Cultura

Bombardeos sobre nuestra propia historia

"¿Tres bombas? ¿Pero cómo tres bombas?". Óscar Vives no entendía las historias de la Guerra Civil que se contaban en su pueblo, Benassal, en el Maestrazgo. ¿Cómo tres bombas habían arrasado buena parte de la población castellonense y habían dejado 13 víctimas mortales identificadas? ¿Por qué habían llegado esas únicas tres bombas en tres aviones, cuando el frente quedaba aún a varios kilómetros y el pueblo no había sufrido todavía ningún ataque aéreo? Un día, leyendo La Guerra Civil española, de Antony Beevor, este profesor de Física de la Universidad Jaume I se topa con un párrafo que menciona su pueblo: "En primavera de 1938, durante el avance a través de Aragón, la Legión Cóndor bombardeó pueblos y ciudades —incluidas Albocácer, Ares del maestre, Benasal y Vilar de Canes—, luego tomó fotografías de ellos, desde el aire y desde el suelo para evaluar las pautas de los bombardeos y el monto de la destrucción que habían causado". ¿Por qué jamás había escuchado hablar de aquello? En ese momento, Vives conectaba la memoria familiar con la historia y comenzaba una minuciosa búsqueda de respuestas. 

Esa es la historia que relata Experimento Stuka, el documental dirigido por Pepe Andreu y Rafa Molés ycoproducido por TVE, que este miércoles se estrenaba en Madrid. La de un pueblo que se encuentra con su propia historia, enterrada tras el olvido y el miedo. Porque aquella cita perdida condujo a Vives, decidido a conocer qué había pasado, a los archivos militares en Friburgo. Allí permanecía una carpeta de unas 60 páginas, con 70 fotografías, en la que la Legión Cóndor documentaba los efectos de sus nuevas bombas de 500 kilos que comenzaban a probarse en los aviones Junkers Ju 87A, conocidos como Stuka. Después de semanas realizando ensayos en la zona en campo abierto, entre el 18 y el 30 de mayo de 1938 la aviación alemana que batallaba en el frente junto a las tropas franquistas salió a ensayar con sus nuevos juguetes. Si los Stuka lanzaban una única bomba de 250 kilos, aquí cargan una de 500 kilos. Por probar. El resultado: 27 bombas, al menos cuatro pueblos devastados, 40 civiles muertos identificados y una herida que llega hasta hoy. 

Cuenta Rafa Molés que conoció a Vives cuando él trabajaba también, como profesor asociado, en la Jaume I. "Un compañero me comentó la historia: que hay un vecino de Benassal que se empezó a preguntar por qué habían bombardeado su pueblo, porque allí el Grupo de recuperación de la memoria histórica empezó a investigar y salía una historia un poco rara...". Lo primero fue grabar los testimonios de los últimos que, siendo niños, habían vivido los bombardeos en el pueblecito que hoy suma algo más de 1.100 habitantes. Los pocos supervivientes pasan de los 85 y llegan hasta los 93 años. Lo segundo, ponerse en contacto con Beevor, que participa en la película. "Se mostró muy sorprendido de que todo esto no hubiera llegado a los protagonistas de esta historia", dice el codirector. Al fin y al cabo, él ya lo había anotado en su libro, un referente publicado en 1982 y traducido al castellano en 2005, y otros historiadores habían trabajado ya sobre esa carpeta, una de las más detalladas de las que han sobrevivido en el archivo militar alemán. "¿Cómo es que los propios vecinos seguían teniendo una visión confusa de la historia? Algunos de ellos incluso seguían pensando que habían sido los republicanos".

  Tenían sus razones para estar confusos. En primer lugar, el franquismo había culpado de estos ataques de sus aliados nazis a los defensores de la República. En un volumen de Estampas de la guerra, una serie sobre la contienda editada por el bando fascista en 1939, se mostraba una imagen del centro de Albocàsser completamente destruido. "Entre las ruinas que dejaron los rojos, los habitantes del pueblo buscan los restos de sus hogares deshechos". ¿Qué ha fallado para que las víctimas no conocieran la verdad histórica detrás de aquellos ataques? Responde Molés: "Lo que fallan son 40 años de dictadura donde hablar es muy peligroso y te podía costar la cárcel, la muerte o el abandono de parte de la sociedad. 40 años en que solo una parte se puede manifestar y los otros tienen que callarse. Y después, una Transición necesaria pero que a efectos históricos, por lo que hemos visto, ha durado 40 años más". 

El pueblo de Ares, fotografiado desde el aire por los soldados de la Legión Cóndor. / SUICAFILMS

El descubrimiento, aun a destiempo, ha cambiado en parte la memoria de esos cuatro pueblos. Se ha retirado, por ejemplo, el monolito que en Benassal homenajeaba a Alfred Simon, soldado alemán fallecido al intentar desactivar una bomba lanzada por su propia Legión Cóndor. En su lugar, se ha colocado una placa que recuerda a todas las víctimas de aquellos bombardeos. Se organizó una exposición de fotos con aquellas imágenes tomadas por los alemanes. En otros pueblos de la zona han empezado a organizarse otros grupos de recuperación de la memoria histórica como el que trabaja allí. Y hay otros cambios más íntimos, más sutiles. El del hijo de un militante republicano que ahora sí puede defender a su padre ante quienes decían que aquello había sido cosa de los rojos. O el de Antoni Girona, a quien sus padres enviaron siendo un niño a este pueblo perdido, lejos de la convulsa Barcelona y todavía lejos del frente. El niño, viéndose en un pueblo bombardeado, pensó que sus padres querían deshacerse de él. "Ahora, al saber la verdad", dice su sobrina, sabe que "lo que pretendían era salvarle". 

Una profesora de historia nacida en Albocàsser y emigrada a Alemania explica a sus alumnos —muy concienciados sobre la necesidad de recordar los horrores del nazismo— qué sucedió en la Guerra Civil y, desde hace unos años, qué pasó en su pueblo. Pero, para ella, "volver al pueblo significaba censurarse". En las familias, explica Rafa Molés, no se habla de la guerra, en ocasiones por miedo y en ocasiones por generosidad, "para no generar odio en los hijos". Pero el documental ha derribado esas barreras construidas durante décadas. Estos pueblos del Maestrat han comenzado, incluso, a hablar entre sí, a poner en común sus experiencias. "No nos habíamos conectado con nuestra historia. Por eso 80 años después tenemos el conflicto de qué hacer con Franco, o cruces a los caídos en tantos pueblos. No se ha hablado de esto y no lo hemos entendido. Ese silencio ha hecho que todo sea intocable y todo esté demasiado tierno", defiende Molés. Se ve en las lágrimas de Antoni Girona recordando la reunión con sus padres, de vuelta a Barcelona, el dolor que sintió al creerse abandonado. Ahora, al conocer la historia, puede entender su historia. 

 

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