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Cultura

Hasta una mujer puede hacerlo

Mónica Rodríguez Suárez, escritora de literatura infantil y juvenil.

El Premio Cervantes Chico, organizado por el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, “distingue a un escritor o escritora de lengua castellana cuya trayectoria creadora haya destacado en el campo de la literatura infantil y juvenil”. En su última edición, la ganadora fue Mónica Rodríguez Suárez la séptima mujer en las 15 ediciones del galardón.

“Desde mi experiencia ―afirma Rodríguez Suárez―, en el campo de la LIJ [literatura infantil y juvenil] hay casi el mismo número de mujeres que de hombres, aunque sigue habiendo más hombres. No obstante, se publica a muchos más hombres. Por lo tanto, aún hay una barrera, aunque creo que cada vez más fina".

Lo dice requerida por este periódico, tras la publicación, el pasado miércoles, de unos indicadores estadísticos culturales vinculados al libro y desgloses por sexo 2018: nunca antes el Ministerio de Cultura había ofrecido información sobre el sexo de los autores de las obras registradas.

“Los resultados indican que de los 55.501 ISBN que se corresponden con un solo autor, el 61,6% eran varones, el 32,1% mujeres y el 6,3% no consta”, leemos. Entre los libros inscritos en soporte papel, “las proporciones observadas de autores varones se sitúan en el 63,3% y de mujeres en el 30%, con un no consta del 6,6%. Estas cifras son similares a las registradas en los libros en otros soportes con un 56,5% de varones, un 38% de mujeres y con un no consta del 5,5%”. Y por subsectores, “se observa en el colectivo de las mujeres una proporción mayor de libros de infantil y juvenil, 15,4%, libros de texto, 4,7% y creación literaria, 29,4%”.

No es literatura, es educación (o eso dicen)

Unas cifras que “se ajustan perfectamente” a la realidad que, por ejemplo, vive la escritora y formadora Mar Benegas. “Además de escribir trabajo como mediadora de poesía infantil, formando a personas adultas, y visito muuuuuchas escuelas a lo largo del curso, asisto a conferencias, etc. e intento estar al día. La realidad es que en los claustros de primaria (infantil todavía más evidente), las mujeres son mayoría. Pero, dato curioso, en general, la dirección suele ostentarla un hombre, que, muchas veces, es el único del claustro. En la formación (en centros de profesorado, administraciones, etc.) que imparto sucede lo mismo, inmensa mayoría de mujeres. Pero en jornadas o mesas con cierta autoridad los hombres suelen ser los que se sientan en la mesa. Los libros y la cultura no iban a ser diferente: se da tal cual”.

La mención al mundo de la educación no es baladí. Anna Juan Cantavella, antropóloga de formación, especialista y autora de literatura infantil, también pertenece al mundo de la mediación literaria, trabaja con maestras, bibliotecarias, libreras y libreros, editoriales, etc. “Mi mundo, pues; está ligado al mundo editorial (porque mi materia prima son los libros) pero sobre todo al de la formación e investigación y en ese sentido, diría que la preeminencia femenina es todavía aplastante”. Es raro, apunta, que en jornadas, congresos, charlas, cursos y formaciones sobre literatura infantil el número de hombres supere el 5%, el 8%. Y la historia de la literatura infantil corre en paralelo a la de la educación. “Los vínculos entre una y otra han sido siempre muy fuertes y eso ha marcado su acento femenino, puesto que la educación ha sido percibida desde hace décadas como algo femenino, y por tanto también practicada, mayormente por nosotras”.

Sin embargo, sus sensaciones cambian si hablamos del mundo editorial infantil, “en el que, aunque lo mayoritario también son las mujeres, los hombres ocupan más espacios o, al menos, son más visibles que en el de la mediación. En ilustración, autoría de textos y edición, aunque no se trata de un 50/50, creo que las cifras masculinas suben bastante por encima del porcentaje al que me refería cuando hablaba de mediación. Si me pongo a pensar en autores y autoras, en ilustradores e ilustradoras o en editores y editoras actuales y del estado, podría citar a muchos hombres y puede que me saliesen más que mujeres... No conozco bien las cifras, pero sí, diría que el mundo de la literatura infantil, si tenemos en cuenta todos los eslabones de la cadena y no sólo los de producción, es mayormente femenino”.

No es literatura, es educación 

En el imaginario popular, a pesar de los cambios, las cosas infantiles, las cosas de niños, son cosas de mujeres; Mar Benegas habla de los cuidados y la crianza, territorio sin apenas valor social, y por supuesto femenino. Por ponerlo en palabras de la especialista en Literatura Infantil y Juvenil Elisa Yuste, en el mundo de la lectura, la mujer es omnipresente: autoras, editoras, bibliotecarias, madres y abuelas leyendo a los pies de una cama… “mujeres dedicadas a inculcar el gusto por la lectura en los más jóvenes, diría que porque, en general, han asumido más la crianza de los niños que los hombres y muchas han acabado profesionalizándose”.

Dicho de otro modo, y dicho por Anna Juan Cantavella, la relación de la literatura infantil con la educación, “y también con los cuidados, dado que una de sus funciones, como diría Teresa Colomer, sigue siendo la educación en valores”, sigue percibiéndose como algo femenino.

Femenino y menos prestigiado. “Las parcelas de poder y visibilización todavía funcionan con ciertos mecanismos ―asegura Benegas―: la prensa no da cobertura a los libros infantiles, por ejemplo, los premios tienen un desequilibrio y una falta de reconocimiento evidente cuando se trata de premios LIJ, y así hasta el infinito: una larga lista de carencias y fallas”.

La literatura infantil, y escuchamos ahora a Anna Juan Cantavella, pocas veces se ve como una obra estéticamente potente, sino que se acepta como un constructo con una función social y educativa muy concreta. “De ahí que mucha gente entre en bibliotecas y librerías pidiendo un libro que ‘le ayude a...’ o ‘un libro para…’ y no buena literatura".

En su opinión, la literatura infantil sigue siendo vista por muchos como una literatura en minúsculas, lo cual, además de poder relacionarse con la percepción de género que todavía arrastramos (“en el que las mujeres se ocupan de cosas ‘menos importantes’ y de las ‘cosas en minúsculas’”) se relaciona con una mirada condescendiente hacia la infancia y hacia la producción infantil. “Una mirada que se lanza desde el desconocimiento tanto de las formas de apropiarse el mundo por parte de la infancia como de sus capacidades para ser lectores críticos desde que son muy pequeños. Una mirada que hace que la literatura infantil se perciba como ‘cosa de niños’, como algo simple (pues así los piensan) y, por tanto, imposible que pueda ser ni tan seria ni tan estéticamente interesante como la de los adultos (algo que la historia de la literatura infantil se ha encargado en desmentir)". En definitiva, una “mirada adultocéntrica y sesgada, que muchas veces es también una mirada muy masculina”, que puede estar en el origen de que la literatura infantil no tenga el prestigio que sus obras merecen y que por ello sea un mundo más femenino.

Mujeres por todas partes

De hecho, hay tantas mujeres que se han hecho estudios sobre el impacto que este hecho puede tener y en si influye en que haya más lectoras que lectores. Yuste recuerda, en concreto, la investigación que el autor británico de literatura infantil Jonathan Emmett hizo en 2014, y que en su día analizamos en infoLibre. “Emmett examinó cuatrocientas reseñas de obras infantiles publicadas en cinco medios británicos (algunos de los cuales solo publican reseñas hechas por mujeres) y determinó que pueden tener un impacto negativo en el interés de los niños por la lectura, en tanto en cuanto evitan temas que podrían ser más de su interés en sus selecciones y recomendaciones".

Caminante, no hay camino (pero sí lecturas)

Caminante, no hay camino (pero sí lecturas)

Algo que extrapola a las editoras, que determinan la producción editorial. Y que podría ser aplicable a las autoras. Yuste apunta que, en las conclusiones de Emmett, “parece que también hay mucho de su propia experiencia. Pero su opinión es compartida por otros autores, como la reconocida Julia Donaldson, autora de la galardonada obra The Gruffalo, que considera que las editoras se equivocan censurando algunos aspectos en las obras dirigidas a público infantil. La pregunta sería: ¿puede esta censura tomar un cariz distinto censura cuando es llevada a cabo por mujeres? La pregunta quedó en el aire, en un momento, además, en el que la polémica sobre los libros para niños y los libros para niñas estaba muy presente”.

Leído lo escrito, queda tarea. “No quiero ser pesimista, vamos avanzando, este artículo es una muestra de ello ―anima Benegas―. Asociaciones, investigadoras, editoras... vamos avanzando, poco a poco, aunque todavía quede trecho y un techo de cristal sobre nuestras cabezas".

Y también, añade Anna Juan Cantavella, se trata de descentrar esa mirada “adultocéntrica” que denunciaba más arriba, la de “un adulto en masculino que mira el mundo”.

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