinado comentar su relación con el jeque Matar. No quiso confirmar ni desmentir que el agente secreto fuera su cliente.

Los correos electrónicos a los que ha tenido acceso EIC sugieren que asesoró al agente Matar sobre una estrategia agresiva que debía aplicarse a la princesa Latifa. También muestran que se enfrentó a Facebook y Twitter para que retiraran cinco contenidos relacionados con la prisionera Mariam Al Balushi, aprovechando que los medios de comunicación ilustraban artículos sobre ella con fotos de una mujer con el mismo nombre.

Esta avalancha de recursos utilizados contra una simple estudiante totalmente desconocida fuera del mundo árabe muestra hasta qué punto Emiratos quiere que la comunidad internacional se olvide de sus presos políticos –41 opositores siguen detenidos tras cumplir sus penas, según Amnistía Internacional–, pero también de la discriminación de las mujeres, que persiste pese a los más recientes avances. Lo que incluye a la familia real de Dubái, donde cuatro princesas han intentado fugarse, algunas con éxito.

La huida de la princesa

La más famosa es la jequesa Latifa, una de las decenas de hijos del emir Mohamed Al Maktum. Su historia, relatada extensamente en una reciente investigación de la revista estadounidense The New Yorker, es desgarradora. Según su testimonio, fue entregada a una de sus tías al nacer porque no tenía hijos propios. De niña fue testigo del intento de fuga de su hermana, pero también, según ella, de la violencia de su padre, que supuestamente golpeó a una de sus hermanas por interrumpirle. Los abogados del emir lo negaron a The New Yorker.

La princesa Latifa intentó fugarse por primera vez a los 16 años. Fue condenada a 13 meses de prisión. Volvió a intentarlo a los 32 años, con la ayuda de su amiga y profesora de capoeira, la finlandesa Tiina Jauhiainen. Las dos mujeres consiguieron llegar a un yate y zarpar. Pero el barco fue asaltado frente a la costa de la India por un comando del ejército indio. La princesa Latifa fue drogada y llevada de vuelta a Dubái.

Ante la presión internacional, las autoridades tuvieron que proporcionar pruebas de vida. En diciembre de 2018, se organizó un almuerzo, cuyas fotos fueron difundidas por el Gobierno, entre la princesa y Mary Robinson, expresidenta de Irlanda y ex alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos. Ella declaró que la princesa Latifa era una mujer “vulnerable” y sugirió que había actuado influenciada.

Pero en 2021 la BBC reveló que la princesa había permanecido cautiva en una villa de Dubái durante tres años. Latifa Al Maktum había conseguido un teléfono con el que se comunicaba con su Tiina Jauhiainen. Los vídeos que le envió son terribles: “Soy una rehén, esta villa se ha convertido en una prisión”, dice. Estoy confinada sola. [...] No sé cuándo me liberarán. [...] Me preocupo cada día por mi seguridad y mi vida".

El escándalo es de alcance mundial. Mary Robinson tiene que explicar el montaje de 2018. Dice que fue “horriblemente engañada” por uno de los médicos de Latifa y una tía, que supuestamente le mintieron diciendo que la princesa sufría un trastorno bipolar y que no se debían tratar temas difíciles con ella para no “agravar su trauma”.

Fue entonces cuando el abogado británico Paul Tweed entró en escena. Angustiado por esta secuencia mediática, catastrófica para la imagen de Emiratos, escribió al agente secreto Matar el 1 de marzo de 2021 para proponerle, tras su “conversación de la semana pasada”, un plan de combate para hacer frente a la “cobertura mediática cada vez más hostil de la polémica en torno a la princesa Latifa”.

Tweed sugiere que los comentarios de Mary Robinson han sido ampliamente difundidos en los medios irlandeses, y que hay que atajar el problema, aprovechando la influencia del emir de Dubái en el país, donde posee una yeguada y una enorme cartera inmobiliaria. “La poderosa red del jeque Mohamed [Al Maktum] le permitiría aprovecharse de las favorables leyes irlandesas sobre difamación y privacidad”, escribe el abogado.

Tres semanas después, Tweed sugiere al espía emiratí que, si en algún momento un médico diagnosticara realmente a la princesa como bipolar, podría demandar por difamación a Mary Robinson y al periódico que había publicado esas declaraciones, lo que resultaría “muy eficaz” para disuadir a otros medios. “Es sólo una idea”, concluye.

El abogado también aconseja al agente Matar que investigue a Tiina Jauhiainen: la amiga que ayudó a Latifa a escapar está “buscando agresivamente la atención de los medios, y debemos asegurarnos de que es tan desinteresada como dice ser. Lo mismo puede decirse de uno de los abogados que defienden a la princesa”.

No es posible saber si el plan se llevó a cabo. En cualquier caso, no parece que se haya presentado ninguna denuncia contra Mary Robinson. EIC le ha preguntado, pero ella no ha respondido.

Si Paul Tweed recomienda una fuerte reacción, es también, según explica al agente Matar, porque el escándalo está obstaculizando su trabajo: “Esto está teniendo un efecto extremadamente perjudicial, no sólo para el jeque Mohamed, sino también para el trabajo que he emprendido sobre otros temas vinculados a los Emiratos Árabes Unidos y, en particular, el asunto Al Balooshi”.

Este apellido árabe, muy común en los Emiratos, puede escribirse de varias maneras en inglés, entre ellas Al-Balooshi o Al Balushi. Como se comprobará más adelante, se trata de un detalle importante.

Cinco años por terrorismo

El 18 de febrero de 2021, dos días después de la primicia de BCC sobre la princesa Latifa, Paul Tweed, como abogado de una emiratí llamada Mariam Al Balooshi, pidió a Facebook que eliminara tres publicaciones. Poco después, hizo la misma petición a Twitter en relación con dos tuits. Todos estos mensajes, en árabe, hacían referencia al llamamiento de la ONU para que se pusiera en libertad a Mariam Al Balooshi, detenida arbitrariamente en Abu Dabi pese a haber cumplido su condena.

En cartas posteriores enviadas a los dos gigantes de las redes sociales, Tweed expresa su indignación: “Mi cliente es víctima de una acusación políticamente fabricada de que está encarcelada en los Emiratos Árabes Unidos. Esto es completamente falso”. Su cliente está dispuesta a aportar pruebas de que “no está ni ha estado encarcelada”, insiste.

Sin embargo, las autoridades emiratíes han confirmado oficialmente que la joven está en prisión.

¿Cuál es la explicación de esta paradoja? Hay dos Mariam Al Balooshi.

La primera, cuyo apellido escriben la ONU y las ONG árabes de derechos humanos como Al Balushi, vivía en Sharjah, uno de los siete emiratos que componen el país. En 2015, cuando tenía 19 años y cursaba el último año de bachillerato, entregó 600 dólares a una familia siria, según ella por razones puramente humanitarias. Pero las autoridades dijeron que eran terroristas. Fue detenida, condenada a cinco años de prisión y recluida en la prisión central de Al Wathba, en Abu Dabi, un establecimiento de siniestra reputación.

En cartas y grabaciones de audio que consiguió hacer llegar a las ONG, relata que fue “golpeada, humillada y torturada”. También describe las condiciones de detención en Al Wathba: carne servida cruda, prisioneros hacinados en celdas, reclusos enfermos de cáncer a los que sólo se les dan analgésicos. “Vengan y véanlo ustedes mismos, por favor”, suplica.

Tres relatores especiales de la ONU la apoyaron en 2019 y preguntaron al Gobierno emiratí, que negó las acusaciones. La prestigiosa ONG Human Rights Watch intervino a su vez en marzo de 2020 después de que Mariam Al Balushi iniciara una huelga de hambre e intentara suicidarse cortándose las venas. En enero de 2021, el grupo de trabajo ad hoc de la ONU consideró oficialmente que su detención había sido “arbitraria”. Mariam Al Balushi fue entonces condenada a otros tres años de prisión por alteración del orden público y difusión de noticias falsas, en represalia por haber alertado públicamente a las autoridades sobre su caso.

La ingeniera y escritora Al Balooshi

A diferencia de muchos otros presos emiratíes, Mariam Al Balushi ha atraído la atención de la prensa árabe. Pero es un símbolo sin rostro. No se ha publicado ninguna foto suya. Tras su intento de suicidio, varios medios de comunicación, entre ellos la cadena catarí Al Yazira y el sitio web egipcio Rassd, ilustraron probablemente por error sus artículos y tuits con la foto de otra persona: su tocaya Mariam Al Balooshi, a la que el abogado Paul Tweed representa contra Facebook y Twitter, en relación con el agente Matar. En inglés, su nombre suele escribirse Mariam Al Balooshi. Y es todo lo contrario que la estudiante encarcelada. Se trata de una polifacética alta funcionaria de Dubái, protegida por el régimen y cuya actividad ha sido ampliamente cubierta por los medios de comunicación; parece un anuncio viviente. Una excepción destinada a demostrar que las mujeres pueden triunfar en los Emiratos.

Tras licenciarse en ingeniería, se incorporó al departamento de medio ambiente de la Autoridad de Aviación Civil de Dubái, convirtiéndose en su directora con sólo 30 años. También es negociadora estatal jefe de Medio Ambiente y Cambio Climático en Aviación Civil, asesora medioambiental de la Compañía Nacional de Petróleo de los Emiratos y ha representado al Gobierno en numerosas conferencias.

Mariam Al Balooshi es además columnista y escritora, y sus libros son promocionados regularmente por las autoridades. También es artista de la caligrafía árabe. Y ha tenido el honor de trabajar con el joyero francés Van Cleef & Arpels, al que fue recomendada por la hija mayor del Emir de Dubái. “Estoy orgullosa de mi país y mi país está orgulloso de mí”, proclama esta patriota, que en sus entrevistas elogia el papel “pionero” de los Emiratos y sus dirigentes.

Fue así como Paul Tweed pudo acercarse a Facebook y Twitter, gracias a que los medios de comunicación ilustraron sus artículos sobre la presa Mariam Al Balushi con fotos de su cliente, una “artista y alta funcionaria” que “no está ni ha estado encarcelada”.

Al principio, el planteamiento no funcionó. El 12 de marzo de 2021, Facebook y Twitter respondieron que, de los cinco artículos en cuestión, tres ya habían sido retirados por sus autores. Sólo quedaban un tuit y una publicación de Facebook, que las dos empresas se negaron a retirar. Pero la lucha continuó, con la apertura de un procedimiento ante un tribunal de Dublín.

El abogado británico discute entonces la estrategia con el agente Matar. Paul Tweed también reenvió al espía varios correos electrónicos que antes había mandado a la alta funcionaria, pese a que están amparados por la confidencialidad de la correspondencia entre abogado y cliente.

El 4 de abril de 2021, Paul Tweed comunicó al agente Matar que había conseguido evitar que los medios de comunicación se hicieran eco del caso, y sugirió que “el cliente debería esperar antes de preparar vídeos”. El abogado informa de que una productora se ha puesto en contacto con él para realizar un documental en Netflix sobre su trabajo contra los “gigantes de las redes sociales”. Los productores “estarían muy interesados en incluir casos que sugieran un sesgo político, como el de Al Balooshi, [...] pero, por supuesto, no asumiré ningún compromiso sin su acuerdo”, concluye.

A preguntas de EIC, Paul Tweed se negó a comentar los hechos debido a sus obligaciones de “confidencialidad”, especialmente en lo que respecta a su relación con el agente Matar. “Representé con éxito a Mariam Al Balooshi (que nunca fue encarcelada). Recibí instrucciones directamente de ella”, añadió el abogado, quien afirma que representó a sus clientes “en pleno cumplimiento de [sus] muy estrictas obligaciones reglamentarias y con la máxima integridad profesional”.

Cuando se contactó con Mariam Al Balooshi, ésta no respondió. “Dada la naturaleza poco profesional y parcial de sus preguntas, así como los diversos artículos infundados y negativos promovidos por sus medios de comunicación, no tiene sentido responder”, ha contestado por su parte un portavoz del Gobierno emiratí.

Facebook y Twitter tampoco han contestado a las preguntas de EIC, por lo que se desconoce el resultado de la batalla legal para que retiraran los dos últimos contenidos cuestionados por Paul Tweed. El post de Facebook ha sido despublicado, pero no se sabe quién lo hizo. Sin embargo, el tuit sobre la estudiante encarcelada, ilustrada con el rostro de la artista y alta funcionaria, sigue en línea.

Sin pistas de la estudiante prisionera, la princesa está libre

Al final, la estudiante y la princesa tuvieron dos destinos diferentes.

El 9 de noviembre de 2022, circuló el rumor de que a Mariam Al Balushi le habían ofrecido un trato: a cambio de su liberación, debía negar sus declaraciones anteriores sobre sus condiciones de detención y criticar a las organizaciones de derechos humanos. EIC no ha podido averiguar si esa oferta se hizo realmente, ni si la estudiante, que ahora tiene 27 años, la aceptó. De hecho, no se ha vuelta a saber de ella. Las ONG que la apoyaban no tienen noticias de Al Balushi desde hace dos años.

En cambio, el caso de la princesa Latifa Al Maktum parece haberse resuelto amistosamente. Desde mayo de 2021, tres meses después de que se difundieran los vídeos de su cautiverio en la villa, amigos y familiares publicaron fotos de ella en las redes sociales, en restaurantes de Dubái y en el aeropuerto de Barajas, en Madrid.

El 18 de febrero de 2022, Michelle Bachelet, la actual alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos y expresidenta de Chile, publicó en Twitter una foto suya con la princesa Latifa delante de una estación de metro de París.

La reunión se había celebrado cuatro meses antes, primero en compañía de su abogado británico, Niri Shan, y después cara a cara. “Latifa comunicó a la alta comisionada que se encontraba bien y que deseaba que se respetara su intimidad”, declaró la oficina de Michelle Bachelet, que no respondió a las preguntas de EIC. Al día siguiente, Shan emitió un comunicado de contenido prácticamente idéntico, afirmando que a Latifa le “gustaría que los medios de comunicación la dejaran en paz”. Contactado por EIC, comunicó el mismo mensaje. A partir de ahora, Latifa Al Maktum sólo hablará a través de su abogado.

Además, Latifa ha cortado completamente los lazos con Tiina Jauhiainen, la amiga finlandesa que la ayudó a escapar y luego luchó durante años por su liberación. “Para mí está claro que hizo un trato. Se derrumbando”, declaró Jauhiainen a The New Yorker, que publicó el 8 de mayo una larga investigación sobre la princesa.

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La periodista de The New Yorker había solicitado una entrevista con Latifa Al Maktum al despacho de Niri Shan. El día que se le notificó la negativa, apareció una cuenta de Instagram a nombre de la princesa, con una foto suya en Austria y este mensaje: “Recientemente he tenido conocimiento de peticiones de medios de comunicación para un artículo que pone en duda mi libertad por no haber hablado públicamente de lo sucedido. [...] Puedo entender que, desde fuera, ver que alguien tan sincera como yo [...] opta por delegar su palabra en otra persona, sobre todo después de todo lo que ha pasado, parece dar la impresión de que estoy siendo controlada. Soy totalmente libre y llevo una vida independiente”.

La escena se ha repetido durante la investigación de EIC. El jueves 13 de julio, tres días después de que se le enviara una serie de preguntas a Niri Shan, la cuenta de Instragram de Latifa Al Maktum publicó fotos de la capital noruega con el mensaje “Descubriendo Oslo”. Pero esta vez, el rostro de Latifa Al Maktum no aparece en las imágenes.

La antigua princesa rebelde no volverá a poner en aprietos a su padre, el poderoso emir Mohamed Al Maktum.

Esta es la historia de dos mujeres. Dos ciudadanas de Emiratos Árabes Unidos que, en apariencia, no tienen nada en común. La primera, Latifa Al Maktum, es una de las hijas del jeque Mohamed Al Maktum, emir de Dubái y primer ministro de los Emiratos. La segunda, Mariam Al Balushi, es una estudiante de Sharjah, el emirato vecino.

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