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Israel camina hacia sus quintas elecciones en tres años tras saltar por los aires la coalición anti Netanyahu

Benny Gantz, Yair Lapid y Naftali Bennet asisten a una sesión en la Knesset, el Parlamento israelí.

Joseph Confavreux (Mediapart)

Tel Aviv (Israel) —

Desde Israel, la idea de que un país corre el riesgo de ser ingobernable porque el partido mayoritario no tiene mayoría absoluta parece bastante exótica. En efecto, el Estado hebreo está acostumbrado a crear coaliciones que abarcan todo el espectro político y que reúnen a partidos ultraortodoxos y a laicos pragmáticos.  

Pero la coalición que anunció el lunes 20 de junio por la noche la disolución de la Knesset y la organización de nuevas elecciones el próximo octubre fue la más improbable de todas. Estos serán los quintos comicios en tres años.

Esta coalición estaba compuesta por ocho partidos que iban desde la derecha religiosa sionista, con el partido Yamina del actual primer ministro Naftali Bennett, hasta la izquierda laica y radical, con Meretz. Pero, sobre todo, incluía, por primera vez en la historia del país, un partido que representa a la minoría palestina en Israel, que además es “islamista”, el Ra'am.

El ministro de Defensa, Benny Gantz, apodado el carnicero de Gaza por su papel como jefe de Estado Mayor de las fuerzas armadas israelíes durante la guerra de 2014, se codeaba así con Mansur Abás, líder del partido Ra'am, encargado de los asuntos árabes en el Gobierno dirigido por Naftali Bennett.

Esta coalición sólo consiguió establecerse el año pasado para poner fin a los 12 años de reinado de Benjamín Netanyahu, actual líder de la oposición, que debe frotarse las manos con la esperanza de volver a ser primer ministro en otoño y alejarse con ello de las causas judiciales que le rodean. Ya anunció, el lunes 20 de junio por la noche, su deseo de “dirigir un gobierno nacionalista dirigido por el Likud”.

Por tanto, la coalición era frágil desde el principio, especialmente desde el pasado mes de abril, tras la salida, por una polémica en torno a cuestiones religiosas y a la identidad judía de Israel, de un miembro de Yamina, lo que le hizo perder la mayoría en el Parlamento, reduciéndola de 61 a 60 escaños, mientras que la Knesset tiene 120.

Los últimos desacuerdos en el seno de la Knesset, que se hicieron patentes en la renovación de la ley sobre el estatuto civil y jurídico de los colonos en Cisjordania (que organiza la ocupación de los territorios palestinos desde 1967), provocaron varias deserciones, o amenazas de hacerlo, de algunos diputados árabes israelíes. Se habrán salido con la suya.

A pesar de su carácter barroco y de un objetivo central basado en la voluntad de bloquear a Netanyahu, esta coalición había suscitado, sin embargo, una esperanza sin precedentes entre algunos israelíes: por supuesto, entre los opositores al ex primer ministro que polarizó la vida política durante más de una década; pero, además, entre una gran parte de los israelíes convencidos de que dicha coalición era, de hecho, representativa del mosaico israelí.

Para Denis Charbit, profesor de Ciencias Políticas en la Facultad de Humanidades de la Universidad Abierta de Israel, esta coalición había sido una sorpresa especialmente valiosa después de una primavera de 2021 que había visto incendiarse las “ciudades mixtas” del país, desde Jafa a Lod pasando por Ramleh o San Juan de Acre.

“El espectro de la guerra civil nunca había parecido tan fuerte”, explica. “Fue aún más trágico porque antes de eso, la crisis del coronavirus había parecido, aunque no me refiero a los territorios ocupados, un momento de coexistencia judeo-árabe sin precedentes, con hospitales públicos que se mantuvieron gracias a los palestinos en Israel y un mayor reconocimiento de su importancia en la sociedad israelí. En este contexto de aumento de los extremos, esta coalición sin precedentes puede parecer un importante experimento político”.

El investigador llega a establecer un paralelismo con el desmantelamiento de los asentamientos en Gaza, decidido en 2005 por el entonces primer ministro Ariel Sharon: “O funcionaba, y podíamos basarnos en ello para imaginar otra forma de convivencia, o fracasaba, y eso permite dar todo tipo de saltos hacia adelante”.

Denis Charbit alaba el pragmatismo de Mansur Abás, su capacidad para dirigirse a su comunidad y a los judíos israelíes, y cree que nunca antes el desarrollo económico y social de las localidades árabes de Israel se había beneficiado de tanto dinero y proyectos.

Pero Gadi Algazi, profesor de la Universidad de Tel Aviv y cofundador de Taayoush, una de las pocas organizaciones que consiguió que palestinos e israelíes trabajaran juntos tras la segunda Intifada en un programa políticamente radical, está en una onda completamente diferente.

Para él, Mansur Abás primero negoció la causa palestina para mejorar el destino material de los árabes israelíes, sin conseguirlo realmente. “No fue Mansur Abás quien inventó el sentimiento real de que algunas personas entre los palestinos de Israel piensan que es imposible cambiar el sistema y que es mejor encontrar acomodos. Pero se apoyó en este sentimiento para radicalizar su práctica, a riesgo de abandonar la lucha de los palestinos y perder el apoyo popular”.

Sobre todo, subraya, esta coalición se basaba, además del sentimiento anti-Netanyahu, en un conservadurismo social y societario compartido tanto por el partido de Naftali Bennett como por el de Mansur Abás. “Con sus comentarios sobre el colectivo LGBT, sus posiciones conservadoras sobre el estatus de las mujeres y sus ataques a la tradición comunista y emancipadora encarnada por la Lista Árabe Unida, que obtuvo muy buenos resultados en las elecciones de 2015, ha roto la tradicional alianza entre la izquierda israelí y los partidos que representan a la minoría palestina en Israel”.

Después de haber intentado él mismo negociar con el Ra'am de Mansour Abbas, antes de que éste se uniera a la coalición dirigida por Naftali Bennett, Benyamin Netanyahu había afirmado que gobernar con este partido islamista moderado equivalía a tener a Hamás presente en el gobierno israelí...

Ahora que la actual coalición ha tirado la toalla, queda por ver quién será el próximo que pueda dirigir un país en el que los principales partidos luchan por reunir más de una sexta parte de los escaños del Parlamento.

Mientras tanto, el acuerdo alcanzado el año pasado entre los dos principales partidos que siguen en el poder desde hace unas semanas, el de Naftali Bennett y el del centrista Yair Lapid, preveía una rotación entre los dos hombres al frente del Gobierno y la sustitución del primero por el segundo en caso de disolución del Parlamento.

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Por lo tanto, es este último, actual ministro de Asuntos Exteriores, quien debe agilizar los asuntos de actualidad hasta el otoño y recibir al presidente estadounidense Joe Biden durante su visita a Israel el 13 de julio.

Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

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