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'Muerte y cenizas', corrupción inmobiliaria en la Sevilla romana

El escritor Teo Palacios, en la Feria del Libro de Madrid.

Llegan noticias de Roma: la ciudad, con Nerón a la cabeza, lleva semanas sufriendo una serie de misteriosos incendios. En Híspalis, ciudad de provincias del Imperio romano que se convertiría más tarde en Sevilla, los rumores corren como el fuego que los origina. Cuando allí también empiezan a arder manzanas completas aquí y allá, las elucubraciones se convierten en preocupación genuina. ¿Quiénes son los responsables de la destrucción de la ciudad? Esa es la premisa de Muerte y cenizas(Edhasa), la nueva novela histórica de Teo Palacios (Dos Hermanas, Sevilla, 1970). Será al abogado Gayo Longo Licinio a quien le caiga en suerte el misterio. Y las investigaciones apuntan en una dirección lógica: los culpable serán quienes se lucren con ello

Así, el autor reúne en sus menos de 450 páginas varios elementos al cóctel: novela histórica, detectivesca, judicial y, si se apura, humorística. "¿Por qué no?", bromea el sevillano, que no descarta hacer de este volumen el primero de una saga. "El origen de la novela era escribir un Sherlock Holmes en época romana, que no es el primero. Pero en Hispania no se había hecho nunca, porque estos personajes siempre parecen actuar en Roma." Desplazar el lugar de la acción del centro del Imperio a sus márgenes le permitía acercar los personajes a los lectores españoles, pero también abordar otra manera de contar el pasado. "¿Por qué se habla siempre de Sevilla en el Siglo de Oro? Porque era el centro del mundo. El día a día no le interesa a casi nadie, nos acercamos más los grandes momentos históricos y no tanto de lo que ocurre entre ellos. Es un error, porque la historia siempre se fabrica en esas grietas", asegura. 

Si en un principio quiso centrarse en Itálica, en el actual municipio de Santiponce, un asentamiento romano fundado en el 206 a.C. y ciudad natal de los emperadores Trajano y Adriano. Pero se le cruzó otro pensamiento: ¿qué pasaba en provincias durante los últimos años del tumultuoso reinado de Nerón? ¿Llegaban a los confines del Imperio los temblores que llevarían a la devastación de la Ciudad Eterna y, finalmente, a una guerra civil? "Tuve que desplazarme a Híspalis, porque por entonces Itálica aún era muy poquita cosa, mientras que Sevilla ya contaba con un puerto enorme", señala Palacios. La dificultad estribaba en que los sucesivos habitantes de la actual Sevilla han dejado pocas huellas de su trazado y organización en tiempos del Imperio. Pero cualquier lector de novelas policiacas sabe la clase de personajes que se refugian en la noche de los puertos y los jugosos sucesos que prometen.

En Muerte y cenizas hay, desde luego, asesinatos en los bajos fondos, extraños sospechosos, prostitución y juergas. Pero también se intuye la sombra de la corrupción. Teo Palacios se echó a reír cuando vio en prensa la operación Lezo en torno al Canal de Isabel II. Porque allí, en ese libro escrito hace tres años sobre una ciudad de hace dos mil, había dibujado algo similar: en Híspalis hay una trama de corrupción en torno a las nuevas canalizaciones del acueducto. "Por el precio adecuado, puedes conseguir que el caudal de agua que llega hasta tu casa sea mayor que el concedido por las autoridades, o incluso disponer de una canalización sin haber pagado el impuesto debido", se lee en el libro. "No hay nada inventado, somos lo que somos y no hacemos nada para que esas cosas dejen de ocurrir", denuncia el autor. "Esa es, precisamente, una de las cosas que más me interesan de la novela histórica: llamar a que empecemos a tomar cartas en el asunto".

40 años de Historia (de mentira)

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No el único tufo a ilegalidad que recorre el libro. A los lectores gallegos les sonará la capacidad del fuego de convertir paupérrimos terrenos forestales en lucrativos pastos recalificados. Pues los romanos ya lo sabían. El incendio de manzanas completas de casuchas de un par de plantas permite construir sobre ellas flamantes edificios de mayor capacidad y precio. En un momento dado, Gayo y su amigo Marco discuten sobre la legalidad de la práctica. En un momento dado, dice el letrado, se desarrolló una ley para evitar que las llamas fuesen lucrativas. Pero luego, y por proteger a un importante patricio, se redactó otra en sentido contrario. "¿Entonces, puede hacerse o no?", le pregunta su colega. Gayo le contesta: "Las leyes están hechas para contentar al pobre y proteger al poderoso". Lo repite Palacios: "Eso es así, sigue siendo así".

No es la primera vez que el escritor trata en sus novelas corruptelas del pasado que suenan extrañamente recientes. En El trono de barro (2015) se ocupó del duque de Lerma, uno de los corruptos más famosos de la historia. De hecho, fue el inventor del pelotazo inmobiliariopelotazo . Francisco de Sandoval y Rojas se hizo primero con unos terrenitos en Valladolid... y luego convenció a Felipe III de que trasladara allí la Corte, revalorizando de la noche a la mañana sus propias posesiones. Esta es quizás la más famosa de sus fechorías, pero no la única. "Nos mueven las mismas pasiones y deseos", señala Palacios, "solo eso explica que tropecemos varias veces con la misma piedra". Una desgracia para la humanidad, pero una suerte para el escritor. Porque, si no hubiera ecos del pasado en el presente, ¿qué lector se rascaría el bolsillo para aprender sobre historia?

 

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