¿Vuelven la austeridad y los recortes? Los mercados financieros se frotan las manos ante la vuelta de Trump

Todo el mundo se pregunta si el Reino Unido está a punto de vivir otro momento Liz Truss. ¿Será expulsado el Gobierno británico en cuestión de semanas, como en 2022, por las fuerzas del mercado? Londres está bajo presión desde mediados de la semana pasada. En pocos días, la libra esterlina ha perdido más de un 3% frente al dólar, mientras que el rendimiento de los bonos británicos (gilts) se ha disparado hasta casi el 5% para los bonos a diez años, su nivel más alto en dieciséis años.
Aunque el Banco de Inglaterra ha intentado enviar mensajes de calma, asegurando que los movimientos del mercado se están produciendo “de forma ordenada”, la tensión está ahí. El Gobierno de Starmer está en ascuas, sobre todo porque Elon Musk, decidido a inmiscuirse en la vida política británica, lo tiene en el punto de mira y no oculta su deseo de verlo fuera del cargo rápidamente.
Como muestra del nerviosismo extremo del ejecutivo, la oficina del primer ministro publicó el lunes 13 de enero un mensaje de apoyo a la ministra laborista de Finanzas, Rachel Reeves, criticada por la situación financiera que heredó de catorce años de gobierno conservador. Enfrentada a una creciente deuda pública, ha planeado subir los impuestos –ligeramente– a los más pudientes pero, según los financieros, no ha pedido suficiente austeridad y recortes en el gasto público y social.
Pero no sólo los británicos tienen problemas con los mercados financieros. Sin esperar a que Donald Trump llegue oficialmente a la Casa Blanca, todo el mundo financiero se está reconfigurando, anticipando grandes cambios en el equilibrio geopolítico, económico y financiero mundial. Y en esta nueva situación, los acreedores están decididos a hacer valer sus puntos de vista e imponer sus intereses, “cueste lo que cueste”.
Durante su campaña, Donald Trump prometió utilizar el arma de los aranceles para defender los intereses americanos. Su primer anuncio, nada más ser elegido, de imponer aranceles del 25% a las importaciones desde Canadá y México, los dos principales socios comerciales de Estados Unidos, confirmó las intenciones del presidente republicano.
Reconfiguración financiera
Muchos economistas y analistas temen que estas medidas aduaneras de represalia, que podrían desembocar en guerras comerciales, alimenten la subida de precios y la inflación, socaven el crecimiento y, sobre todo, disuadan a la Reserva Federal de proseguir su política de recorte de los tipos de interés, que ha sostenido la subida de Wall Street durante más de un año.
Las últimas estadísticas del mercado laboral estadounidense, publicadas el 10 de enero, reforzaron sus temores: ¡las cifras eran demasiado buenas! Si la Reserva Federal ya cuestionaba el ritmo de la relajación de la política monetaria, ahora ya no tiene argumentos para acelerar la bajada de tipos. Sobre todo porque, al mismo tiempo, los precios del petróleo y del gas están volviendo a subir y pueden reavivar la inflación.
Todo ha encajado en esta nueva convicción: los tipos no iban a bajar inmediatamente. Los mercados bursátiles, ya nerviosos, empezaron a caer y este lunes 13 de enero seguían haciéndolo. Pero fue sobre todo en los bonos del Tesoro americano donde se produjeron los ajustes. Convencidos de que no era probable que los tipos de interés bajaran en mucho tiempo, los inversores –encabezados por los fondos de cobertura, rebosantes de efectivo desde hace diez años– han vendido títulos americanos masivamente, empujando los rendimientos al alza. Los bonos a 30 años se acercan ahora al 5%, anulando todos los beneficios de la relajación de la política monetaria estadounidense.
La tentación libertaria
Empieza a extenderse al resto del mundo la presión sobre los títulos, que sirven de base al sistema financiero internacional. Con muchos gobiernos todavía muy endeudados tras la crisis de la pandemia y la escalada de los precios de la energía, los acreedores se sienten en una posición de fuerza: casi todos los países los necesitan para financiarse o refinanciarse. Tienen toda la intención de aumentar la presión no sólo para cobrar, sino para obtener altos rendimientos que otras clases de activos financieros quizá no puedan ofrecer.
Convertidos a las tesis libertarias y admirando el experimento argentino de Javier Milei, los círculos financieros pretenden ahora extender ese modelo a todas partes: hay que imponer políticas de austeridad, aunque sea sacrificando los intereses sociales y económicos del país, para poder asegurar los de los acreedores.
Antes que el Reino Unido, Brasil ya fue sometido en diciembre a este nuevo dogma. Al aplicar una política opuesta a la de su vecino argentino, el gobierno de Lula fue castigado: la moneda brasileña perdió casi un 25% de su valor frente al dólar. El banco central se vio obligado a subir los tipos de interés por encima del 14%, asfixiando la economía para defender su moneda. Sin dar su brazo a torcer, los inversores exigen reformas estructurales y recortes del gasto público.
Francia, el eslabón débil de la eurozona
Pero parece que se está gestando otro enfrentamiento, a una escala mucho mayor, en torno a Europa. Mientras Donald Trump no ha ocultado su desprecio por el Viejo Continente, y Elon Musk, ya su asesor oficial, ha lanzado una gran campaña contra varios gobiernos europeos, el panorama económico no parece dar fuerzas a la eurozona: Alemania y Francia, sus principales motores económicos, están parados, toda la zona está amenazada por la recesión, y la subida de los precios de la energía que está tomando cuerpo puede llegar a reavivar la inflación y el deterioro de la actividad económica.
El euro, ya debilitado, se sitúa ahora en apenas 1,02 dólares, casi en paridad con la divisa americana. Los tipos de la deuda soberana europea, incluida la alemana, considerada la más segura, suben en todas partes.
Pero es sobre todo Francia, considerada ahora como el eslabón débil de la zona euro, la que corre el riesgo de encontrarse en primera línea de fuego: los rendimientos a diez años han subido un 0,6% desde principios de diciembre hasta alcanzar el 3,45%.
Es probable que en Francia el argumento sea utilizado hasta la saciedad durante el debate presupuestario por los mismos que han reducido deliberadamente los ingresos fiscales, han permitido que los déficits se descontrolen y han llevado la deuda a más de 3 billones de euros en siete años, para exigir más ahorro social y más reformas estructurales con el fin de satisfacer las expectativas de los mercados. Medidas que sin duda también exigirá el Banco Central Europeo, apoyado por los países europeos “frugales” (Alemania, Países Bajos, Finlandia), a cambio de su apoyo a Francia y otros países europeos.
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¿Puede la UE soportar otra ronda de austeridad después de la primera, que ha llevado al declive permanente de Europa? Esa es la cuestión que se plantea en esta reconfiguración financiera, que podría desembocar en un momento Truss para la eurozona.
Traducción de Miguel López