Crisis humanitaria

Gevgelija, el andén hacia la libertad

Patricia Simón (Gevgelija, frontera de Macedonia con Grecia)

Palizas, disparos al aire y con pelotas de goma, gases lacrimógenos para repeler a los refugiados e inmigrantes que se agolpaban al otro lado de la valla. Esta es la situación que, según Amnistía Internacional y ONG locales, vivieron este viernes las personas que intentaron cruzar la frontera macedonia desde Grecia.

En los dos últimos meses, unos 40.000 refugiados e inmigrantes, el 70% de ellos sirios según la ONU, habrían llegado a la república ex yugoslava tras cruzar en zodiac hasta el país heleno. Ayer, el Gobierno macedonio decretó el estado de emergencia y el cierre de sus fronteras con Grecia y Serbia, siguiendo las exigencias de la Comisión Europea. “Esos países que aspiran a entrar en la UE deben entender que forman parte del problema y que deben ayudarnos a gestionar las migraciones", advirtió hace una semana el comisario de Interior, Dimitris Avramopoulos.

Según informó Europa Press este viernes, horas después de la represión policial Macedonia volvió a abrir su frontera, y los afectados volvieron a concentrarse en la estación de Gevgelija a la espera de un tren que les lleve a Serbia para, desde allí, continuar su desesperada huida. De acuerdo con los testigos presentes en el lugar, unas diez personas se habrían desmayado en los controles policiales. Este reportaje fue filmado precisamente en ese lugar, entre el pasado 13 y el 15 de agosto.

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Entre quienes tratan de emigrar está familia Al Khatib. Afirman que lo único que se llevaron consigo fue el dinero que obtuvieron por la venta apresurada de su coche y una carpeta con documentos. La carpeta es plástica, en previsión de que tendrán que cruzar en zodiac el estrecho que separa Turquía de Grecia. Tras diez días de viaje, esos papeles acreditan que son sirios, que ella estudió Periodismo –aunque durante más de una década trabajase como maestra, como su marido–, e incluyen también los certificados de escolarización de sus tres hijos.

De lo que obtuvieron por la única posesión que les quedaba ya no queda nada. Los 5.500 euros que pagaron por cruzar en barcaza –1.000 euros cada uno y el 50% de ese precio por el más pequeño, cortesía de la casa– acabaron con sus reservas. Ahora ya no hay para comida, agua o para coger un autobús o un taxi para recorrer la distancia que les separa de su destino final: Alemania o Suecia, donde se exiliaron ya tres cuñadas de la familia.

La familia Al Khatib y Raimon las integran refugiados sirios que se han visto forzados a abandonar su país y sus familias, y a jugarse la vida para salvarla. Mientras Hungría acelera la construcción de una valla de 175 kilómetros, Macedonia envía militares a sus fronteras y países europeos como España se niegan a aceptar más refugiados. Ellos, los refugiados, cuentan por su parte por qué son capaces de montar en una maltrecha zodiac con sus hijos o por qué quieren ir a un país que ni siquiera conocen y donde no tienen nada ni a nadie.

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