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La torpeza

La torpeza.

Jorge Ulanovsky Getzel

Llegada una edad en la que, como los frutos del limonero que tan maduros se tiñen de un amarillo intenso y comienzan a caer, a Georges, no más ponerse en pie, se le presenta una preocupación diaria capital. ¿Cómo lograr concentrarse en lo que hace, en cada acto, en cada movimiento físico o expresión verbal, sin cometer una torpeza? Sin irse por las ramas, ni tropezar dos veces, o tres, con la misma piedra, ni decidir lo que sea para tener luego que arrepentirse. ¿Jubilado? Se pregunta. ¡Vaya trabajo cotidiano tan intenso, agotador e ingrato! Ayer produjo una abolladura en el guardabarros delantero del coche al golpearlo contra una valla, por no haberse bajado y observar de cerca la distancia con la que contaba para mejor aparcar. Se acercó alguien a él para preguntarle por una dirección y lo envió en sentido contrario. Debió pagar tres multas por haberse metido en zona ACIREsaltándose la restricción. Se enfadó injustamente con su perro al culparlo por algo que el pobre chucho no había hecho. Atravesó una calle por el paso de cebra sin haber notado que además había un semáforo con la señal peatonal en rojo. Por no releer detenidamente un artículo lo envió con cantidad de incorrecciones. Por ser indiscreto provocó un conflicto entre vecinos. Georges nunca acabó de asimilar del todo el hecho de que una vez que, de pequeños, comenzamos a hablar, lo más difícil después es saber callar. Vive marcado de por vida por el disgusto de haber reñido en una triste ocasión a su mujer cuando ella, por la gravedad de su enfermedad, se veía impedida de hacer lo que se le pedía. Habiendo mediado la muerte, se quedó Georges sin la oportunidad de haber sido más explícito en la manifestación de las disculpas que su amada merecía. Por no abundar en tantas otras historias de inconfesable y vergonzosa reputación, que tanto él, como cualquiera, guarda en su repertorio personal. ¡Cuánta indeleble y vil torpeza!

No obstante, a Georges, en algo le alivia un consuelo. Probablemente suceda con los años que uno se vuelve más consciente de cuán torpes somos y cuánto lo hemos sido a lo largo de todas nuestras vidas. Pero observando a los jóvenes y al mundo en general, no parecen estar vacunados contra tal defecto. La juventud actual se ha formado en el marco de una carrera feroz catapultados por la competitividad y la meritocracia. Van arrastrados por la velocidad de una maquinaria existencial supersónica. Ahora bien, la vez que Georges ha pedido a algún chaval o chavala una ayuda para resolver un bloqueo informático en su ordenador, con una rapidez impresionante, han sido capaces de ponerlo todo patas arriba y crear un desorden difícil de corregir. También ellos, se sumergen en el caos, y cuando no pierden la tarjeta, no encuentran las llaves o la cartera.

¿Y qué sucede con la sociedad? Demuestran los pueblos tener la memoria muy corta. En periodos de paz, se olvidan de salvaguardarse con todas la fuerzas habidas y por haber contra cualquier tendencia o brote belicista. La torpeza colectiva se asocia a la compulsión a la repetición. Se naufraga con la opción de someterse al totalitarismo cruel y sanguinario de una dictadura, o sujetarse al autoritarismo demagógico, aunque preferible, de una dictablanda. Y la nave va. Y ni hablar del daño que se ocasiona a la naturaleza como si no se formara parte de ella. La política, sucumbe, tantas reiteradas veces, a la insensatez autodestructiva de la estupidez patriotera, y el narcisismo autofágico. La torpeza es una tara congénita de nuestra especie. Ha ocasionado la caída de reyes y hasta imperios. Y tanto héroes como revolucionarios se han dejado atrapar por la tentación megalomaníaca de convertirse en dioses.

Mientras Georges desayuna escucha por la radio las noticias de la BBC. Luego las completa y compara con las de France Info e infoLibre. También lee algunos análisis y comentarios periodísticos. Aparte de reflexionar sobre cómo transcurrir el día cometiendo el menor número posible de torpezas, se cuestiona sobre si no se habrá vuelto sin querer un adicto compulsivo a la posesión instantánea de la última información, a la recepción obsesiva de notificaciones y alertas, al impacto emocional de las noticias que lo sacuden, es decir, un tanto masoquista e infoDependiente. Advirtiendo que se siente drogado por la sobredosis de protagonismodrogado que en todos los medios se les otorga a los dirigentes, líderes y maniquíes del escaparate político. Se interroga, sobre qué diferentes serían nuestras vidas si todos esos predicadores que se creen capacitados como para orientar y mandar a los demás, para salvarlos del extravío, fueran capaces de mirar un poco hacia el interior de sí mismos, sus infamias, indecencias y torpezas. Mientras tanto, la prensa se congratula, machacando al público cada día, con el seguimiento de sus volteretas, piruetas, falacias y traiciones, convirtiéndose en instrumento, intencionadamente o no, de sus campañas propagandísticas para favorecer a algunos en contra de otros. Piensa que ya es hora de independizarse de tanta página de actualidad, convulsa y acelerada, para darle más tiempo a la lectura de los libros que le ofrezcan el apaciguado e instructivo placer de un relato literario, íntimo en su expresión poética, diverso en en su narración distendida, cosmopolita, e ilustrativo en la representación novelada de la Historia y las relaciones afectivas. Georges concluye que siendo la realidad tan compleja e inaprensible nada tan apropiado como la ficción para mejor poder aproximarnos a ella y alejarnos del convencionalismo dominante.

Por la clásica BBC radio 3 transmiten el Cantus in memorian Benjamin Britten, de Arvo Pärt. Georges cerró el iPad y se entretuvo unos minutos contemplando en su móvil, embelesado, las últimas fotos de su nieta de año y medio que recientemente le envió su hija. Para apreciar luego las que son las cotidianas compañías de su entorno. Sobre la misma mesa, a la espera, un libro con el marcador introducido sobre la mitad de sus páginas. Des chemins qui bifurquent, de Marie-Christine Rosse, y dos números recientes de The New York Review of Books, aún encerrados en sus bolsas postales de plástico. En esa novela se narran varias historias cruzadas que transcurren en el escenario de un bistró parisino, con aire intelectual y bohemio, en el que los personajes tienden a ser víctimas de amores contrariados. A lo largo del día irá alternando la audición, dependiendo de la programación, pasando de la BBC3 a France Culture, France Musique y TSF Jazz. Elevando su mirada, observa con agrado al perro jugando con una pelota. Más allá, los naranjos y limoneros, los olivos, los algarrobos y los cipreses. Y la higuera que sigue creciendo, magnífica, después de haber sido plantada junto a las cenizas de su querida mujer. Como telón de fondo, el intenso y adorable azur del Mediterráneo. En síntesis, la vida, en lo que a todos más nos importa, o sea, en el marco próximo de nuestra subjetividad. _____________

Jorge Ulanovsky Getzel es socio de infoLibre

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