El encarecimiento de la energía golpea la industria y algunos sectores produjeron un 20% menos en 2022

Una máquina de fertilizantes del Grupo Fertiberia, en una imagen de archivo.

La industria española logró crecer el año pasado pese a la subida de precios y el empobrecimiento de los hogares, pero parte del sector secundario soportó una fuerte contracción por su dependencia de la energía. Las fábricas que más sufrieron fueron las llamadas gas intensivas, aquellas que en su proceso de producción queman grandes de gas natural para obtener calor, como la cerámica, los fertilizantes o el papel. 

La producción manufacturera en España creció el año pasado un 2,9% y roza ya el nivel de 2019, según los datos corregidos a efectos estacionales que publicó este lunes el Instituto Nacional de Estadística, una subida notable pese al escenario económico que dejó la guerra de Ucrania. "Parece que la industria está logrando capear la crisis de precios y no está erosionando la competitividad·, opina Diego Rodríguez, analista de Fedea. 

No obstante, la bonanza solo corresponde a una parte de las fábricas españolas, porque el mismo índice del INE muestra cómo sectores clave se desplomaron en verano y tocaron suelo en diciembre, ya que el encarecimiento de la factura energética y la reducción de los pedidos impactan de manera progresiva. 

Una de las industrias más afectadas es la química, cuya producción cayó el año pasado un 12,2%. La textil se dejó un 9,6%, la papelera un 8,8% y la alimentación un 4,1%. Si se amplía la fotografía y se observan procesos concretos, el dato empeora. La fabricación de pasta de papel redujo la producción un 23,3%, la de compuestos nitrogenados y fertilizantes un 26,7%, y la de productos cerámicos para la construcción un 21,6%.

Todas ellas comparten un factor común: que necesitan grandes cantidades de gas para funcionar y este combustible se duplicó e incluso triplicó a lo largo del año pasado. Para equilibrar costes, las fábricas redujeron su consumo energético, lo que redujo el volumen de fabricación. 

Las cifras de consumo de gas natural que publica Enagás cada mes evidencian el agujero de consumo energético que dejaron estas fábricas en 2022. El sector textil fue el que más se deshizo de este combustible (-25%), junto con la química (-21,6%) y el papel (-21,5%). En total, el año pasado la demanda de gas convencional (industria y hogares) cayó un 21,4% y fue 61,6 teravatios hora inferior a la de 2021, el equivalente al volumen de gas que compró España a Nigeria, su tercer principal exportador, en todo el año. 

Para compensar la menor quema de gas hay tres opciones: reducir la intensidad de fabricación, sustituir el gas por otro combustible o mejorar la eficiencia y producir lo mismo usando menos. Como no ha habido tiempo para desarrollar nueva tecnología, la opción más extendida ha sido la de frenar la producción, reconoce Verónica Rivière, presidenta de la patronal Gas Industrial. 

"Por desgracia lo más extendido no ha sido la eficiencia, sino que directamente ha habido una menor producción porque además se han reducido los pedidos", afirma. La menor fabricación se ha traducido a menudo en una reducción de los turnos de trabajo o el cierre intermitente de las fábricas. Fertiberia, por ejemplo, redujo en octubre un 50% la producción de su planta de Puertollano por el alto precio del gas que usa para fabricar fertilizantes. Y antes ya había parado por completo su planta de Palos de la Frontera.

Algunas industrias, como la del refino de petróleo, sí han logrado sustituir el gas natural por otros combustibles para producir calor en sus plantas y mantener la actividad. En este caso, el refino logró incrementar su producción un 4,3% en 2022, pese a que recortó su quema de gas un 41%.

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En realidad, cualquier industria tiene capacidad para reorientar su maquinaria hacia combustibles más baratos o procesos que necesiten menos energía. François Cohen, de la Càtedra de Sostenibilitat Energètica de la Universidad de Barcelona, explica que en los últimos años ha proliferado en la metalurgia la venta de acero reciclado, en lugar de fabricarlo de cero, ya que consume un 75% menos de energía. "La industria lleva años apostando por la eficiencia porque sabían que las leyes para promover la energía limpia encarecerían la electricidad y los combustibles. Por eso cada año la intensidad energética de las fábricas se reduce", opina.

La bajada de consumo de gas natural también ha ido acompañada de un menos empleo de electricidad, una fuente de energía esencial en grandes industrias como la metalurgia, de la que depende el automóvil. El precio de la luz también subió con fuerza el año pasado y las empresas que tenían su factura ligada al mercado diario –una ventaja competitiva en el pasado– vieron cómo el recibo se disparaba de un mes para otro. 

Para compensar el sobrecoste, en diciembre la industria consumió un 15% menos de electricidad que un año antes, según una encuesta de Red Eléctrica, otro factor que golpea directamente sobre la capacidad de producción. La metalurgia amplió el recorte hasta el 25%, siendo el sector más afectado. "El ahorro es obligado para muchas industrias. Quien puede, toma medidas de eficiencia o sustituye el gas por otros combustibles, pero quien no puede trasladar el mayor coste a sus productos sin duda perdió competitividad el año pasado", zanja Diego Rodríguez.

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