La portada de mañana
Ver
Cinco reflexiones cruciales para la democracia a las que invita la carta de Sánchez (más allá del ruido)

Literatura

El periodismo o la impunidad

El escritor Mario Vargas Llosa, durante la presentación de su novela.

Un cuchillo de mesa puede transformarse en un arma, un puñal se puede usar para comer y con el periodismo ocurre igual, puede seguir el primer camino o el segundo, dependiendo de en qué manos esté. Por desgracia, en estos tiempos cínicos está cada vez más a menudo en las de los usureros, los manipuladores y los golpistas de guante blanco que saben que pervertir los medios de comunicación es sencillo: sólo hace falta crear una crisis, esperar a que el agua les llegue al cuello a los periodistas, ofrecerse a salvarlos y entrar en sus consejos de administración como antes entraban los tanques en una ciudad tomada. Lo peor del dinero siempre es lo que quiere a cambio: obediencia, impunidad, silencio...

Mario Vargas Llosa nunca se ha conformado con ser nada más que él mismo, un escritor al que sus novelas seguramente habrían llevado por sí solas a las cumbres de la literatura que ha alcanzado gracias a su talento y su perseverancia, entre ellas el Premio Nobel y el Cervantes: La ciudad y los perros, Conversación en la catedral, La fiesta del chivo o El sueño del celta, entre otras muchas de ayer y de hoy, se bastan y sobran para demostrar que su autor es uno de los grandes escritores de nuestro tiempo. Pero sin contentarse con eso, también ha frecuentado el teatro, siempre como dramaturgo, desde la época de Kathie y el hipopótamo y El loco de los balcones hasta la de Las mil noches y una noche, y ahora incluso como actor, por ejemplo en Los cuentos de la peste. En ese terreno, desde luego que no es Vittorio Gassman ni Marlon Brando, pero confieso que cuando lo vi en el estreno de Madrid, vestido con una túnica, ayudándose con un micrófono para alcanzar la voz entrenada de los profesionales y tirándose por los suelos a los pies de Aitana Sánchez Gijón, tuve algunas sensaciones encontradas y al final resumí la disputa interior diciéndome: qué valor tiene y qué vivo está. Hasta los cincuenta años, el movimiento se demuestra andando; y a partir de ahí, no parándose.

El periodismo es otra de las pasiones y oficios de Vargas Llosa, y nunca ha dejado de practicarlo en diversos medios, y desde hace años, semanalmente en el diario El País. Pero también es una presencia continua en sus novelas, algo muy lógico puesto que casi todas ellas tratan del poder, de la lucha entre la libertad y la opresión, y en esa batalla la prensa ocupa un lugar central. También en la que acaba de publicarse. Cinco esquinas, donde se evidencia el doble filo de esta profesión que nunca antes ha estado tan al borde del abismo como en la actualidad, entre otras cosas porque corre tanto peligro su supervivencia como su independencia.

Vargas Llosa: “El populismo ha sido derrotado en Argentina”

Vargas Llosa: “El populismo ha sido derrotado en Argentina”

La historia habla de un chantaje, igual que ocurría en El héroe discreto: el que trata de hacerle el director de una revista miserable, de ésas que son un barco pirata de papel cuya bandera está hecha de los trapos sucios de los famosos, a uno de los hombres más ricos del Perú, que en un momento de debilidad ha sufrido una emboscada y ahora se enfrenta a unas fotos comprometedoras que tal vez podrían acabar con su carrera y muy probablemente con su matrimonio. Sin embargo, el millonario, que es un hombre reprimido e hipócrita de la peor manera que se puede serlo, engañándose a base de mentirle a sus instintos, tiene un golpe de dignidad y echa de su oficina, sin contemplaciones, al miserable que trata de extorsionarlo y pretende que se conviertan en socios para así transformar su libelo en una publicación de ámbito nacional, multiplicar su tirada y su influencia, dejar de buscar en los cubos de la basura de los artistas y empezar a hacerlo en el de los políticos. El enfrentamiento tendrá consecuencias terribles para uno y para el otro. Y cuando eso suceda, el peso de la trama recaerá sobre Julieta Leguizamón, alias La Retaquita, una redactora desalmada que escribió en gran parte el texto que acompañaba aquellas imágenes vergonzosas y hacía de perro de presa de su jefe para investigar a los personajes que trataban de calumniar y hundir. La joven, que al verle las orejas al lobo decide salir a cazarlo, es una demostración de que hay quien sólo comprende el daño que sufre, no el que causa a otros, pero que a veces probar tu propia medicina sirve para que quienes lo hacen cambien de rumbo, salten del hemisferio del mal al de la decencia. Es posible que La Retaquita no se quede ahí, que regrese a la zona oscura en cuanto se sienta a salvo; y también puede que pese a todo haga un gran servicio a la comunidad, el que suelen hacer los arrepentidos. No hace falta citar a los Assange o Falciani del mundo real para confirmarlo.

Por supuesto, estas Cinco esquinas de Mario Vargas Llosa tocan otros asuntos, y por encima de todos ellos el de la pasión y el deseo: ¿hasta qué punto somos aquello que nos negamos, lo que nos da miedo hacer? La relación entre las mujeres de los dos amigos que protagonizan la novela y los sueños eróticos del marido de una de ellas, indaga en esos territorios laberínticos de la condición humana. Y naturalmente, importa mucho la época en la que se enmarca la ficción, que es en la dictadura de Fujimori y de su siniestra mano derecha, el entonces todopoderoso Vladimiro Montesinos, cuyas intrigas criminales asolaron el país hasta que la justicia y el clamor popular pudieron al fin dar con sus huesos en la cárcel.

Pero ante todo, esta novela es una reflexión sobre el periodismo, sobre los riesgos de vivir en una sociedad donde los poderosos lo tengan maniatado y lo hayan puesto a su servicio para convertirlo en otra de esas alfombras bajo las que barren los escombros de la corrupción. En España, por suerte, aún no hemos llegado a ese nivel del Perú de Fujimori, pero la larga mano del dinero y la política sí que ha entrado en muchos medios de comunicación, y cuando lo hace sólo es con un fin: para utilizarlos en beneficio propio y como instrumento contra sus rivales. Hay tantos ejemplos, que no es necesario poner ninguno. Leer esta nueva obra de Mario Vargas Llosa nos hace recordarlos todos, por eso merece la pena no dejarla pasar de largo. Sin periodismo, o con el periodismo en las manos equivocadas, sólo quedaría la impunidad.

Más sobre este tema
stats