De los misiles Javelin a los tanques Leopard, el tortuoso camino de la ayuda militar internacional a Ucrania

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Cédric Mas (Mediapart)

"Se han soltado leopardos en las estepas ucranianas". Podría ser uno de los titulares de la prensa tras el anuncio de Alemania de entregar tanques. "El objetivo es reunir rápidamente dos batallones de tanques Leopard 2 para Ucrania", se lee en un comunicado del gobierno, añadiendo que inicialmente se entregarán 14 Leopard 2 A6 "procedentes de las reservas de la Bundeswehr". "Otros socios europeos también proporcionarán carros Leopard 2", añade el comunicado.

Desde la invasión del 24 de febrero de 2022, la cuestión de la ayuda militar a Ucrania ha estado siempre de actualidad. Inmediatamente solicitada por el presidente Volodímir Zelensky, los países occidentales respondieron encabezados por Estados Unidos y el Reino Unido, pero también los Estados bálticos, Polonia y los países escandinavos aunque, como veremos, a menudo fuera demasiado poco y muy tarde.

De Ramstein a Ramstein, vía Bruselas y París

Aunque la reacción de los países occidentales fue inmediata tras la invasión de Ucrania por las fuerzas armadas rusas, a partir de abril quedó claro que la retirada rusa de la región de Kiev y de las grandes zonas invadidas en el norte y el este requería un apoyo más coordinado y dilatado en el tiempo. El 26 de abril de 2022, en una reunión de cuarenta países en la base americana de Ramstein (Alemania), Estados Unidos anunció la creación de una coalición de apoyo militar a los ucranianos, el Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania.

El grupo se reúne una vez al mes. La organización material corre a cargo de la OTAN, pero no se trata de una estructura directamente vinculada a la organización, ya que muchos de los países que participarán no forman parte de la Alianza Atlántica.  

Las reuniones tienen lugar por videoconferencia (23 de mayo, 20 de julio y 16 de noviembre de 2022), en la sede de la OTAN en Bruselas (15 de junio y 12 de octubre de 2022) o en la base americana de Ramstein (26 de abril, 8 de septiembre de 2022 y 20 de enero de 2023).

Cabe mencionar la conferencia organizada por Francia el 13 de diciembre de 2022 en París, en esa ocasión para reunir y coordinar la ayuda civil, y con un formato diferente ya que, además de los 46 países que apoyan a Ucrania, se invitará a varias organizaciones no gubernamentales.

Estas conferencias pueden ser una oportunidad para anunciar entregas de equipos y armas, pero hay que reconocer que, dada la sucesión de tantos anuncios, es casi imposible llevar una cuenta exacta de lo que se ha prometido y entregado.

El caso de Estados Unidos es una muestra de esa dificultad, con alternancia de dotaciones del Congreso (6.000 millones de dólares el 19 de mayo, 2.980 millones el 24 de agosto, 1.850 millones el 21 de diciembre de 2022 y 2.500 millones el 19 de enero de 2023) y anuncios de tramos de ayuda militar. Los importes no se corresponden necesariamente con partes ya suministradas (que incluyen también el coste de formación de los soldados ucranianos) ni con las listas de equipos suministrados con mayor o menor precisión.

Por ejemplo, en la histórica votación del 19 de mayo de 2022, el Congreso asignó 6.000 millones de dólares para ayuda directa a los ucranianos (material, pero también formación y apoyo), así como 8.700 millones para la reposición de las existencias del ejército americano, 3.900 millones para el mando en Europa y 11.000 millones para autorizar la transferencia de existencias o servicios por decisión del Presidente. Y todo ello para ejecutarlo antes del 30 de septiembre de 2022.

En realidad, tantos anuncios, aunque a veces sean muy detallados, crea una vaguedad sobre lo que los ucranianos han recibido realmente, a lo que se añade el secretismo inherente a los asuntos militares.

Demasiado poco y muy tarde

En la práctica, se pueden distinguir varias etapas en este apoyo:

  • Ayuda militar de emergencia: lanzada el 24 de febrero de 2022, se trataba de proporcionar a los ucranianos armas fáciles de utilizar, disponibles en gran cantidad y, sobre todo, capaces de hostigar la retaguardia de las columnas rusas que estaban muy avanzadas y consolidadas: misiles Javelin y otras armas antitanque portátiles (lanzacohetes, lanzamisiles y cañones ligeros sin retroceso), misiles Stinger y otras armas antiaéreas portátiles (R-73 polaco).
  • Ayuda militar a disposición de los ucranianos: incluye armas de la época soviética (cañones estonios D-20 de 122 mm, sistemas antiaéreos checos Strela 9K35), incluidos tanques (T-72 checos y polacos) y vehículos blindados de transporte de tropas.
  • Luego, a partir de abril, comenzaron las entregas de material occidental: se trataba principalmente de vehículos blindados ligeros (Humvees americanos, Bushmasters australianos, Iveco portugueses), cañones autopropulsados (Panzerhaubitze 2000, DANA checo) y cañones no motorizados (obuses americanos M777 de 155 mm).

De esa forma, a partir de abril, los ucranianos recibieron multitud de equipos de distintos orígenes, a menudo en pequeñas cantidades de entre diez y cuarenta unidades. Estas entregas siguieron las vicisitudes del conflicto: armas ligeras al principio, cañones y vehículos blindados a lo largo del verano, armas antiaéreas a partir de octubre, cuando comenzó la campaña de ataques aéreos rusos contra las ciudades y la red eléctrica. Y ahora acorazados y vehículos blindados pesados de combate para que los ucranianos puedan preparar su contraofensiva anunciada para la primavera.

El volumen de estas entregas sigue siendo modesto en comparación con las necesidades ucranianas frente a un ejército ruso que aprovecha al máximo su única ventaja: la cantidad. Se calcula que en 2022 se han entregado a Kiev 300 tanques, cerca de 3.000 vehículos blindados, 400 piezas remolcadas y un centenar de cañones autopropulsados. Eso no basta para compensar las pérdidas sufridas por el ejército ucraniano (al menos 400 tanques, 1.200 vehículos blindados, 90 cañones remolcados y 100 cañones autopropulsados).

La importancia de mostrar apoyo

Pero en una guerra informativa, cada anuncio debe considerarse una acción en sí misma. Sin que las armas prometidas aparezcan siquiera en el campo de batalla, basta la publicidad dada a la mera promesa de entregarlas para producir sus efectos.

En un conflicto moderno, el espacio virtual (algunos también lo llaman cognitivo) es tan importante como el espacio real (el propio campo de batalla). Así, una victoria militar se decide en la mente, y el éxito sobre el terreno es tan importante como su explotación para dejar huella e influir en las opiniones. Hay que convencer a sus soldados y a su población de que la victoria es posible. Y, sobre todo, desmoralizar al enemigo haciéndole entender que su derrota es inevitable y que es inútil seguir luchando.

Las acciones de los beligerantes se llevan a cabo tanto para lograr éxitos militares, territoriales, económicos, políticos u otros ámbitos materiales como para imponer un cambio radical en el campo de las percepciones. Y en este contexto, los incesantes anuncios de entregas de armas por parte de los países, con listas cada vez más largas y mayores cantidades, intentan que los rusos se den cuenta de que van a perder.

Por otra parte, el régimen de Putin trata de debilitar la determinación de Occidente exagerando la suya, con sus propios anuncios (como la movilización parcial de septiembre de 2022) y sobre todo una comunicación centrada en sus apoyos y en la proeza de sus fábricas de armas, que siguen funcionando a pesar de las sanciones económicas internacionales.

Desde este análisis, el psicodrama montado sobre la entrega de tanques por parte de Alemania (y Estados Unidos) adquiere un significado diferente: cualquier negativa se vería como un debilitamiento de la determinación occidental de apoyar a los ucranianos y como una ventaja para Rusia. Y cada anuncio de ayuda recibe una réplica de la otra parte, en un enfrentamiento que se desarrolla tanto en los medios de comunicación como en el frente de batalla.

El hecho de que Alemania ceda y se una a los demás países occidentales en su voluntad de donar tanques es decir, armamento pesado que se considera necesario para que el ejército ucraniano recupere el terreno invadido– es una importante victoria para Kiev. Eso va a llevar inevitablemente a una represalia rusa.

¿Y ahora qué?

En primer lugar, el anuncio de la entrega de tanques es ya un primer éxito. Pero ahora hay que ver los detalles, la cantidad, los plazos, para que ese anuncio tenga efectos sobre el terreno militar. Pero eso es otra historia. En efecto, los plazos para la entrega de los tanques modernos son largos, y las dificultades de su aplicación superan todo lo imaginable. Es necesario formar a la tripulación, pero también a los técnicos de mantenimiento, disponer de una reserva de piezas de repuesto (hay decenas de miles para cada tipo de máquina), disponer de capacidades de remolque y reparación, y organizar la logística.

Hay que subrayar que la yuxtaposición de equipos diferentes en un mismo ejército multiplica esas dificultades: la zapata de oruga de un M1 Abrams americano no puede montarse en un Leopard o un Leclerc, y un mecánico especializado en el mantenimiento de la torreta, el tren de rodaje, el motor, la optrónica, el control de tiro y la hidráulica de un sistema de armas no está capacitado para operar en otros. Y cuanto más moderno es el equipo, más largo es el tiempo de formación y mayores los retos logísticos.

La utilización de un simple escuadrón de carros Leclerc en Rumanía representa ya una complejidad que sólo pueden apreciar plenamente quienes tienen que organizarla. Aunque no cabe duda de que los ucranianos redoblarán sus esfuerzos. Esta guerra tiene efectos insospechados en su motivación y agilidad, como demuestra el poco tiempo que tardan en familiarizarse con las últimas armas occidentales y utilizarlas.

También es probable que al menos una parte de la logística corra a cargo de los propios países proveedores, por ejemplo en Polonia o la República Checa. Conviene recordar que ésta es la norma para los compromisos internacionales en el seno de la OTAN: cada país realiza su propio mantenimiento, y sólo se ponen en común los equipos estándar y la propia cadena logística (en el marco de los acuerdos STANAG, que permiten poner en común los flujos de combustible, municiones, etc.).

Pero hasta ahora sólo se trataba de apoyar con sus propias fuerzas el material recibido. La configuración no tiene precedentes porque los estados mayores tendrán que ocuparse al mismo tiempo del despliegue y mantenimiento de equipos en condiciones operativas en una zona de conflicto remota, y transferir una enorme cantidad de competencias a otro ejército. Todo ello en el menor tiempo posible y bajo la presión del conflicto en curso, ya que a los rusos no les interesa esperar a que lleguen esos tanques para actuar en el frente.

Como vemos, este anuncio es importante, pero su materialización requerirá aún muchos esfuerzos de organización y planificación, que podrán emplearse en el "plato fuerte" que se avecina: la transferencia de modernos aviones occidentales, que los ucranianos llevan pidiendo desesperadamente desde febrero.

 

Caja negra

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Cédric Mas es abogado e historiador militar y presidente del Institut Action Résilience. Es autor de varios libros sobre la Segunda Guerra Mundial. Sigue y analiza el conflicto de Ucrania para Mediapart.

 

 

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