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Pánico en la banca: el colapso de Credit Suisse crea alarma global sobre la salud del sistema financiero

Fotografía de archivo del banco Credit Suisse en Zurich, Suiza.

Tercer día de una semana taquicárdica en los mercados globales. El colapso de Credit Suisse en los mercados ha provocado una gran inquietud global que recuerda al prólogo de la crisis financiera de 2008 y alarma a las autoridades globales sobre la verdadera salud del sistema financiero. El histórico banco suizo Credit Suisse ha perdido un tercio de su valor desde el viernes tras unos resultados pésimos en 2022, la confesión de que no consigue taponar la fuga de clientes y tras varios años acumulando polémicas que revelan centenares de actividades financieras delictivas bajo el opaco velo de la legislación suiza. 

La pésima salud del banco ha empeorado tras el contagio de la crisis de confianza bancaria generada por la caída de Silicon Valley Bank. La última puntilla la ha protagonizado este miércoles Arabia Saudí, principal accionista del banco, que le ha retirado su apoyo ante las cámaras. Credit Suisse ha perdido desde el viernes aproximadamente un 38% de su valor en bolsa. Su valor ha pasado de unos 10.100 millones de euros a apenas 6.800. 

La quiebra no parece un escenario descabellado. Este miércoles los CDS de Credit Suisse estaban por encima de los 800 puntos, superando los 700 a los que alcanzó Lehman Brothers antes de su desaparición. Los CDS actúan como seguros ante impagos. Ante mayor probabilidad de impago, más alta es la prima que debe pagar el inversor para protegerse de ese riesgo. El insólito nivel al que ha llegado esta prima revela que el mercado tiene serias dudas sobre la supervivencia del banco. 

"A mi modo de ver, esto tiene mucho que ver con lo que ha pasado con Silicon Valley Bank”, explica a infoLibre José Manuel Corrales, profesor que imparte Economía y Empresa en la Universidad Europea de Madrid. “En Estados Unidos hubo un problema de falta de regulación bancaria. La Administración Trump relajó la regulación de esta entidad, y tras la subida de los tipos de interés, se han generado problemas. La crisis de credibilidad ha tenido efecto contagio, que además se junta con los escándalos reputacionales de Credit Suisse”, añade el académico.

Este es el escenario que se encontrará la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ante la reunión de política monetaria, en la que el mercado prevé que aprobará una nueva subida de tipos de interés, que pondría aún más en peligro a las entidades en apuros. El organismo europeo se encuentra así en un intenso dilema, en el que, si deja de subir los tipos al ritmo prometido hace apenas unos días, perdería su credibilidad, que necesita para que su acción surta efecto en el mercado. Sin embargo, si los sigue subiendo al ritmo prometido, algunas de las entidades susceptibles de entrar en crisis se verían en apuros mayores.

 Este miércoles, según ha difundido The Wall Street Journal, tanto la Reserva Federal de EEUU como el BCE han preguntado a las entidades financieras bajo su supervisión por los lazos financieros que tienen con Credit Suisse. Las normas de regulación financiera aprobadas tras la crisis de 2008, y que Silicon Valley Bank había eludido, con permiso del Gobierno estadounidense, sí se aplican en España. Fuentes del Banco de España han informado a infoLibre que ninguna entidad española está fuera de los márgenes de los acuerdos interbancarios globales. 

Sin embargo, esto, ante una crisis de confianza generalizada, no supone una gran garantía: según indican las autoridades suizas, Credit Suisse también los cumple. La esencia de la actividad financiera consiste en pedir prestado dinero a corto plazo para prestarlo a largo plazo. Eso supone que ninguna entidad dispone del 100% del dinero que le ha sido confiado, por lo que si una gran parte de los clientes retiran sus fondos de manera simultánea, la crisis está asegurada. Para un negocio sustentado en la confianza, una crisis de desconfianza resulta letal.

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La inquietud, si bien la entidad ya arrastraba escándalos financieros desde hace años, se materializó el 9 de febrero. Credit Suisse adelantó los resultados de sus cuentas de 2022 desvelando unas pérdidas de 7.381 millones de euros, las mayores desde la crisis financiera de 2008. Los ingresos cayeron un 34,2% respecto a los de 2021. El negocio de la gestión de patrimonios cayó un 30%. 

En 2021, que ya había sido un año muy negativo, los clientes habían confiado al banco fondos valorados en 30.000 millones de euros. En comparación, la cifra de 2022 dan fe de la catástrofe del resultado: los clientes retiraron fondos valorados en 124.000 millones, de los cuales 110.000 se registraron en el cuarto trimestre. "2022 fue un año crucial para Credit Suisse", expresó Ulrich Körner, consejero delegado, durante la presentación de resultados. No menos crucial será 2023, donde la entidad previó que tampoco iba a ser bueno. 

El jueves pasado se disparó otra alarma: el banco debía publicar el informe anual definitivo de sus cuentas de 2022 y anunció que lo retrasaría, tras haber recibido un aviso sobre “cuestiones técnicas” por parte de la Comisión de Bolsa y Valores de EEUU. Incumplir la agenda en el mundo financiero, siempre guiado por las expectativas a futuro, nunca es por un detalle menor y casi nunca trae buenas noticias.

El motivo se conoció este martes. La entidad suiza reconoció la existencia de “debilidad material” en el control interno de la información financiera y expresó que estaba desarrollando un plan para subsanarlo. Credit Suisse, no obstante, confirmó los malos resultados de 2022 publicados a principios de febrero, aunque admitía que las mencionadas debilidades podían dar lugar a incorrecciones en los estados financieros de la entidad. El auditor PwC señaló que Credit Suisse no diseñó un proceso de evaluación de riesgos para detectar incorrecciones. 

La última chispa ha saltado este miércoles. El presidente del Banco Nacional Saudí, que es propietario del 9,88% de las acciones de Credit Suisse, durante una entrevista televisiva en Bloomberg TV, descartó aumentar su inversión en el banco. Y no lo hizo de manera sutil: "La respuesta es absolutamente no, por muchas razones fuera de la razón más simple, que es regulatoria y estatutaria". Este inusual rechazo de un accionista hacia la entidad que parcialmente posee es inaudito y es lo que ha terminado de hacer estallar el banco. 

La complicada situación financiera de la entidad se ha visto empeorada por la crisis de confianza en el sistema financiero generado por la quiebra de Silicon Valley Bank, una entidad que no ha soportado el aumento de los tipos de interés. Los clientes y los inversores no están tolerando el riesgo que supone tener su dinero en una entidad que, más allá de las alarmas de las últimas semanas, lleva años protagonizando escándalos tras hacer la vista gorda ante centenares de actividades financieras delictivas de gran calado a nivel global. 

Un historial reputacional difícil de borrar

El banco suizo ha sido protagonista en los últimos años de una larga ristra de polémicas, que incluyen blanqueo de capitales, fraude y evasión fiscal, lavado de dinero procedente de actividades delictivas, estafas… infoLibre ha participado activamente en la difusión de estas información, al ser el único medio español participante en un consorcio de 48 empresas de comunicación de 39 países que analizaron durante meses la información filtrada de Credit Suisse. La investigación se conoció como Suisse Secrets.

Las particulares leyes financieras suizas, mundialmente conocidas por la elevada importancia que otorgan al secreto bancario, han ocultado una miríada de actividades delictivas que incluye a funcionarios de gobiernos, políticos corruptos, delincuentes o violadores de derechos humanos. La información filtrada incluye datos de 18.000 cuentas bancarias (nombre, número de cuenta, fecha de apertura y cierre e importe máximo registrado). La suma protegida por estas cuentas ascendía a unos 88.000 millones de euros. Estos datos fueron la pista para cientos de investigaciones paralelas desarrolladas por más de 160 periodistas.

¿Qué información contenía? Entre otra, la de funcionarios venezolanos acusados de saquear la riqueza petrolera de su país. Cuentas ocultas del rey Abdalá II de Jordania. La fortuna oculta de uno de los hombres fuertes de Azerbaiyán. Un italiano acusado de blanquear fondos para la organización criminal ‘Ndrangheta. Un ejecutivo alemán que sobornó al Gobierno nigeriano a cambio de contratos. Cuentas de un exministro argelino acusado de violación de derechos humanos. Los movimientos financieros de un jefe de espías de Yemen implicado en torturas. Cuentas secretas de un banquero cuya entidad, radicada en Angola, quebró con 5.700 millones en deudas. Fondos de un actor clave en un gigantesco caso de corrupción en Kenia. Cuentas secretas de los hijos de expresidentes de Kazajistán y Uzbekistán. Son solo algunos casos. Antes de esta filtración, Credit Suisse ya había protagonizado decenas de escándalos, multas y sanciones. 

Los últimos más sonados, las pérdidas mil millonarias tras el colapso de las firmas de riesgo Archegos y Greensill Capital. Los sistemas de control financieros del banco fallaron, y las arriesgadas inversiones financieras de estos fondos les supuso la pérdida de 5.000 millones por un lado, y la congelación de otros 10.000 millones supervisados por el banco. Esto acarreó despidos de ejecutivos y una investigación interna que añadió una nueva mancha a su historial. 

¿Quién debe tomar cartas en el asunto?

“En este caso concreto, la responsabilidad es de las autoridades suizas", explica el profesor José Manuel Corrales. "Mantienen un sistema financiero muy autónomo, pero hay que entender que Credit Suisse atraviesa una crisis histórica y que tiene riesgos muy serios. Se está demostrando que la regulación bancaria está fallando y, con la subida de tipos de interés, es un cóctel explosivo. En ese sentido, no solo las autoridades suizas. También deben tomar cartas en el asunto la Reserva Federal, la Administración Biden, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea. Si no lo hacen, podemos estar en serios problemas”, añade Corrales. 

En este sentido, este miércoles por la tarde, el Banco Nacional Suiza y la Autoridad Supervisora Suiza de los Mercados Financieros han declarado que proveerán de liquidez a la entidad "en caso de ser necesario", han difundido en un comunicado conjunto. "Los estrictos requisitos de capital y liquidez exigibles a las entidades financieras suizas aseguran su estabilidad. Credit Suisse cumple los requerimientos de capital y liquidez impuestos en los bancos de importancia sistémica", han añadido los organismos.

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Credit Suisse, bajo el opaco velo de las leyes suizas, fue el canal de transmisión de cantidades incalculables de procedencia ilícita. Ante la filtración de los Suisse Secrets, en febrero de 2022, el banco respondió que las informaciones eran resultado de un “esfuerzo concertado para desacreditar” a la entidad”. La entidad afirmó que el 90% de las cuentas revisadas estaban cerradas o en proceso de cierre. 

Pero el daño reputacional es demasiado grande. Los clientes y los inversores empezaron a sospechar que el banco no tiene un gran control sobre sus propios flujos financieros, lo que lo convierte en arriesgado. Esto se tradujo en 2022 en la retirada de los mencionados 124.000 millones de euros. La última chispa ha sido la preocupación global por el sistema financiero, ilustrada en la quiebra de Silicon Valley Bank. Si otra entidad merecía la desconfianza de sus acreedores, era Credit Suisse.

“Esta entidad ha sido acusada de haber guardado en secreto las fortunas de cientos de personas ligadas a la corrupción”, añade el profesor Corrales. “A estos escándalos hay que añadirles la espiral que supone las subidas de tipos de interés a nivel global, la falta de regulación financiera y el componente especulativo. Este miércoles, cuatro bancos europeos han suspendido su cotización para evitar un colapso. Es muy preocupante, pueden ser los prolegómenos de una nueva crisis financiera”, remacha el académico.

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