Ucrania, los desafíos de una guerra que ya dura demasiado

Vehículos militares blindados rusos capturados en combates por el ejército ucraniano son expuestos en el Día de la Independencia, en el centro de Kiev.

Clara Marchaud (Mediapart)

Kiev (Ucrania) —

Kiev, Ucrania. El 24 de febrero, tras varias semanas de tensión, informaciones contradictorias e intentos diplomáticos desesperados, el presidente ruso Vladímir Putin ordenó a sus tropas que atacaran Ucrania. Ofensiva rusa en el Donbass, contraofensiva ucraniana en el sur y estrategia rusa de terror. Cuando las partes entran ya en el séptimo mes de guerra, Mediapart hace un balance de la situación militar en Ucrania

¿Cuál es la situación del ejército ruso en el Donbass?

Tras seis meses de guerra, Rusia ha conseguido conquistar casi una quinta parte del territorio ucraniano, incluyendo la Crimea anexionada en 2014 y los territorios del Donbass, que ya estaba en manos de los separatistas controlados por Moscú antes del 24 de febrero. Las autoridades rusas siguen considerando la captura completa del Donbass como un objetivo importante.

El 1 de abril, las tropas de Moscú se habían retirado ya del norte de Kiev para centrarse en la región industrial y rusófona del Este del país. La caída de Severodonetsk en junio supuso un primer paso, con la toma de la región de Lugansk, una de las dos entidades administrativas del Donbass.  

La batalla por esta ciudad de más de 100.000 almas ha dado tiempo al ejército ucraniano para fortificar sus líneas de defensa pero a costa de grandes pérdidas, casi 200 soldados al día. Desde entonces, el ejército ruso se ha estancado. Aunque el poder de iniciativa ya no está completamente en manos rusas, "todavía es demasiado pronto para decir que Ucrania ha tomado la iniciativa operativa o estratégicamente", advierte en una nota de análisis el experto militar ucraniano Oleksiy Melnyk, investigador del Centro Razumkov, quien recuerda que las tropas rusas lanzan regularmente pequeños asaltos a lo largo de la línea del frente, aunque sin éxito.  

El ejército ruso también está utilizando su potencia de fuego: casi 60.000 proyectiles lanzados diariamente, según el Pentágono. El Departamento de Defensa de Estados Unidos estima que las fuerzas rusas han perdido entre 70.000 y 80.000 soldados muertos o heridos en combate, de los 120.000 a 150.000 movilizados al principio de la invasión. Estas pérdidas frenan la ofensiva y son difíciles de compensar para Vladímir Putin, que se niega a declarar la movilización general para no ofender a la opinión pública. 

¿Y en los otros frentes?

Detener el avance ruso sigue siendo un logro en sí mismo, según los expertos militares occidentales. Pero ahora Kiev quiere recuperar su territorio. Desde el comienzo del verano, las tropas ucranianas han ido avanzando a pequeños pasos en el sur y recuperando terreno kilómetro a kilómetro. 

Gracias a las avanzadas armas suministradas por Occidente, en particular los lanzacohetes estadounidenses de largo alcance Himars entregados a finales de junio, Ucrania puede ahora atacar a fondo por detrás de las líneas enemigas, hasta 300 kilómetros de distancia. Con la ayuda de sus partidarios en los territorios ocupados, Kiev ha desbaratado las líneas logísticas rusas. 

En agosto, los ucranianos no dudaron en llevar a cabo una serie de ataques contra bases militares en Crimea, una región que hasta entonces había permanecido al margen de los combates. "Estos ataques tuvieron, además de un significado puramente militar, un extraordinario efecto simbólico y un impacto muy fuerte en la reputación de las autoridades rusas en Crimea", dice Oleksiy Melnyk. En las redes sociales se pueden ver numerosas imágenes de colas de turistas rusos abandonando Crimea que han levantado la moral ucraniana, nos recuerda. 

Estamos utilizando esta estrategia para arruinar sus arsenales, sus depósitos, sus cuarteles generales, sus puestos de mando", dijo el ministro de Defensa Oleksiy Reznikov en una entrevista al Washington Post. “Es nuestra respuesta a sus tácticas de carne de cañón". 

Este enfoque ha funcionado especialmente bien en la región de Jerson, una ciudad de casi 300.000 habitantes que está ocupada por los rusos desde marzo y que es un objetivo importante para Kiev. Los cuatro puentes que cruzan el Dniéper y de los que depende la ciudad para abastecerse han sido dañados en las últimas semanas, lo que la hace vulnerable ante un posible ataque. Pero Kiev carece de armas y municiones para lanzar una ofensiva a gran escala, advirtió Oleksiy Reznikov, y la ventana de oportunidad se cierra con la llegada del invierno. 

¿Y la central nuclear de Zaporiyia?

Desde finales de julio, Kiev y Moscú se vienen acusando mutuamente de haber usado artillería contra la central nuclear de Zaporiyia, en el centro del país. Con sus seis reactores, es la mayor central de Europa, ocupada por las tropas desde principios de marzo, al igual que la ciudad de Enerhodar, donde se encuentra. Durante la captura de ese punto estratégico, los soldados rusos ya habían atacado y  dañado varios edificios.  

El director general de Enerhoatom, la agencia nuclear ucraniana, dijo que unos 500 soldados rusos han ocupado las instalaciones de la planta. El medio de investigación ruso The Insider también publicó imágenes de un gran despliegue de equipos rusos allí, incluyendo decenas de vehículos blindados y sistemas de defensa aérea. El personal ucraniano de la central sigue trabajando allí.  

Las autoridades ucranianas, respaldadas por sus aliados occidentales, piden la desmilitarización de la zona y la retirada de las fuerzas de Moscú. Pero ninguna autoridad independiente ha podido visitar la zona por falta de acuerdo con las partes. 

El pasado viernes 19 de agosto, durante una conversación telefónica entre Vladímir Putin y Emmanuel Macron, el dirigente ruso aceptó, según las autoridades francesas, que los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Nuclear (bajo los auspicios de la ONU) puedan realizar una visita desde el territorio controlado por Ucrania. Esta es una condición sine qua non establecida por Kiev. Pero por el momento, las autoridades rusas no se han pronunciado al respecto.  

El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), al igual que otros observadores occidentales, cree que las tropas rusas no tienen ningún interés en abandonar la planta, que están "utilizando [...] para jugar con el temor occidental a una catástrofe nuclear en Ucrania, probablemente con el objetivo de socavar su voluntad de proporcionar apoyo militar a una contraofensiva ucraniana". Ocupar una central nuclear es también una forma de tener un santuario de armas frente a la cada vez más potente artillería ucraniana.  

Además de la amenaza atómica, las autoridades ucranianas advierten de posibles "provocaciones" el 24 de agosto, Día de la Independencia y sexto mes de la guerra. Rusia viene llevando a cabo regularmente ataques mortales contra infraestructuras civiles, como en junio en el centro de Vinnistya o en un centro comercial de Krementchouk, matando a decenas de personas en cada ocasión.  

¿Es posible negociar?

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Frente a lo que Kiev, y también gran parte de la población ucraniana, califica de "estrategia del terror" por parte de los rusos, parece muy improbable la perspectiva de negociaciones políticas, aunque existan canales de diálogo para el intercambio de prisioneros y cadáveres. 

Kiev y Moscú lograron por otra parte alcanzar un frágil acuerdo el 22 de julio sobre la creación de un corredor marítimo seguro para la exportación de grano ucraniano, gracias a la mediación turca y a los auspicios de Naciones Unidas. 

"En el plano político-militar, sólo es posible un proceso de negociación si Rusia sufre varias derrotas tácticas importantes", declaró Mykhaïlo Podolyak a Mediapart. Según este asesor de Volodymyr Zelensky, sentarse a la mesa de negociaciones no sería aceptado por la población ucraniana y significaría, sobre todo, dar a los rusos la oportunidad de reconstruir sus fuerzas y "posponer la guerra". Además, añadió, los 13 millones de ucranianos que han tenido que huir de sus hogares, seis de los cuales se encuentran en el extranjero, no podrán volver a casa mientras dure la guerra.

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