España acelera la modernización del riego ante la llegada de la sequía y la desertificación

Nave de procesado de pimientos en Almería.

Europa, y especialmente la zona mediterránea, se calienta a mayor velocidad que el resto del mundo y una de sus principales víctimas es la agricultura. El sureste de España sufre desde hace décadas una acelerada desertificación debido al cambio climático, pero también por el uso irresponsable del agua que han llevado a cabo la agricultura y la ganadería, responsables del 80% del consumo de este recurso. Para enmendar la situación, en los últimos años se ha llevado a cabo un potente plan para modernizar el riego y aprovechar cada gota, una fórmula cara y que no es siempre una panacea, pero que se ha extendido rápidamente en Andalucía. 

En esta región, más del 80% de los agricultores ya tienen instalada alguna clase de tecnología en sus explotaciones para controlar el empleo del agua, especialmente en Almería y Huelva, dos zonas muy castigadas por la sequía y punteras en la modernización del riego. La cifra proviene de Roque García, el encargado de Agua de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), quien reconoce que la importancia del cambio climático ha tardado en calar en la zona, pero que ya hay una fuerte concienciación entre los agricultores. 

“La mentalidad de conservar el medioambiente ha llegado en los últimos años. Antes el sistema se basaba en sacar toda el agua posible de donde fuese; ahora muy poco a poco y de donde nos dejen”, afirma. En Almería, el caso que mejor conoce, explica que ya necesitan mezclar el agua de pozo con la que sale de la desalinizadora, y es habitual que aprovechen las cubiertas de los invernaderos para recoger el agua de la lluvia, que llegan incluso a inyectar en el subsuelo para tratar de salvar los acuíferos que durante años se han sobreexplotado

Pero la clave para salvar el sector es atacar el desperdicio en el riego y para eso echan mano de la tecnología. La gran mayoría de agricultores ya tiene instalados mecanismos como cabezales automáticos de riego conectados a un ordenador y a unas bombas que distribuyen el agua y el abono que previamente ha programado el agricultor, pero este mecanismo existe desde hace dos décadas. 

La tecnología rupturista que se expande poco a poco es un sistema automatizado completo basado en sensores que miden todos los parámetros de la plantación y que permiten adaptar el riego y los nutrientes que recibe la planta sin que el agricultor interceda. Los que están al aire libre monitorizan la temperatura, el viento, la presión y los rayos UVA y ultravioleta, mientras que los subterráneos analizan la humedad de la planta o la acidez del suelo.

Desde el sector agrario aseguran que estos avances permiten optimizar el uso del agua y convertir la agricultura en una actividad sostenible, aunque otros expertos discrepan. “El problema es que suena muy bien, pero esa agua que se ahorran en lugar de volver al río la usan para ampliar las tierras de cultivo y se termina gastando igual”, opina Santiago Martín Barajas, experto en Agua de Ecologistas en Acción.  

Fernando Maestre, de la Universidad de Alicante y uno de los mayores expertos en recursos naturales, añade que si el campo mantiene esta dinámica de consumo hídrico, en pocos años el sistema será insostenible y no habrá que recortar agua de algún uso, especialmente en el sureste de la península.

En Alicante, donde trabaja Maestre, ya buscan fórmulas para abastecer las tierras con agua desalada ante la falta de reservas y el progresivo cierre del trasvase del Tajo-Segura, pero eso genera un grave problema de precios a los agricultores. “Ahora los agricultores pagan muy poco por el agua porque está muy subvencionada, pero la que llega de desalinizadora es mucho más cara y hace que la cosecha deje de ser rentable y no se pueda exportar”, relata. 

Otro inconveniente de la digitalización del campo es la gran inversión que necesita. Si se tiene una explotación moderna, el desembolso es pequeño, pero una plantación en un invernadero de plásticos tradicional requiere transformar de arriba abajo toda la finca y gastar decenas de miles de euros. Según Roque García, quien cuenta ya con válvulas automáticas de riego y los instrumentos de bombeo, puede digitalizarla completamente por menos de 10.000 euros, pero hacer toda la instalación de cero —con la tierra ya comprada— cuesta unos 30 euros por metro cuadrado, unos 300.000 para una explotación de tamaño medio. 

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Aquí entran en juego las ayudas públicas y los Fondos Next Generation de la Unión Europea han sido uno de los grandes impulsores. El Kit Digital da entre 2.000 y 12.000 euros para pagar el programa informático que conecta los sensores y riegos con los servidores que los controlan y ha tenido mucho éxito en los últimos meses, según cuentan desde UPA. El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia también ha destinado 123 millones a 17 actuaciones para modernizar regadíos en Andalucía, la comunidad que más fondos recibe y 9 de ellas van dirigidas a Almería. 

La empresa Invernadero Inteligente, en Roquetas de Mar (Almería), se dedica a vender esta tecnología y asegura que las ayudas públicas han dado un impulso muy importante al sector. “Los sensores tienen mucho éxito porque pueden comprarse con el Kit Digital. Creo que hay que seguir por esa senda y asegurarse de que las ayudas lleguen a los pequeños agricultores”, cuenta Paco Gutiérrez, el dueño de la compañía. 

Según cuenta, las nuevas técnicas de riego avanzan muy rápido y la incorporación de la inteligencia artificial a las plantaciones permite incluso que un ordenador pueda predecir qué enfermedades atacarán al cultivo con meses de antelación. “No se trata de sustituir al agricultor porque nadie conoce como él la finca, pero sí ayuda mucho en la toma de decisiones y facilita el trabajo diario”, afirma.

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