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Filosofía

Contra el cinismo, Gomá

El filósofo Javier Gomá.

El cinismo podría ser a día de hoy el resorte al que recurrir automáticamente ante el desolador panorama que nos rodea. Haciéndole frente, sorteando la llamada “filosofía de la sospecha”, imperante en nuestro tiempo, el pensador Javier Gomá ha optado por otra vía, la de la construcción. Proponer en lugar de criticar. En un edificio literario que le ha costado 30 años erigir desde que la idea germinara en su cabeza, el bilbaíno acaba de finalizar su tetralogía de “la experiencia y la esperanza”, publicada en conjunto por la editorial Taurus (en librerías a partir del 29 de octubre), y compuesta por los volúmenes Imitación y experiencia; Aquiles en el gineceo, o aprender a ser mortal; Ejemplaridad pública;Aquiles en el gineceo, o aprender a ser mortal Ejemplaridad pública y Necesario pero imposible, o ¿qué podemos esperar?

Aunque cada uno de los libros fue editado entre 2003 y 2013 siguiendo el ritmo de producción del autor, que antes pasó dos décadas meditando su contenido, estos se presentan ahora como la unidad que conforman. Lo que no quiere decir necesariamente que no puedan abordarse de manera independiente. “No es una exposición sistemática, sino orgánica”, abunda el filósofo, que se reúne con infoLibre en su elegantemente clásico y muy espacioso despacho de la Fundación Juan March, de la que es director. Cada libro tiene efectivamente su autonomía, su sentido propio, aunque todos ellos están recorridos por un trasfondo común, fundamentado en la noción de ejemplaridad.

De la ejemplaridad

En los propios términos del filósofo (Bilbao, 1965), esta ejemplaridad puede entenderse como el “mismo sol” en torno al que giran los cuatro libros. Una aspiración concebida como un ideal. “La existencia del hombre está definida por la tensión entre la realidad y el ideal”, explica. Mientras que este es, por definición, “lo que debe ser” y, por tanto, “perfecto”, en aquella la contingencia de la vida impone sus propios límites para su culminación. “La realidad es siempre imperfecta, pero no debemos renunciar al ideal”, que describe como un “horizonte que se aleja según se avanza, que nunca se alcanza pero que, aun así, marca una dirección”.

El goteo constante de noticias sobre la corrupción en apariencia endémica que asola este país inevitablemente arrastra al pensamiento de que nuestra sociedad no podría estar más alejada de ese ideal de ejemplaridad. Gomá, sin embargo, extrae de ello la parte positiva. “Nos escandalizamos, y esto sí es bueno”, opina, “porque significa que seguimos teniendo un plano de idealidad”. Como tema poco tratado por la filosofía contemporánea, inmersa en un momento de crisis al primar la descripción frente a la prescripción, la ejemplaridad que analiza y promueve Gomá no es sin embargo fruto de una intención de originalidad por su parte. Esta cualidad de innovación es, de hecho -y a su juicio-, consecuencia del “impacto del romanticismo” que, aunque “extraordinario y positivo”, acaba por abocar a un cierto manierismo.

De la experiencia a la esperanza

De los fundamentos de esa teoría de la ejemplaridad, que Gomá recoge en Imitación y experiencia, el libro “más académico” de los cuatro, la serie se mueve hacia la expresión de la individualidad como única forma de existencia, plasmada en Aquiles en el gineceo, el volumen “más confesional”. El “ensayo más convencional en su forma”, Ejemplaridad pública, compone además el tercer y último volumen centrado en la experiencia, abordando la cuestión de la filosofía política, la gestión de la convivencia. Necesario pero imposible, “creado en torno a una hipótesis”, presenta al fin la visión de la esperanza, adentrándose en un terreno poco o nada transitado por los pensadores desde los tiempos de Kant: el de la vida más allá de la muerte. O, como dice el filósofo, “la mortalidad prorrogada”.

Apuntalado sobre esa irrenunciable individualidad que define al ser humano, el anhelo de la superación de la “indigna” muerte -que ensucia con su advenimiento la “dignidad” inherente a la vida- bebe de la doctrina del hombre al que Gomá llama “el Galileo”. Prefiere ese apelativo al de Jesucristo porque no se interesa en su figura en tanto que dios, sino como personaje histórico que, según la tradición, continuó su individualidad una vez hubo perecido y es, además, paradigma de ejemplaridad. De ahí que no se fije en otras religiones o en las filosofías orientales, de las que dice son más bien “una terapia”: “Buscan mejorar la vida de una manera práctica, más que definirla conceptualmente”.

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El filósofo como literato

Hablábamos en el primer párrafo del “edificio literario” levantado por Gomá. Él insiste precisamente en esa idea: la de que filósofo no es sino sinónimo de literato. Es por ello que su tetralogía se cierra con una oda a las musas, instigadoras de su durante largo tiempo punzante y hoy por fin satisfecha vocación de "juntapalabras". Y ahora que puede declararse “dichoso porque la vida no haya desbaratado mis planes”, habiendo al fin completado el que ha sido su gran proyecto vital, que ya imaginó “a los 15 o 16 años”, se impone el “deseo de descansar”. Quizá, no obstante, si se conjugan los factores necesarios, se vuelva a dejar guiar por otra iluminación, la que le dice que la sociedad actual está necesitada, frente a la abundancia de textos, de más “oralidad y presencialidad”.

Aunque intuida con anterioridad, esa inspiración cobró plena forma cuando, en la presentación de uno de sus libros, el actor José Luis Gómez leyó en voz alta, sobre un escenario, dos de sus ensayos cortos. “Se produjo algo de carácter un poco milagroso”, recuerda. “Si de verdad interprelan a la gente, puestos en escena los textos filosóficos pueden conmover tanto o más que los literarios”. De la página impresa, podría llevar así su filosofía al teatro. "Imagínate tres escenas, cada una de 20 minutos, que pueden combinar el monólogo, el diálogo o incluso tres personajes, en las que se reflexiona sobre la soledad, la amistad, el amor, el dolor, la vocación... tantas cosas", fantasea. "Esa nueva aproximación, esa especie de promiscuidad de cuerpos que se produce en la escena, es algo que va a tener especial vigencia, y creo que la filosofía puede decir algo en ello". 

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