CRISIS DE PRECIOS

Las mejores cifras de PIB e inflación protegen a España de unos tipos de interés que seguirán al alza en 2024

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, en el 25º aniversario del Banco Central Europeo.

El mensaje que han transmitido los banqueros centrales reunidos en su cita anual de Jackson Hole (Wyoming, Estados Unidos) no ha sorprendido a nadie: los tipos de interés se mantendrán e incluso seguirán subiendo durante el tiempo que haga falta, porque el objetivo que tienen encomendado, contener la inflación, no se ha alcanzado aún. En septiembre, el BCE tendrá que decidir cómo de contundente será la próxima subida. Por su parte, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, sólo concedió que Estados Unidos procederá “con cautela [carefully]”.

En Estados Unidos, los tipos de interés están en el 5,5%, los más altos de los últimos 22 años. En la zona euro, en el 4,25%, récord desde 2008. El efecto inevitable de un dinero tan caro es la ralentización económica, cuando no la recesión. Y ése es el riesgo que corren los bancos centrales: pasarse de frenada y ahogar la actividad económica en su afán por contener los precios. De momento, lo que parece claro es que, independientemente de la intensidad de las próximas subidas, los tipos de interés en máximos se van a mantener en el tiempo. Por lo menos hasta mediados de 2024, como prevé Raymond Torres, analista de Funcas, el centro de estudios de las cajas de ahorro, o incluso hasta finales de ese año, según adelanta María Romero, socia directora de Economía de la consultora Analistas Financieros Internacionales (AFI).

No obstante, España parece afrontar la amenaza sobre su crecimiento económico mejor pertrechada que sus vecinos europeos. Sorprendentemente: “En otras crisis hemos sido los más afectados, ahora se está invirtiendo la lógica y no nos está yendo tan mal como a otros”, resume Torres. La inflación española sigue siendo de las más bajas de la zona euro –el IPC armonizado se situó en el 2,1% en julio–; sólo en Bélgica –1,7%– y Luxemburgo –2%– es menor. Mientras que en Alemania aún se mantiene en el 6,5%, en Italia en el 6,3%, en Francia en el 5,1% o en Países Bajos en el 5,3%. La inflación en Reino Unido es incluso superior: un 6,8%.

También el crecimiento del PIB español se sostiene, pese a la desaceleración que está sufriendo este año. En el segundo trimestre, la tasa interanual alcanzó el 1,8% en España, mientras que la de Alemania se contrajo una décima tras entrar en recesión técnica –dos trimestres seguidos con tasas negativas, -0,5% y -0,3%, y terminar plano el último–. Además, el tercer trimestre “pinta feo” para la economía alemana, advierte María Romero. En lo que es un estupendo resumen de los efectos que una subida de tipos produce en la economía de un país, el Bundesbank avisó hace sólo unos días de la “fase de debilidad” que atraviesa el que hasta ahora ha funcionado como motor de la economía europea. “Se espera que la producción industrial se estanque en el tercer trimestre”, adelanta en su último informe mensual, una flaqueza que puede terminar trasladándose al crecimiento económico nacional. Aunque el consumo privado sostiene la economía, explica el banco central alemán, la débil demanda exterior y el aumento de los costes de financiación –consecuencia del alza de los tipos de interés– están deprimiendo la demanda de la construcción y las inversiones, además de frenar la concesión de préstamos, sobre todo de hipotecas, y de créditos a las empresas.

Los números no son mucho mejores en Reino Unido, donde el PIB no creció más que el 0,4%% interanual, mientras que en Francia se quedó en el 0,9%. Sólo Italia supera a España, y sólo por una décima. El enfriamiento de la economía mundial es, pues, un hecho, del que la OCDE culpa a la inflación, la guerra de Ucrania y las tensiones geopolíticas en Asia. En el segundo trimestre, los 38 países que integran la organización han crecido de media sólo cuatro décimas, una menos que en el primero.

En todo caso, las previsiones económicas para España son más optimistas que para sus vecinos. Según los cálculos de AFI, la economía nacional terminará este año con un crecimiento medio anual del 2,2%, pese a la evidente ralentización respecto a 2022, cuando acabó con una tasa del 5,5%. La misma cifra apunta Funcas. Para Alemania, en cambio, el ejercicio terminará con un alza del PIB de sólo dos décimas y Reino Unido puede que se contraiga en esa misma medida. Francia e Italia estarán por debajo del crecimiento español –0,7% y 1,2%–. Para 2024, AFI prevé que España mejore su PIB un 1,6%; Funcas calcula un 2%. Ese porcentaje dobla la previsión para el Reino Unido y supera la del resto de los grandes de la UE.

Gracias al turismo, el consumo y las exportaciones

Y es que, con lo que ha crecido España el año pasado y los dos primeros trimestres de este ejercicio, el freno que muy posiblemente sufrirá en este tercer trimestre, y quién sabe si en el cuarto, quedarán amortiguados. En ese pronóstico coincide María Romero con el economista Javier Santacruz, quien atribuye a los “ingresos disparados” del turismo en los tres primeros meses de 2023 el papel de “salvavidas” del PIB. También las exportaciones agroalimentarias, con precios galácticos, sostendrán parte del crecimiento económico español en los próximos trimestres, augura Santacruz.

Torres considera que, si España está “aguantando mejor” que otros países el embate de los altos tipos de interés es por el consumo, aupado por una recuperación parcial de poder adquisitivo que se está gastando en servicios antes que en bienes industriales y por la competitividad de las exportaciones; también por una “desinflación más pronunciada” que en otros países.

Esa inflación, por cierto, experimentará un cierto repunte en lo que queda de año, una vez se acabe el efecto base de las elevadas tasas de 2022, por lo que puede terminar hasta en el 4,1% si Funcas acierta en sus cálculos. Aun así, el IPC español será todavía inferior a la inflación prevista para Alemania –6,8%–, Reino Unido –6,7%–, Italia –6,1%– y Francia –5,5%–. Se trata de unas tasas aún muy por encima del objetivo declarado por el BCE del 2%, por tanto. Sin embargo, Javier Santacruz cree que la de septiembre será la última subida de tipos que aprobará Christine Lagarde, y que no superará los 0,25 puntos. “Sólo si el BCE advierte un riesgo de que en las grandes economías la recesión técnica se convierta en una recesión profunda, optará por prolongar las subidas de tipos”, añade. “Ahora ya nos parece aceptable implícitamente que la inflación esté en el 4% o 5%”, esgrime como motivo. En esa proporción han crecido, de hecho, los salarios, y si los márgenes empresariales les imitan, “ese nivel de inflación no es preocupante, se ve como aceptable”.

Raymond Torres, por su parte, espera en que los tipos no suban más desde mediados de 2024, porque cree que ya están cerca de provocar una recesión en Europa. “Dependiendo de cómo se comporten los salarios y los márgenes empresariales entonces, se podría iniciar una senda de normalización”, aventura.

Industria a la baja

No obstante, y al contrario de unos servicios que siguen en buena forma, la industria española sí que se está resintiendo. No creció en el segundo trimestre del año mientras perdía 64.500 empleos. La cartera de pedidos se hundió un 9,7% en julio. El PMI (Índice de Gestores de Compras), que permite anticipar el comportamiento de la industria midiendo pedidos y precios y empleo, lleva tres meses de caídas. El indicador de confianza industrial se redujo un 9,6% en julio. El contagio del constipado de la economía alemana, que atraviesa una reestructuración de su sistema productivo, apunta Raymond Torres, tiene mucho que ver con estos malos datos.

También el sector inmobiliario, especialmente sensible a los tipos de interés, está notando las subidas, pero María Romero cree que el suyo es un comportamiento “previsible” y mejor que el que está teniendo en otros países europeos, por lo que AFI no espera un “ajuste brutal en las transacciones”.

Efectos de segunda ronda y alimentos

Otro de los temores largamente mencionados a propósito de la inflación y de las medidas para atajarla es el bucle entre precios y salarios, los conocidos como efectos de segunda ronda. El pasado mayo sindicatos y patronal firmaron finalmente el acuerdo marco de salarios hasta 2025, con una subida del 4% para este año y del 3% para los dos siguientes. Un alza que ha llegado con retraso respecto del aumento de los precios. “En 2022 fueron los trabajadores quienes más se apretaron el cinturón, mientras los márgenes empresariales mejoraron más”, describe María Romero, primero los de la industria y más tarde los del turismo.

Según señala el Banco de España en un artículo publicado este mismo lunes, el año pasado las empresas hicieron un traslado “prácticamente completo” a los precios de venta de sus mayores costes de producción por el encarecimiento de la energía. Tanto respecto a 2021 como a 2019, antes de la pandemia. En concreto, las empresas del sector eléctrico, gas y refino de petróleo subieron los precios de venta más que sus costes unitarios. Lo mismo ocurrió con el sector del transporte y la hostelería, pero sólo en comparación con 2021, gracias a la fuerte recuperación de la demanda en ambos sectores tras el fin de las restricciones del covid. Con respecto a 2019, tanto el comercio mayorista como la construcción aumentaron sus precios más de lo que habían crecido sus costes.

Pero este año los márgenes de las empresas han empezado ya a ajustarse, tal y como se revela en la Contabilidad Nacional, precisa María Romero, quien cree que el riesgo de entrar en una inflación de segunda ronda está “acotado” tras la firma del acuerdo marco de salarios.

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Raymond Torres advierte de que el BCE estará atento al mercado laboral en Alemania para decidir qué hace con los tipos de interés. Los salarios de los trabajadores alemanes crecieron un 6,6% en el segundo trimestre de 2023 –la inflación está en el 6,5%–, lo que supone el mayor aumento en un trimestre desde 2008, según la Oficina Federal de Estadística (Destatis).

Otro elemento que presiona en contra de la crisis de precios es la persistente inflación de los alimentos. Al aumento de los costes que sufrieron las explotaciones agrícolas y ganaderas por culpa de la carestía energética y de los fertilizantes, se le ha unido este año la sequía. “En realidad, llevamos tres años de malas cosechas”, tercia Javier Santacruz, en un sector caracterizado precisamente por sus precios volátiles, como recuerda Raymond Torres. En julio, la inflación de los alimentos alcanzaba el 10,8%, cinco décimas más que el mes anterior. No obstante, María Romero asegura que, aunque al precio de los alimentos le costará moderarse, “en el agregado ya se encuentran a la baja”, por lo que piensa que es sólo “cuestión de tiempo que esa reducción se refleje en la cesta de la compra”.

En palabras de la analista de AFI, lo que la economía mundial está viviendo, empujada no sólo por la subida de los tipos de interés, sino también por la guerra y las crisis geopolíticas, es un “enfriamiento natural”, en principio, por tanto, el objetivo de las medidas adoptadas por los bancos centrales. “No contemplamos una recesión y, si la hay, será pequeña y de corta duración”, pronostica. 

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