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“Viña Rock, ¡viva la madre que os parió!”

Mars, de Habeas Corpus, en el concierto del colectivo Riot Propaganda.

Algunos  llegan al Viña Rock 2013 rezando, a quien quiera que sea su dios, para que no caiga un diluvio universal semejante al que se vivió el año pasado en la llanura albaceteña de Villarobledo. En aquella edición, 60.000 personas no tuvieron más remedio que poner al mal tiempo buena cara. Por suerte, este año el tiempo mejoró casi hasta la ironía: sol radiante, cielo azul y principios de quemaduras solares generalizadas.

Pero hace falta algo más que malas aguas o temperaturas de fuego para que la música no sea la principal protagonista en un festival con la personalidad que presenta Viña Rock. El buen ánimo y las ganas de que la mañana pasase, avanzase la tarde, se escondiera el sol y comenzasen los conciertos se convirtió en la tónica durante los cuatro días (1, 2, 3 y 4 de mayo) que duró el evento.

Esta es la mayor fiesta de la música nacional independiente, la del festival alternativo por excelencia. Y se nota en la entrega, tanto del público como de los artistas. Ni uno ni otros suelen defraudarse y el Viña Rock, lejos de ir a menos por la rutina de grupos que se repiten en sus ediciones, sigue creciendo y se consolida como uno de los festivales de referencia a nivel nacional y, poco a poco, europeo. Este año cumplía su mayoría de edad y la celebración confirmó gratamente las expectativas depositadas por todos. “Un Viña Rock histórico”, lo definía la propia organización en un comunicado emitido tras su cierre.

Por allí han pasado más de 61.000 asistentes diarios durante las tres jornadas de conciertos; 75.000 personas acogidas en la localidad; y más de 200.000 durante los cuatro días, según datos ofrecidos por el alcalde del municipio en la rueda de prensa celebrada el último día en las instalaciones del recinto. De hecho, para conocer el impacto socioeconómico que el festival genera tanto en Villarrobledo como en la provincia de Albacete, la consultora internacional Deloitte realizará un estudio sobre ello.

Cifras que las instituciones miden y cuantifican, y a los viñarockeros enorgullecen sin ser más que un recuerdo sorprendente y ejemplificador de lo que, tras los años, puede llegar a suponer un encuentro de este tipo, tanto en el aspecto económico como en el humano.

FOTOGALERÍA DE LOS CONCIERTOS

La fiesta arrancó el mismo Día del Trabajo, el 1 de mayo, con los conciertos de Che Sudaka, Iratxo, Tomasito, Los Aslándticos y La Selva Sur en el encuentro de bienvenida en el cámping con los miles de asistentes que ya estaban acampados. Hay quienes llegaron antes, el lunes o el martes, para ubicar su campamento en una zona privilegiada, pero la mayoría de la gente llegó a la cita entre el miércoles y el jueves.

Pasada la primera noche, llegó el momento de salir de la zona de tiendas e inaugurar los cuatro escenarios (Villarobledo, #HazloLegendario, Ron Legendario y Babilonia/Viña Clon) que albergarían los más de 70 conciertos celebrados a lo largo de todo el festival. Decenas de destacados grupos nacionales e internacionales pisaron esas tablas combinando rock, mestizaje y hip-hop para goce y regocijo de sus fans.

El segundo día, más de 20 bandas hicieron vibrar a miles de viñarockeros que no quisieron perderse los conciertos de los estadounidenses Pennywise, Boikot –que ya cuenta once participaciones, el grupo más veterano del festival–, El Canijo de Jerez –fundador garrapatero de Los Delinqüentes–, Gigatrón, el reggae de Morodo, las letras cargadas de mensajes políticos reivindicativos con el puño de Riot Propaganda en alto o la Pegatina, entre otros.

El tercer día, Soziedad Alkoholika y Obrint Pas revolucionaron al público para dar paso a dos de los cabezas de cartel que más expectación levantaron: el punk británico de The Toy Dolls y Talco, quienes pusieron la nota internacional a una noche en la que el frío arreciaba a un público totalmente entregado. Mientras tanto, en el escenario Babilonia, la presencia de Toteking & Shotta y Swan Fyahbwoy desataba la locura por ser dos de los raperos más esperados. En el lado del metal, Narco revolucionaba los bajos de unos altavoces que, finalmente, Warcry se encargó de maltratar entre agudos y graves.

Guía para que no te pierdas nada en Viña Rock

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Y llegó el cuarto y último día, con muchas de las ilusiones puestas en su programación por poder seguir disfrutando de bandas como El Último Ke Zierre, Bongo Botrako, Fermín Muguruza (Kortatu), los ritmos y sonidos guturales de Sepultura, la presentación del nuevo disco de Lírico, La Excepción, Barón Rojo y La Raíz. Aunque, sin lugar a dudas, el gran atractivo de la última jornada, con un lleno absoluto y un espectáculo que no defraudó, fue un grupo que llevaba tres años sin dar un concierto en España y ahora presentaba nuevo disco: Ska-P. Si el concierto que le precedió, el de Lendakaris Muertos, fue una verdadera muestra de sintonía y reconocimiento entre el público y el grupo navarro, el espectáculo que ofrecieron los de Vallecas se convirtió en un reencuentro que se había hecho esperar demasiado tiempo.

Entre los escenarios que anunciaba el Viña Rock hubo uno considerablemente más pequeño que el resto y al que, sin embargo, nadie se le ocurrió bautizar con nombre y patrocinio propio: el Escenario Resaca, como etílicamente lo apodaría el humorista Miguel Iríbar, albergó el Viña Comedy. Una iniciativa donde tres cómicos –el mencionado Iríbar, Quique Macías y Álvaro Velasco– del canal televisivo Paramount Comedy acompañaron, en tres sesiones diarias a lo largo de los tres días del festival, a aquellos que, cansados o en busca de un cómodo asiento bajo una sombrilla que les cobijase del sol, acudían al área de fumadores a cambiar la música en directo por monólogos con los que reírse en vivo.

La mañana siguiente al cierre del festival suele presentar todos los años un aspecto similar: gente que se despierta a media mañana, maldice su estampa, recoge su tienda –si es que no salió volando y ascendió al cielo arrastrada por un torbellino, como le ocurrió este año a algún desafortunado–, se lamenta entre sollozos porque “esto ya se ha acabado” y, como un mochilero cualquiera, se echa su casita portátil a cuestas hasta el año que viene. Algunos lo llaman depresión postViñacacional. Otros preferimos quedarnos con el último grito de Ska-P en su concierto: "Viña Rock, ¡viva la madre que os parió!"

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